Aprender a vivir la Caridad


Nosotros hemos de aprender de aquellos primeros cristianos a vivir la caridad con hondura, muy especialmente con nuestros hermanos en la fe éste debe ser nuestro primer apostolado para que perseveren en ella, y con quienes se encuentran lejos de Cristo, para que a través de nuestro aprecio se acerquen a Él y le sigan.


El hermano ayudado por su hermano es fuerte como una ciudad amurallada, leemos en el Libro de los Proverbios. La fraternidad es la mejor defensa contra todos los enemigos, la caridad bien vivida nos hace fuertes y seguros como una plaza inexpugnable a todos los ataques. Llevad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo, exhorta San Pablo a los Gálatas.

Es responsabilidad de los cristianos estar siempre atentos ante el bien de los demás, especialmente de aquellos que, por diferentes razones, el Señor nos ha encomendado. No podemos permitir que nadie sienta la dureza de la soledad en momentos difíciles. La caridad es nuestra fortaleza.


La caridad lleva consigo una serie de virtudes anejas que son a la vez su apoyo y su defensa, y a través de las cuales se manifiesta: la lealtad, la gratitud, el respeto mutuo, la amistad, la deferencia, la afabilidad, la delicadeza en el trato, el buen humor, la serenidad, el optimismo. Los defectos contarios suelen revelar ausencia de finura interior, de vida sobrenatural, de unión con Dios.

San Juan nos dejó un programa de vida: En esto hemos conocido el amor, en que Él dio su vida por nosotros, y nosotros debemos dar la nuestra por nuestros hermanos. Y el Señor nos dice por medio del Apóstol: En esto conocerán todos que son mis discípulos: Si tenéis caridad unos para con otros.