La esperanza

Si tienes la fe que obra en el amor, es necesario esperar lo que prometió Dios porque la esperanza es para la fe una compañera.
La esperanza es necesaria mientras no ves lo que crees en él, para no desesperarte de lo que no se ve y pierdas la fe.
En el tiempo presente tienes molestias y esperanza en el futuro. Si no encuentras el consuelo de tu molestia, presente en una esperanza futura, “estás acabado”. Tu alegría ahora no es una realidad, sino es una esperanza, pero esperanza segura como si fuera verdad, pues no hay duda en el que te prometió “la verdad”, quien no engaña ni se engaña; por eso es mejor amarrarte a ella y ella te libera. Mientras tú crees, la esperanza está en ese tiempo y cuando veas, llega a ser la esperanza verdad y la visión será cara a cara. Mientras estás en este cuerpo, estás lejos de la visión. Eres viajero avanzando por la fe y no por la visión. Si caminas por la fe y te quedas en el camino llegas a la patria. “El rey de la patria hizo de sí mismo un camino, síguelo.” Tu salvación ahora está puesta sobre la esperanza y no sobre la verdad, porque hasta ahora no obtuviste lo prometido sino lo que esperas. El prometedor es fiel, no te engaña, pero tú no tienes que dejarlo. “Conserva tu fe y él conserva su promesa”.
La esperanza es un consuelo en el camino: cuando te cansas, soportas tu cansancio esperando llegar. Quitas de ti esa esperanza de llegar, pierdes rápido el poder de caminar. “Conserva tu buena conciencia para conservar la esperanza, porque si te molesta la mala conciencia pierdes la esperanza. Ten fe y trabaja esperando el Reino, pero se humilde antes que todo, porque Dios consuela a los humildes por la esperanza y su promesa es segura. “La vida del hombre en la tierra es una prueba o experimento, pero sea quien sea no tiene refugio sino a Dios, y ni alegría sino en su promesa”. Esta vida mientras que dé alegría, engaña a muchos, pero Dios no engaña a nadie.