“DIOS ES AMOR”. Quien está en el amor, está en Dios y Dios está en él (1 juan: 4:16). Que sea la casa de Dios para nosotros, la nuestra y nosotros que seamos la casa de Dios.
Dios se confirma en nosotros para ajustarnos y nosotros en Él para no caernos. Dice San Pablo: “el amor no cae nunca” y ¿cómo puede caerse sino es Dios quien lo tiene agarrado? El amor es toda la ley (rom :13:10). Si encontramos el amor, ¿qué nos falta? El maestro celestial nos enseña diciendo: “amen a Dios de todo corazón y a tu prójimo como a ti mismo”. Y si uno no puede descubrir el velo de la palabra de Dios en la Biblia, debe agarrar el amor que en él lo consigue todo, porque quien conoce el amor aprende a través de él lo que desconocía. “El amor descubre para ti lo que puedes entender en la Biblia y te oculta lo que eres capaz de entender por ahora”. Por eso hay que amarrarnos del amor, porque con él llega el pobre a ser rico y sin él, el rico se hace pobre: el amor soporta la dificultad y se viste de equilibrio en el desarrollo. En el amor se anima el hombre contra sus inclinaciones, se alegra en el bien hecho, se pone fuerte ante la tentación y se hace generoso en su dar, “El amor tiene una gran paciencia”. Pero que palabra más grande la que dijo San Pablo sobre el amor: si presento mi cuerpo para que sea quemado y no tengo amor, de nada sirve. El amor no envidia, ni se luce, ni comete suciedad, ni piensa mal, ni se alegra en la tiranía; el amor soporta todo, espera todo, es paciente en todo. El amor no cae nunca y es necesario para todo el mundo porque es la base para la ciencia, el fruto para la fe, la riqueza para los pobres y la vida para los muertos. Si el amor soporta todo en la vida presente es porque cree en la eternidad.
Cristo nos dice: “mi yugo es dulce y mi peso es liviano”. Solamente en el amor experimentamos esa palabra, solamente en el amor podemos vivirla.
El orden del amor: quien vive en la santidad es quien valora a todo como se debe y ordena su amor para no amar lo que no se debe y amar lo que se debe, para no amar mucho lo que debe amar poco. “Para el amor hay un comienzo, un crecimiento y una perfección”.
Cada amor ó inclinación en el hombre regresa a la misma persona y ese es el tema del amor. Si tu amas el oro, tu te amas primero a tí mismo y así amas al oro para tí mismo.
El amor en el hombre comienza en el alma y el contrario de esto es imposible.
Comienza a amar algo y será: ó a tí mismo, ó a lo que es menos de ti, ó a lo que es más grande que tú. Si amas lo que es menos de ti, amalo por diversión y no te amarres a él. Si tu amas el dinero no te amarres a él porque eres mejor que él. Tú estás creado a la imagen de Dios para seguir su luz y el oro es hecho por Dios, pero Dios no lo creó a su imagen sino te creó a tí a su imagen. Toma toda la cosas de la vida para usarlas nada más y no te amarres a ellas con el lazo del amor. Quita de tí el amor que te hace amar lo que es menos de ti y comienza a amar lo que es igual a ti, o sea: a tí mismo.
Dios te dio en el Evangelio una orden. Si la sigues, obtendrás el amor verdadero. Él dijo: “ama a Dios de todo corazón y al prójimo como a ti mismo”. Entonces, debes amar a Dios, a ti mismo y a tu prójimo, porque si no te puedes amar, ¿cómo podrás amar a tu prójimo?
Muchos creen que ellos se aman a si mismos por robar a la gente y para ser esclavos de sus pasiones. Esa gente debe escuchar lo que dice el salmo (10:6). Y así, si quieres seguir el orden del amor, tienes que ser misericordioso, hacer el bien y cumplir el mandato de Dios por el amor a tus amigos y enemigos. Y así, comienzas a elevarte en estas virtudes por merecer amar a Dios de todo corazón y con toda tu fuerza. Entonces, la definición correcta para la virtud es “el orden del amor”.
El amor de Dios es lo primero en los mandamientos y el amor al prójimo es lo primero en la orden del trabajo. Nosotros porque no vemos a Dios amamos al prójimo que vemos para estar listos a amar a Dios que no vemos. “Por amar al prójimo se purifican nuestros ojos para ver a Dios". “Ama a tu prójimo y piensa en lo que te hace amarlo y te das cuenta si amas a Dios”, pero no hay que amar al pecador por ser pecador sino por ser un hombre y a Dios ámalo por si mismo. Debes amar a todos por igual, pero como no puedes ser útil a todos, es mejor atender a los que te rodean. Avanza diario en ese amor, con la oración y las buenas obras, hasta que Dios que te encargó en el amor, lo alimente y cumpla su obra en ti.
“En una sola palabra se dio el mandamiento: ama y haz lo que quieras”.
