Viernes Santo
En realidad sólo hay dos filosofías de la vida. Para una de ellas, primero es el banquete y luego el dolor de cabeza. Para la otra, primero el dolor de cabeza y luego el banquete.
"El núcleo del Evangelio es la Pasión y la Resurrección".
Hoy en la Iglesia se habla mucho de sociología, de psicología, de relaciones humanas, pero muy poco se habla de Cristo crucificado. Se habla de torturas, pero no de las torturas con que Cristo fue y es torturado.
La Iglesia nace del calvario. Cuando la Iglesia no vive la Pasión de Cristo, se aliena y deja de ser la Iglesia auténtica, para convertirse en mera escuela de filosofía y de ética.
El Viernes Santo es el día de la Oración. La Biblia, que tan largamente hemos escuchado, es el libro de la oración, donde Dios nos habla para que nosotros le respondamos. La Biblia sin oración es un libro de literatura...
El Crucifijo sin oración será un objeto de arte más o menos valioso. El Crucifijo es para arrodillarse, estrecharlo entre las manos y besarlo.
El Viernes Santo es el día de la Eucaristía, para profesar que nuestro Dios murió por nosotros,pero vive ofreciéndose permanentemente al Padre.
Fue un Viernes Santo cuando Mateo Talbot, el futuro Santo irlandés, entró en una Iglesia, oyó predicar la Pasión de Cristo y al oir lo de la lanzada, se echó a llorar diciendo:
"Señor, los judíos te clavaron una vez y no sabían quien eras Tú. ¡Yo te he clavado tantas veces sabiendo quien eres!
Por lo menos un día en la vida, en el año, recordemos la historia real de aquel que nos amó y murió por nosotros para darnos la vida y hacernos llegar al corazón trinitario donde reina el amor, la paz y la felicidad.
Sábado de Gloria
I-¿Cuál es el estándar de la grandeza en el mundo? Grande es el que tiene mucho bajo sus mandos. Es el que puede exigir que le sirvan, sin tener que servir él a nadie.
Grande en el mundo es que ni a Dios obedece y sirve, sino es para manipular al mismo Dios en su provecho.
Nación o país grande es el que tiene derecho al veto en la ONU, el que tiene suficiente dinero para sobornar gobiernos y partidos, el que tiene arsenal de armas, el que tiene poder de derivar las noticias hacia su molino de verdad. Grande según el anti-Evangelio son los pequeños dictadores de la familia, de la empresa, del municipio, que saben hacer que todos les sirvan para ellos.
Pero la grandeza según el Evangelio es: “servir a Dios”. El que no sirve a Dios es porque sirve al dinero o es esclavo de algún otro vicio. La historia de la Salvación, que es la historia de la liberación, enseña que la liberación del hombre depende del sometimiento a Dios.
Dios es libre, por eso el que identifica su voluntad con Dios logra la libertad. El que se desliga de Dios cae en libertinaje y se hace esclavo de sus apetitos. El que usa la libertad en búsqueda de un bien falso, un valor o un amor falso, es un libertino.
Por eso frente a eso vemos el sentimiento trágico de la vida, como que ya todo está acabado y no hay más nada que hacer. Por eso nuestra sociedad de hoy es una fábrica de desesperados porque ni siquiera quieren saber de donde venimos ni hacia donde vamos, ni quieren saber qué tenemos que hacer. ¿Dónde queda ahí la importancia de vivir?
Tenemos al ciego que se las da de vidente, al ignorante que se las da de entendido; y más alarmante, cuando son las autoridades, que tienen el poder legislativo, policial, los que son conductores ciegos, ebrios y con revólver, que es un símbolo de la fuerza, la ironía, la amenaza y el chantaje.
¿De dónde venimos y a dónde vamos? Es la pregunta que se hace todo hombre en cuanto logra superar la embrutecedora tarea de pensar en qué comer. Para nadie es tan seria la vida como para el que sabe que en ella se juega la vida o la muerte.
Esa clase de preguntas, que las hace la gente, no pretenden a través de ellas conocer el por qué sino el para qué. No la causa sino la finalidad, porque no quieren morirse del todo y quieren saber si morirán del todo o no. Y la respuesta es:“Cristo ha resucitado”.
La resurrección de Cristo no es un final bonito al Evangelio para endulzar un poco el dolor del Viernes Santo, sino el capítulo definitivo del Evangelio. Sin Él la vida de Cristo hubiera sido un gran fracaso y nadie se acordaría hoy de Él. Si hoy estamos reunidos aquí en la Iglesia es porque Cristo ha resucitado y eso significa que también nosotros hemos de resucitar. Nuestro destino no es el cementerio, es la vida eterna.
