Día grande en la historia y en la Iglesia, porque es el día que llega el Espíritu Santo, como dice el himno de Laude: "esta es la fuerza que pone en pie a la Iglesia, en medio de las plazas, para hablar con palabras como espadas". ¿No es verdad que hoy nos hace mucha falta el Espíritu Santo, la fuerza que nos haga predicar en las plazas? Hoy ni a las calles nos atrevemos a salir en procesión, cuanto menos a predicar en las plazas. ¿Dónde están hoy los predicadores que hablen con palabras como espadas? Si no gritamos "Padre" es que el Espíritu Santo se ha ausentado de nosotros.
Desde Pentecostés, el Espíritu Santo viene a ser la Vida de la Iglesia, "la realidad dominante". El Espíritu Santo es la fuente de guía de la Iglesia. No hay decisión o paso importante que se haya dado en la Iglesia sin la guía del Espíritu Santo. "Todos los líderes de la Iglesia eran hombres del espíritu. Él era su clima, el aire que respiraban".
La Iglesia necesita un eterno Pentecostés, necesita fuego en su corazón, palabras en su boca. La Iglesia necesita ser templo del Espíritu Santo, lo cual quiere decir que necesita pureza total de vida interior. Ante el mundo vacío de los hombres de hoy, totalmente extrovertidos por la seductora y fascinante vida exterior que les corrompe con falsas felicidades que presenta a sus ojos, la Iglesia necesita volver a encontrar el Amor, la Certeza de su Verdad y escuchar en el silencio el diálogo del Espíritu Santo que enseña toda Verdad.
La Iglesia necesita sentir el flujo de ese Amor que se llama "Caridad" y que se difunde en nuestros corazones, precisamente por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.
La Iglesia necesita de nuevo ardor que la impulse a actuar para expresar esta Caridad por actos; necesita testimonio, apostolado.
He aquí lo que necesita la Iglesia; necesita Espíritu Santo en nosotros, en cada uno de nosotros, en todos nosotros juntos, en los que constituímos la Iglesia.
¿Cómo esta Plenitud interior se ha podido debilitar en tantas almas que sin embargo se dicen Iglesia?
Nuestra primera devoción debe ser la del Espíritu Santo.
La vida de Cristo sólo se consigue:
Por la Oración, por la evocación al Espíritu Santo;
Por la devoción a la Virgen, cultivando el estado de Gracia, llevando una vida enteramente impregnada de Caridad y al servicio de la Caridad, lo cual no es otra cosa que el Don del Espíritu Santo.
Es el Espíritu Santo de quien necesita sobre todo la Iglesia hoy.
Desde Pentecostés, el Espíritu Santo viene a ser la Vida de la Iglesia, "la realidad dominante". El Espíritu Santo es la fuente de guía de la Iglesia. No hay decisión o paso importante que se haya dado en la Iglesia sin la guía del Espíritu Santo. "Todos los líderes de la Iglesia eran hombres del espíritu. Él era su clima, el aire que respiraban".
La Iglesia necesita un eterno Pentecostés, necesita fuego en su corazón, palabras en su boca. La Iglesia necesita ser templo del Espíritu Santo, lo cual quiere decir que necesita pureza total de vida interior. Ante el mundo vacío de los hombres de hoy, totalmente extrovertidos por la seductora y fascinante vida exterior que les corrompe con falsas felicidades que presenta a sus ojos, la Iglesia necesita volver a encontrar el Amor, la Certeza de su Verdad y escuchar en el silencio el diálogo del Espíritu Santo que enseña toda Verdad.
La Iglesia necesita sentir el flujo de ese Amor que se llama "Caridad" y que se difunde en nuestros corazones, precisamente por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.
La Iglesia necesita de nuevo ardor que la impulse a actuar para expresar esta Caridad por actos; necesita testimonio, apostolado.
He aquí lo que necesita la Iglesia; necesita Espíritu Santo en nosotros, en cada uno de nosotros, en todos nosotros juntos, en los que constituímos la Iglesia.
¿Cómo esta Plenitud interior se ha podido debilitar en tantas almas que sin embargo se dicen Iglesia?
Nuestra primera devoción debe ser la del Espíritu Santo.
La vida de Cristo sólo se consigue:
Por la Oración, por la evocación al Espíritu Santo;
Por la devoción a la Virgen, cultivando el estado de Gracia, llevando una vida enteramente impregnada de Caridad y al servicio de la Caridad, lo cual no es otra cosa que el Don del Espíritu Santo.
Es el Espíritu Santo de quien necesita sobre todo la Iglesia hoy.