
La fe, grande en los comienzos, se hizo pequeña después. Pedro olvida que lo único que lo mantenía a flote, era la palabra del Señor, y cuando empieza a temer y a dudar, comenzó también a hundirse. Dios pide a veces "aparentes imposibles" que se hacen realidad cuando actuamos con fe, con los ojos puestos en el Señor. Cuando la fe se empequeñece, las dificultades se agigantan y cobran fuerza las tentaciones. Pedro hubiera permanecido firme sobre las aguas y habría llegado hasta el Señor si no hubiera apartado de Él su mirada confiada. Todas las tempestades juntas, las del alma y las del ambiente, nada pueden mientras estemos bien afincados en la oración.
¡Señor, sálvame! Al punto Jesús extendió su mano, lo sostuvo y le dijo: Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado? Después subieron a la barca y cesó el viento. Si nosotros vemos que nos hundimos, que no podemos con las dificultades o la tentación, acudamos a Jesús: ¡Señor, sálvame! Él siempre tiene su mano extendida para que nos aferremos a ella. Pidámosle ayuda en lo grande y en lo pequeño, y encontraremos la fortaleza que necesitamos para vencer.