Paciencia en el camino
El Evangelio nos muestra la infatigable actividad de Cristo; nos enseña el camino que debemos seguir nosotros con quienes están alejados de la fe. Nuestro camino es servir a todos como Cristo lo hizo, con el mismo aprecio, con el mismo respeto, a cada uno individualmente, teniendo en cuenta sus circunstancias particulares, su modo de ser, el estado en que se encuentra, sin aplicar a todos la misma receta.
Necesitamos paciencia y constancia para recorrer el camino que nos lleva a Cristo y llevar hasta Él a nuestros amigos, a nuestros compañeros, a nuestros hijos y hermanos: a todos los espera el Señor. En algunos de ellos encontraremos resistencias o pasividad. Esto nos llevará a rezar más, a ofrecer sacrificios, horas de trabajo o de estudio por ellos.
La fe nos llevará a comprenderlos y a tenerles paciencia, recordando la que Dios ha tenido con nosotros, y las incontables veces que nosotros lo hemos hecho esperar. Con prudencia sobrenatural unida a una gran caridad y comprensión, insistiremos a nuestros amigos para llevarlos a Cristo. ¡Tú sabes, Señor, que sólo buscamos lo mejor para ellos! Lo mejor eres Tú mismo, que te das a quien quiere acogerte.
Son muchos los que no conocen a Cristo. El Señor pone en nuestro corazón la urgencia de combatir tanta ignorancia, difundiendo por todas partes la buena enseñanza, con iniciativas y maneras diversas. Todo cristiano debe participar en la tarea de formación cristiana. Sólo si miramos a Cristo venceremos la pereza y comodidad para salir de nuestra torre de marfil que cada uno tiende a construirse a su alrededor, y haremos que muchos ciegos vean a Cristo, muchos sordos le oigan, y muchos paralíticos caminen a su lado.
Nos ayudará a hacer apostolado la consideración de que el bien y el mal tiene efecto multiplicador. Quienes sintieron que Cristo les imponía sus manos divinas experimentaron que su vida ya no podía ser como antes: Ellos mismos se convirtieron en apóstoles.