Misión es compartir
De madrugada, donde termina la ciudad, un niño se muere de hambre silenciosamente. Desconcertado, ante las discusiones de sus padres, un joven abandona el hogar. La gente carece de escuelas, energía eléctrica, salud, esperanzas. Nadie les da la mano. Las llamadas gente de miseria se extienden y se multiplican. Allí, miles de hermanos nuestros pierden la dignidad humana, la fe en Dios y el sentido de la vida. Muchos jóvenes, al terminar sus estudios, no logran iniciar una carrera en una sociedad donde hacen falta profesionales. Por otro lado, las posibilidades económicas de muchas familias aumentan día a día. Pero hay gente de buena voluntad que descubre en todas estas situaciones un angustioso y común denominador: “Ausencia del Evangelio”. Tratan de ahondar en la vocación misionera que recibieron en el Bautismo. Comprenden muy bien que “Misión es compartir”: Tomar lo que hemos recibido del Señor y ponerlo en común con nuestros hermanos. Dios nos regala la vida, la fe, el hogar, los bienes de fortuna, invaluables capacidades de transformar el mundo y poder de decisión ante la industria, en los negocios. Compartamos. Así, seremos misioneros. A los hombres de hoy nos amenaza una enfermedad aún más grave que las plagas de nuestros cultivos: “el egoísmo”. ¿Por que no mirar más allá? ¿Por qué no abrir la mente a las necesidades ajenas, hacer de nuestro amor un “Amor internacional”, tender la mano a quienes allá lejos esperan de nosotros? Ser misionero es vivir de la esperanza, porque Dios quiere seguir salvando con nosotros. Es amar a los próximos y a los lejanos. Es continuar creyendo que el mundo todavía tiene remedio.