
Muchos hombres civilizados de nuestros días, nuevos paganos, levantan ídolos mejor construídos y más refinados que se presentan bajo capa de "progreso" o que proporcionan más material, bienestar, más placer, más comodidad... con un completo olvido de su ser espiritual y de su salvación eterna: su Dios es el vientre, y su gloria la propia vergüenza, pues ponen el corazón en las cosas terrenas. Es la idolatría moderna, a la que se ven tentados también muchos cristianos,olvidando el inmenso tesoro de su fe, la riqueza del amor a Dios.
Son muchas las razones que nos mueven a amar a Dios: nos sacó de la nada y Él mismo nos gobierna, nos facilita las cosas necesarias para la vida y el sustento...nos elevó al orden de la gracia al redimirnos del poder del pecado por la Muerte y Pasión de su Hijo Unigénito, nos dio la dignidad de ser hijos suyos y templos del Espíritu Santo.
Se falta al amor a Dios cuando no se le da el culto debido, cuando no se ora o se ora mal, en las dudas voluntarias contra la fe, la lectura de libros o revistas que atentan a la fe o a la moral, al dar crédito de supersticiones o doctrinas que se presentan como científicas que se oponen a la fe, ambas fruto de la ignorancia; al exponerse o exponer a los hijos, a aquellas personas que tenemos a nuestro cuidado, a influencias dañinas para la fe o la moral; al desconfiar de Dios, de su poder o de su bondad. Nosotros queremos tener puesto el corazón en el Señor y en las personas, y en las tareas que realizamos por Él y con Él.
El amor a Dios abarca todos los aspectos de la vida del hombre y tiene muchas manifestaciones: si le damos el culto que le es debido, a través de nuestro trabajo bien hecho, del cumplimiento fiel de nuestros deberes en la familia, en la empresa, en la sociedad; con nuestra mente, con el corazón, con el porte exterior, propio de un hijo de Dios. El amor a Dios, y el verdadero amor al prójimo, se alimenta en la oración y en los sacramentos, en la lucha por superar nuestros defectos, en mantenernos en Su presencia a lo largo del día. Pensemos en qué tenemos el corazón a lo largo del día.