
En este libro tenemos descrito el humanismo de Dios. Es un mensaje que proporciona una alegría increíble. El mensaje más humano y más divino que se enfrenta a todas las ideologías existentes. El mensaje más humano: Porque no obliga a nadie a quedarse a la izquierda. Nadie se ve rechasado ni expulsado. Es tanta la comprensión, la bondad y la simpatía hacia los débiles y los pecadores, hacia la gente que no consigue salir adelante que cualquiera puede sentirse como en casa. El mensaje más divino; Porque no hay nadie que pueda calcular sus dimensiones: la amplitud, la altura y la profundidad que tiene. Quien haya entrado una vez en él con fe encuentra tanta luz, tanta alegría, tanta vida, que lo notará con todas las fibras de su ser -aunque le sea imposible explicarlo con palabras. Este es el mensaje que puede salvar al mundo. Si no existiera el Evangelio habría que inventarlo si fuera posible para poder hacer felices a los hombres no “cuando sea” sino hoy aquí y ahora en esta aldea que se llama tierra. Ese Evangelio no contiene doctrinas ni dogmas ni filosofías. Es “Vida”. Aquí no se encuentra una cosa, un recuerdo, una imagen pasada; lo que se encuentra es una Persona, alguien que vive de verdad y cuya presencia la pueden notar quienes lo aman.
Desde fuera no hay quien pueda emitir un juicio apropiado. Lo dice la experiencia. Hay que vivirlo en cuerpo y alma, de lo contrario no pasa de ser un objeto frío, ajeno, y no podemos comprender nada. Para quien Dios sólo es un fantasma y los hombres sólo una estructura determinada de átomos y moléculas, el Evangelio a lo sumo contendrá un puñado de ideas bonitas, pero el mensaje auténtico le quedará vedado.
A quien tiene fe, el Evangelio le da una respuesta difícil, pero clara a la cuestión sobre el sentido más profundo de la vida y sobre lo que significa ser “persona” y vivir con los demás. Una respuesta nítida a la pregunta: ¿Cómo podrá convivir tanta gente? ¿Cómo se podrán acabar las guerras, las violencias? El Evangelio del amor sigue siendo el Evangelio del disparate porque su argumento es un amor que no es nada ligero, que está marcado por el signo de la Cruz.
Quien elige este amor renuncia a sus propios poderes, y se pone en el último lugar al servicio de todos los demás.