¿De dónde venimos y a dónde vamos? Es la pregunta que se hace todo hombre en cuanto logra superar la embrutecedora tarea de pensar en qué comer. A los mismos científicos les gusta hablar del punto Omega del cosmos. Y con la misma razón han de preguntar por el punto Alfa. El mundo no es un trueno entre dos nadas, ni un relámpago entre dos tormentas. La finalidad del Apocalipsis es animar a la Iglesia, a los cristianos, en medio del batallar mundano, es una revelación por Jesucristo.
Dios es el primero y el último: suele angustiar sobre todo la pregunta: ¿A dónde vamos? ¿Es que nuestra vida es un viaje inútil en el vacío sin meta final? El hombre, la humanidad tiene una meta, un punto omega, un fin: "Dios, Jesucristo". Dios es el primero, el principio, el alfa. Así comienza el génesis. Dios es aquel que era, es, ha de ser y ha de venir. Dijo Heráclito: que todo fluye y que nunca nos bañamos dos veces en el mismo río. Pero Dios era, es y vendrá. Hay algo que permanece, que tiene consistencia, resistencia, que se tiene de pie por sí mismo. "En él vivimos, nos movemos y existimos". Dios es el Alfa, el Omega y el camino entre los dos. Además es todopoderoso y padre nuestro. No estamos, pues, abandonados a la nada sin rumbo... En buenas manos estamos. Dios también es el acompañante, el amigo bueno, el guía en este camino con nosotros, el pastor bueno. De aquí se deduce un motivo de confianza y seguridad. Sabemos de dónde venimos y a dónde vamos y por dónde hemos de ir. "Ese de dónde, a dónde y por dónde es Jesucristo".
Jesucristo nos dice: "no temas, soy yo":
¿Quién es Jesucristo? Es el que nos ama, es el que murió por nosotros y nos ha dado una esperanza llena de consuelo. Es el Dios amor que se entrega por nosotros, que derrama su sangre por nuestros pecados. ¿Cómo no hemos de confiar en el amor que nos ama? Es el que nos lavó con su sangre de nuestros pecados. "El pecado mancha" ¡Vaya que mancha! Y corrompe y pudre. ¡Nunca la sociedad ha estado tan manchada, infectada, sucia, tan corrompida! Podemos, pues, decir que la sangre de Cristo nos lava, nos limpia, nos purifica, nos perdona. Y ¡Tenemos tanta necesidad de sentirnos perdonados! Jesús es el que al morir nos dio su Espíritu sobre la cruz. Una mirada al crucifijo puede bastar para darnos serenidad, seguridad. Jesús es palabra y palabra de amor, en síntesis: es juez, sacerdote, rey, luz, ciencia... Pero todo amor. ¿Quién no confiará? Por eso nos dice: "no temas, soy yo". En buenas manos estamos. Dios tiene providencia de nosotros: "no temas, soy yo". Más aún tiene las llaves de la muerte y del abismo. Ni la muerte ni el abismo podrán tragarnos sin su consentimiento. En verdad que murió, pero vive por los siglos, más aún, posee vida. ¿A quién pues temeremos?
El momento está cerca. Así comienza y acaba el Apocalipsis. Y en el centro del mismo dice: ya no habrá más tiempos. Donde quiera que te encuentres, recuerda que está contigo tu Padre celestial, que contigo está Dios. En todas partes está Dios cerca de nosotros y hemos de tenerlo ante nuestros ojos. ¿Hasta que punto Dios es importante para mí y qué importancia le doy? ¿Es verdad para mí Jesucristo el más importante? ¿Hasta qué punto me siento amado por Dios, por Cristo y hasta dónde confío en Él? ¿Tengo conciencia de la presencia de Dios en todas partes, particularmente en la Iglesia? ¿Soy yo presencia de Dios para los que se me acercan? Tomaremos un poco de tiempo para pensar y reflexionar para ver si como cristianos estamos teniendo en cuenta todo esto y si estamos viviendo bien nuestro cristianismo.