EL AMOR A DIOS: el amor es una palabra bonita, pero encarnar el amor en hechos es más bonito. Uno no puede hablar del amor mucho por tantos asuntos que tiene y que lo jalan de todos lados, mientras que el tema del amor es el mejor de todos.
El uno alaba a Dios siempre cantando, pero por un rato y luego regresa a sus asuntos. Pero si quiere alabar a Dios siempre, tiene que alabarlo en su conducta moral.
Como que el amor malo lleva el alma hacia las pasiones, así el amor sagrado la lleva hacia la altura. Si uno quiere saber la calidad del amor que está en él, debe ver hacia donde ese amor lo lleva. Dios se presenta a si mismo para ti, ámalo para obtenerlo. No busques sino solamente a Dios y así lo verás siempre a tu lado. Y porque el uno no puede obtenerlo por completo ahora, pues hay que unirse a él a través de la fe. “Si amas a Dios, te amas a ti mismo, un amor verdadero ó para estar en ti ó porque está en ti”. No busques el camino sino agarra a quien bajó y subió e hizo de él un camino (Jesús). “Ama a Dios, un amor que te hace olvidarte de ti mismo”. Muchos son quienes aman a Dios por un bien terrenal y pocos son quienes aman a Jesús por Jesús.
EL AMOR A SI MISMO: “no te puedes amar a ti mismo, un amor que te dé la salvación, sino amas a Dios más que a ti mismo”. Si uno ama al pecado, deja a Dios y si lo deja por el amor a si mismo deja de estar Dios en tu corazón, y así te sales de ti mismo, lejos y te quedas afuera. Cuando uno deja a Dios por el amor a si mismo, sale de si mismo y comienza a valorar lo que es externo, y cuando regresa a si mismo de lo externo no debe quedarse en si mismo, sino debe entregarse a Dios, quien lo buscó cuando estaba perdido (ve la parábola del hijo pródigo, lucas 15: 17). Él regresó a si mismo primero y luego se entregó a su padre, porque si se queda en si mismo volverá a caer. “El regreso al padre es cuando el hombre renuncia a los bienes terrenales”. Esa es la renuncia de si mismo y ese es el amor de si mismo verdadero según la santidad.
“Por eso no debemos hacer nuestra voluntad sino la del que habita en nosotros” (Dios).
EL AMOR AL PRÓJIMO: “un mandamiento nuevo y es: aménse uno al otro, no como los pecadores lo hacen entre ellos, ni como los amigos sino como yo los he amado (Juan 13: 34). Hay que amarnos uno al otro para llegar a ser hermanos por el hijo único de Dios. Con ese amor morimos del mundo y desaparecemos nuestras vidas con Cristo en Dios. O sea: “el amor es muerte para el mundo y vida en Dios”. Si amamos al prójimo en el Espíritu y la santidad, no estamos amando sino a Dios mismo. Cristo no amó a nosotros sino a su padre, no amó lo que tenemos sino para llevarnos a su padre.
En el amor podemos amarrarnos uno al otro y con ese lazo llegamos a ser elementos en un solo cuerpo para esa gran cabeza (Jesús). Amas y no puedes hacer sino el bien, y puede ser que llegues a reclamar a alguien pero no con dureza sino con amor, porque el amor mismo no te permite ignorar la bulla. No hay que amar en el hombre su perdición sino amarlo como un ser humano, porque el hombre es de Dios y la perdición es del hombre. Ama el hecho de Dios y no el hecho del hombre y trata de atraer a todo el mundo hacia Dios, así tendrás la imagen de Dios en tu corazón y sabrá el mundo “que son mi discípulos por el amor”.
EL AMOR A LOS ENEMIGOS: si amas a Cristo, ama a todo el mundo: tus amigos y tus enemigos. “Cristo sobre la cruz perdonó a sus enemigos y mandó esa palabra a nosotros para escucharla. Él podía rezar por sus enemigos en silencio, pero nos hubiéramos perdido de ese ejemplo.
Tu debes a Dios por lo que hizo por ti y tu prójimo te debe a ti. Dios hace de ti lo que tu haces a tu prójimo. Si perdonas a tu prójimo, lo presentas como un regalo para Dios. Si pides de Dios la misericordia, no dudes de darla tu a tu prójimo. “Dios quiere misericordia, no sacrificio”. Ofrenda sin misericordia es nula. No te basta para ti perdonar, sino debes amar. Desea a tu enemigo que sea tu socio para la vida eterna y que sea tu hermano. Nunca ames en él lo que tiene de error sino lo que quieres que él sea. “Dios ama a los pecadores pero Él no los ama para que se queden pecadores. Cuando Jesús rezó por los pecadores es porque quiso cambiar sus corazones, y los elevó de la parte pecadora a la parte de hermanos y lo logró.
Si te odia tu enemigo es porque el mal del mundo que está en él te odia y si lo odias tú es responder al mal por mal. Si amas a tu enemigo Dios habita en tu corazón y se completa su amor para ti. “Comienza a amar y llega a ser perfecto”.