Fe inquebrantable


Jesús exige a sus discípulos una fe inquebrantable en su Persona, hasta tomar la cruz sobre sus espaldas: el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de Mí. Nosotros queremos seguirle muy de cerca, y acudimos al Sagrario y le decimos: Señor, Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Y tendremos la valentía de dar a conocer en cualquier ambiente, nuestra fe y nuestro amor a Cristo vivo.


Después de muchos siglos, Jesús sigue siendo para muchos, una figura desdibujada, inconcreta. Verdaderamente, siguen siendo actuales las palabras del Bautista: En medio de vosotros está uno a quien no conocéis. Nosotros creemos por la fe que Jesucristo es perfecto Dios y Perfecto Hombre, dos naturalezas distintas, una divina y una humana, distintas e inseparables, y una única persona, La segunda de la Trinidad Beatísima, increada y eterna, que se encarnó por obra del Espíritu Santo en el seno purísimo de María.

Jesús vive: Jesucristo ayer, hoy y siempre. "Somos los hombres los que a veces no alcanzamos a descubrir su rostro, perennemente actual, porque miramos con ojos cansados o turbios".

Yo soy el Camino, la Verdad y la vida. Nadie puede ir al Padre sino por Él. Sólo por Él, con Él y en Él podremos alcanzar nuestro destino sobrenatural. Cristo es también la Verdad. La verdad absoluta y total, Sabiduría increada, que se nos revela en su Humanidad Santísima.

Sin Cristo, nuestra vida es una gran mentira. Cristo es nuestra Vida, porque nos mereció la gracia, vida sobrenatural del alma; porque esa vida brota de Él, de modo especial en los sacramentos, y porque nos la comunica a nosotros. Cuando el Señor nos pregunte en la intimidad de nuestro corazón: "y tú, ¿quién dices que soy Yo?", que sepamos responderle con la fe de Pedro: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Camino, la Verdad y la Vida... Aquel sin el cual mi vida está completamente perdida.