Jesús nos enseña que el camino que conduce a la Vida, a la santidad, consiste en el pleno desarrollo de la vida espiritual. Ese crecimiento, a veces difícil y lento, es el desarrollo de las virtudes. El ejercicio de las virtudes nos indica en todo momento el camino que conduce al Señor. Un cristiano que con la ayuda de la gracia, se esfuerza en alcanzar la santidad, se aleja de las ocasiones de pecado, resiste con fortaleza las tentaciones, y es consciente de que la vida cristiana le exige el desarrollo de las virtudes.
Aunque la santificación es enteramente de Dios, en su bondad infinita, Él ha querido que sea necesaria la correspondencia humana, y ha puesto en nuestra naturaleza la capacidad de disponernos a la acción sobrenatural de la gracia. Mediante el cultivo de las virtudes humanas disponemos nuestra alma a la acción del Espíritu Santo. Las virtudes son el fundamento de las sobrenaturales. Cuando se crece en una, se adelanta en todas las demás. Y "la caridad es la que da unidad a todas las virtudes que hacen al hombre perfecto". Hoy podemos preguntarnos: ¿aprovecho verdaderamente las incidencias de cada día para ejercitarme en las virtudes? El Señor no pide imposibles. Él dará las gracias necesarias para ser fieles en las situaciones difíciles. Nuestra Señora, "modelo y escuela de todas virtudes nos ayudará en nuestro
empeño por adquirir las virtudes que el Señor espera de nosotros.