El cristiano es el que vive de la esperanza, esperando la plena realización de lo que espera. El cristiano es el testigo de la vida eterna, testigo de la esperanza que es la virtud de la orientación en la vida. Los cristianos no podemos dar la impresión de ser personas desorientadas. Tenemos un norte hacia el cual caminar: el cielo, cristo.
Y sin embargo, cuántos cristianos damos la impresión de desorientados, de andar a tientas en la vida. Cuántos hombres y mujeres caminan por la vida como locos que no saben ni de donde vienen, ni a donde van. La esperanza es la virtud que nos dice a donde vamos, de donde venimos y que podemos esperar. Ella es nuestra guía y la virtud de nuestra alegría. Como cantaba la gran mística Teresa de Jesús: “vivo sin vivir en mi, y tan alta vida espero, que muero porque no muero. Ay, que larga es esta vida, esta carcel, estos hierros en que el alma está metida. Sólo esperar la partida, me causa dolor tan fiero, que muero porque no muero”.
Un cristiano triste es un triste cristiano. La tristeza, el pesimismo, hacen muy mala propaganda al Evangelio, a Cristo resucitado. Hay cristianos masoquistas que gozan en vivir tristes recordando la basura de la Iglesia y de la humanidad. Hay cristianos que parecen estar toda su vida en viernes santo, cargando con su cruz a cuestas, y echándole a Dios la culpa de sus males; dicen: “hay que aceptar con paciencia las pruebas que Dios nos manda”. Ningún Padre le manda pruebas a sus hijos. Sino que lo ama y le ayuda a superar las pruebas que le pone la vida.
No tenemos motivos para estar tristes, porque sabemos que todo nuestros sufrimientos y los ajenos han de acabar con la alegría eterna.
Hoy sería un buen día para cambiar de cara, en casa, en el trabajo, en la Iglesia, en la calle. ¿Qué pasaría si mañana el primer día de pascua, todos amaneciéramos con caras llena de alegría, cara en que no la cambiáramos en todo el día y en toda la semana? El mundo sería de verdad mucho más hermoso. El cristiano es el que sabe sembrar flores de alegría.
Cambiemos de cara. Seamos testigos de la resurrección y dediquémonos a resucitar a tantos hermanos que siguen cargando con su cruz. Hay tanta gente a quien alegrar, consolar y animar
Cristo ha resucitado y vamos a resucitar con Él y ayudar a tantos a resucitar con nuestra palabra, con nuestro afecto, con nuestra actitud.
El cristiano ha de ser un hombre siempre alegre y optimista, porque vive de las promesas de Cristo: No tengan miedo, yo he vencido al mundo, y yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo.
II-Estamos reunidos esta noche porque Cristo resucitó
La resurrección es la proclamación de la divinidad de Cristo, es lo esencial del credo cristiano. Es la culminación de la revelación de Dios a los hombres: hoy sí que se nos ha dejado ver, tocar y oír.
Cristo ha triunfado rotundamente de sus enemigos. Creyeron que habían acabado con Él. Pero como lo había prometido, resucitó. Nosotros también hemos de triunfar. La sangre de los mártires es semilla de cristianos. Lo que sembramos en corrupción, lo cosecharemos en inmortalidad.
Hoy Cristo ha demostrado claramente que es el Mesías. Con la resurrección ha entrado a gozar de la felicidad, y si Cristo ha entrado en el gozo de la divinidad, también nosotros entraremos. Nuestro destino es la felicidad del cielo.
¿De qué serviría el ejemplo admirable de tantos religiosos y religiosas que gastan su vida en parroquias y colegios, en los barrios más pobres, en asilos de niños huérfanos o ancianatos, en hospitales o en las misiones, si no nos trasmiten la esperanza de la resurrección? ¿De qué sirven las misas de difuntos, los funerales, si no hay fe en la resurrección? Lo que da sentido a la vida, lo que da sentido a la Iglesia, es que Cristo resucitó.
La muerte entra igual en los ranchos de los pobres que en los palacios de los ricos, es lo más seguro que todos tenemos. Pero desde que Cristo resucitó, la muerte del cristiano se convirtió en el paso a la verdadera vida, la que no termina. Eso es lo que significa PASCUA (lo que estamos celebrando esta noche). Cuando celebramos el dia de los santos, no celebramos el dia en que nacieron para este mundo (cumpleaños), sino el dia en que pasaron de este mundo al Padre.
