
"La mujer está llamada a llevar a la familia, a la sociedad civil, a la Iglesia, algo característico, que le es propio y que sólo ella puede dar: su delicada ternura, su generosidad incansable, su amor por lo concreto, su agudeza de ingenio, su capacidad de intuición, su piedad profunda y sencilla, su tenacidad..."
"El hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás". Es en el amor, en la entrega, en el servicio a los demás donde la persona humana lleva a cabo la vocación recibida de Dios.
Hoy, al considerar la generosidad y la fidelidad de las mujeres del Evangelio, pensemos cómo es la nuestra; si contribuimos a la extensión del reino de Dios, si somos generosos con nuestros medios económicos, con nuestros talentos y con nuestro tiempo. Acudimos a Nuestra Madre para que nos ayude a ser fieles y desprendidos en el servicio a la Iglesia.