El Señor nos quiere como somos, también con nuestros defectos cuando luchamos por superarlos, y, para cambiarnos, cuenta con la gracia y con el tiempo. Las personas pueden cambiar, y, cuando tenemos que juzgar su actuación externa, las intenciones sólo Dios las conoce, nunca debemos hacer juicios inamovibles sobre ellas. Ante los defectos de quienes nos rodean a veces evidentes, innegables, no debe faltar nunca la caridad que mueve a la comprensión y ayuda."Llegará un momento en que las heridas serán olvidadas. Tenemos defectos, ¡pero podemos querernos! Porque somos hermanos, porque Cristo nos quiere de verdad...como somos"
"La verdadera caridad, así como no lleva cuenta de los "constantes y necesarios" servicios que presta, tampoco anota. La caridad puede más que los defectos de las personas, de la diversidad de caracteres, que todo aquello que se pueda interponer en el trato con los demás. La caridad vence todas las resistencias. Pidámosle hoy a la Virgen, Nuestra Madre, que nunca guardemos pequeñas o grandes ofensas, que causarían un enorme daño en nuestro corazón, en nuestro amor al Señor y en la caridad con el prójimo.