¿Por qué vivir encorvados mirando hacia la tierra, cargados de temores y angustias, de preocupaciones y miedos; miedo al sufrimiento, miedo a la muerte, miedo al juicio de Dios y no más bien con los ojos y la cabeza bien en alto, como hombres de esperanza? No seamos llorones pesimistas.
Hay padres de familia que son lamentación permanente, todo lo ven negativo. Hay venezolanos que son lamentación permanente, todo lo ven negativo. Hay personas que vienen al templo que son lamentación permanente, todo lo ven negativo. Nadie nos puede quitar la felicidad; ni las enfermedades, ni la injusticia, porque sabemos que aquí estamos “de paso”, vivimos en pascua permanente, camino del nuevo cielo y la nueva tierra.
No basta creer en la resurrección; es necesario que resucitemos y que hagamos resucitar a otros, seamos hombres nuevos y renovadores, seamos mejores y mejoradores, resucitados y resucitadores. No adoramos a un Dios muerto. Nuestra religión no es de muertos, sino de vivos. No somos hijos de las tinieblas, sino de la luz, alegres y alegradores.Tenemos que ser hombres llenos de coraje, de esperanza, de fortaleza. La tierra es de Dios y se alquila a los valientes.
Esta es la gran noticia que llena hoy el mundo entero: “Cristo ha resucitado”, la humanidad camina hacia la vida, hacia la resurrección. Este es el día que ha hecho el Señor. “Yo Soy la Resurrección y la Vida, quién cree en Mi aunque haya muerto, vivirá”, dice Jesús.
Los monjes del monte Athos usan entre ellos este saludo:
“Acuérdate cristiano que tu destino es vivir.”
III-La resurrección es la fuente de nuestra vida eterna.
Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en el mismo sitio, pero algunos no tropiezan dos veces sino que siguen tropezando a diario.La vida es una escuela que enseña a vivir, pero algunos mueren sin haber aprendido a vivir. Hay quienes por año asisten a la universidad y al fin salen sin haber logrado ni una triste licenciatura. En la escuela de la vida algunos mueren analfabetos: no quieren detenerse a pensar, pero el cristiano tiene otra escuela más de vida: el Evangelio, que es el Camino.
La vida enseña que la felicidad, la vida misma tiene muchos enemigos como la prisa, la falta de tiempo. Todo el mundo corre, tiene miedo de no llegar al accidente que le está esperando; la angustia, la falta de sentido de la vida, el estres, la falta de fe.
El Evangelio nos enseña que el camino de la vida es estrecho y el camino de la perdición amplio, que el que quiere ganar su vida la pierde y quien la pierde por el reino de Dios la encuentra; que tenemos que vivir en el mundo sin ser del mundo, pero a pesar de todo, aunque hemos de trabajar por nuestra salvación con temor y temblor, contamos con la gracia de Dios, que con ella podemos todo, y que él quiere la vida eterna; el cielo no debe trabajar por la gloria mundana sino por la de Dios.
El Reino de los cielos es la gran realidad. La acentuación terrena del Evangelio es necesaria, pero a veces pensamos tanto en la tierra que olvidamos el cielo. En otros tiempos tal vez se pensó tanto en el cielo que se olvidó la tierra. Ni tanto cielo que se descuide la tierra, ni tanta tierra que no nos acordamos del cielo. Algún teólogo ha dicho que el principal testimonio que hay que dar hoy es la existencia del cielo.
¿De verdad creemos en el cielo, en la vida eterna? ¿Hablamos del cielo con entusiasmo? ¿Estamos entusiasmados y capaces de entusiasmar a otros con el cielo?
Si tenemos una fe ambigua no somos cristianos por más que sepamos de memoria toda la Biblia. Si tenemos una fe insegura e imprecisa no somos cristianos, pues la fe es la firme seguridad de lo que esperamos y la convicción de lo que no vemos. ¿Estamos convencidos que el cielo es el negocio más importante entre todos los negocios? Si decimos que el cielo y el infierno están aquí en la tierra, en esta vida; que cada uno es su cielo y su infierno, que esta vida acá es la que vale la pena porque vale más pájaro en mano que cien volando; si somos de los que dicen: "vaya usted a ver lo que nos espera al otro lado de la muerte". Si decimos o pensamos así es que en realidad no tenemos fe.
No vivamos demasiado confiados en la llamada en que nos llamamos cristianos, porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.
Es necesario no sólo llamarse cristianos sino serlo en realidad.