
Disfrazamos la catequesis de relaciones humanas. La oración la hemos convertido en dinámica de grupo. No tenemos el valor de ser distintos. De decir no al materialismo, a la tibieza, a la injusticia, a la inmortalidad, al egoísmo.
Miramos a Nicodemo, olvidando que nos parecemos a él en sus temores. Para Jesús su visitante no es cobarde, es alguien a quien el Padre de los cielos ha entregado su Hijo Único. Por quien Jesús dará su Vida.
Dios solamente nos pide que preguntemos a ÉL y lo busquemos con corazón sincero aunque sea por la noche.
Preguntar por Él es participar en la misa, acercarnos a los sacramentos, leer la biblia en familia, regresar hasta la conciencia, después de muchas tempestades.
Buscarlo es compartir con el pobre, llamar a un amigo a quien tenemos olvidado, ser justos con los que nos colaboran, no sólo perdonar, sino también olvidar, que no es lo mismo. Es sobretodo, saber valorar nuestros triunfos y nuestros fracasos, bajo la luz del Señor que nos ama.
Una joven francesa se hospeda en un hogar de colombianos.
Le preguntan: ¿Qué haces?
Responde la joven con sencillez: estudio trabajo social, pero fundamentalmente yo anuncio a mi Señor Jesucristo.
Ojalá, como esa joven, pudiéramos decir sin cobardía:
Soy trabajador de planta, asesor jurídico, estudiante, ejecutivo, mujer profesional, empleada, profesora, ama de casa.
Pero fundamentalmente, encontré a Jesús, escucho su Palabra y la anuncio con Alegría a mis hermanos.