Ser santo consiste en amar

Ser santo consiste en amar a Dios y al prójimo por amor a Dios. Ser santo es amar a los hermanos como Jesús nos ha amado. Todo se reduce al amor. ¿Entienden esto los hombres de hoy? ¿Lo entienden los cristianos? A veces hay que decir que muchos honran a Dios con los labios pero sus corazones están muy lejos de Él.

Ojalá nosotros no seamos de su número, y trabajemos por ser simples y amorosos con Dios y con los prójimos, porque en el atardecer de la vida nos examinarán en el amor, es decir que en el juicio nos preguntarán si hemos cumplido los mandamientos y realizado las obras de misericordia, cosas ambas que son reglas para encauzar el amor y practicarlo.

Jesús ha dicho algo muy importante y es que el que cumple los mandamientos ése es el que ama realmente a Jesús, que ama realmente a Dios. Hoy se habla mucho de amor a Dios y al prójimo pero no se cumplen los Diez Mandamientos ni las enseñanzas de Jesús en el Evangelio. ¿Es esto amor? ¡No! Esto es odio.

Porque no hay que engañarse: O se está con Cristo y se vive en gracia de Dios, o se está con el demonio y se vive en pecado. No hay términos medios. ¿Nosotros en qué bando estamos? Si estamos en el incorrecto, hagamos una sincera confesión y decidámonos a seguir a Jesús por el camino de la cruz que nos lleva a la gloria de la resurrección.

Dios quiere que seamos santos. Y no es un acto de soberbia pensar que llegaremos a ser santos, porque somos nosotros y es Dios mismo el que quiere que esto suceda. Y a pesar de que el demonio nos quiera desanimar y desalentar, no nos rindamos y cada día hagamos el propósito de ser mejores y más santos, sabiendo que no seremos santos de la noche a la mañana sino que iremos creciendo gradualmente en la santidad con la gracia y la ayuda de Dios.