El dolor

Hay un elemento integrante de la vida humana que ni los cristianos acabamos de aceptar y asimilar, “ el dolor”.
Para entender el dolor hay que verlo sobre la luz de los evangelios porque el dolor llena su tercera parte y sobre la luz de Cristo porque toda su vida fue “subida” hacia Jerusalén, hacia “el gólgota”.
La sufrida vida de Jesús tiene una cara para la Cruz y otra cara que no se separa de ella y es: “la Gloria”.
La Cruz no tendría sentido si fuera cruz de un Dios muerto. La resurrección fue su cumbre, la cumbre de conocer a Dios.
La cruz nos hizo conocer a Dios hasta el final y saber hacia donde llega Él “con la resurrección”. Es imposible separar la cruz de la gloria.
La cruz no es cuestión de media hora de dolor, que la soportamos para ganar la gloria. La cruz es la cumbre del dar amoroso. “El viernes santo es el día del Amor”. Ese amor que resucitó.
Lo que le pasó a Cristo nos pasará a nosotros también. Él nos dice: quien quiera seguirme que cargue con su cruz y me siga. Jesús no buscó la cruz sino quiso pasar por donde debe pasar para salvarnos; más bien, Él sudó sangre ante el dolor, pero el amor era más fuerte: no mi voluntad, sino la tuya. Y fue juzgado, en pocas palabras: sufrió: ¿Esa es la respuesta de Dios al sufrimiento de la gente?
Cada hombre chocará un día con el dolor. La televisión, la radio y la vida le dan su almuerzo diario de miseria y desgracia, y puede que ese hombre esté enfermo.....etc., y dice: “si hubiera un Dios bueno.....Esa es la conclusión de muchos. Así pensaba Abikor, casi en el siglo cuarto antes de Cristo. Los filósofos intentan buscar explicaciones -ese es su trabajo-, pero eso no vale la pena por tres motivos:
1)Porque el dolor muchas veces es muy fuerte, como un techo de una Iglesia que cae sobre la cabeza de los creyentes ó un terremoto grande que mata a miles. ¿Quién desea explicar ese caso terrible?
2)¿No es excusarse en los dolores de los demás un juego infernal? El que no sufre no le interesan los filósofos del dolor y el que sufre no los puede soportar y tiene razón.
3)Todas estas explicaciones caen ante el dolor de los niños que todavía no piensan unir sus fuerzas para luchar por un mundo mejor, que no pueden todavía a través del dolor ser más humanos y más cercanos a sus hermanos sufridos, que son novatos en la vida y no podemos olvidar su derecho de ser niños. No puede ser la última palabra ante sus dolores: “dolores sin sentido”.

Sin duda gran parte del dolor humano y de los niños regresa a la ignorancia y la hipocresía de la gente: guerras, exterminios.......etc. En este caso no tiene sentido buscar explicaciones. El hombre fue creado libre y el mundo es una fábrica de trabajo donde hay leyes naturales conocidas. Si chocas contra el muro a cien kilómetros por hora no puedes decir: ¿Por qué el muro no me vió? Pero hay muchos males y dolores donde el hombre no tiene nada que ver.
¿Qué dice Cristo? Cristo, el inocente, no trata de buscar excusas para el dolor y la muerte. Él los lucha. Vino a destruirlos y lo logró.
Sanar enfermos, resucitar muertos, luchar por los sufridos, matar la muerte, esa era toda su vida, y si nos pide amar y perdonar es porque Él nos dio el ejemplo primero: “dio el gran grito de venganza frente a sus matones, diciendo: “perdónalos Padre porque no saben lo que hacen”.
Ejemplo de Jesús y el ciego de nacimiento: la gente quiere explicaciones no porque son cómodas y no nos comprometen de nada, sino al contrario nos liberan: “ese pecó ó él”; no me interesa, no puedo hacer nada; Jesús no está de acuerdo con eso; “todo eso no sirve mientras haya gente sufriendo”. No hay explicación, pero si hay algo que podemos hacer. Podemos hacer algo frente a cada dolor. Podemos dar a conocer los hechos de Dios....Las obras de misericordia. El juicio final del mundo y del nuestro será sobre ese punto, sobre nuestra verdadera atención de poner fin al sufrimiento de los hambrientos, los sedientos.......etc. El mal es un problema para los filósofos, pero para Cristo y los cristianos es un enemigo, es un reto que exige rechazo. “El mal no se explica sino se lucha”. Tenemos que entender que Dios tiene una visión diferente hacia el dolor.
Dios hizo callar a Job diciéndole: ¿Quién eres tú para juzgar a Dios? Y Cristo no explicó el caso más que el libro de Job. Él por su entrada al mundo aseguró que el mundo fue creado para Él y que el mundo está para el hombre, no en su contra. E hizo más que eso: tomó un cuerpo aceptable al dolor y la muerte y escogió el dolor de la Cruz en vez de una vida cómoda, y declaró que el dolor y la muerte pueden ser para el bien y que la Cruz y la Gloria, en el punto de vista de Dios, tienen un significado distinto al nuestro.
Tenemos que confiar que los caminos de Dios son diferentes a los nuestros y que Él tiene una mirada muy positiva hacia el dolor. De manera que Él mismo entró en el dolor como en un camino necesario: “¿No tenía que sufrir el hijo del hombre para entrar en su gloria?”, le dice Jesús a los discípulos de Emaús. Y así en Cristo, con Cristo, llega a ser nuestro dolor y nuestra muerte necesarios para nuestra vida y gloria.
Para entender esto mejor, tenemos que entender estos dos misterios claves del hombre: su llamado a la divinidad y su realidad humana, y entre los dos, un abismo imposible de pasarlo.
Ejemplo: la pepita del trigo: el hombre está llamado a ser divino pero se basta de este mundo, sus bienes y placeres exactamente como la pepita de trigo que está llamada a dar mucho fruto y se basta con quedar una pepita linda dorada, y así queda el hombre incapaz de liberarse solo de ese egoísmo. Solamente Dios puede salvarle y hacerle abrir a una nueva vida. Y Dios hace ésto con el dolor, la muerte y la vida nueva de Jesús. El hombre está llamado a poner su confianza en este Dios que da la vida y así le pasa lo que le pasó a Jesús.
El dolor no es un castigo sino un cambio…Transformación interna lenta. El dolor es explosión que lleva a otra vida, es rompimiento, desgarro “huevo de gallina”. Es sacar del mundo para entrar en otro, es morir al mundo para nacer a otro. Ejemplo, “el parto”.
El hombre no se sobrepasa a sí mismo sino a través del dolor. Cristo es el primogénito de todas las criaturas y lo que le pasó nos pasará por ser socios de su humanidad y los niños también llevan en sus cuerpos la agonía de Cristo para luego aparecer en ellos la gloria de Cristo.
La salvación del hombre es la vida con Cristo, o sea: la vida del Dios mismo. Y la vida donde Dios es “el Amor”, el renunciar a sí mismo, el sacrificio por los demás. Entonces, la muerte no es el fin, la nada, sino, si la aceptamos, llega a ser la cumbre del Amor. Y la muerte de los demás es el testigo del Amor que no conoce el egoísmo. Así murió Dios por amor al hombre. Pero nuestro amor no es así, no es ilimitado, pero afortunadamente la cruz está presente siempre como fuego para purificarnos. El dolor es la única manera para purificarnos y poner fin a nuestro egoísmo y crear el amor en nosotros. “Debe quemar en nosotros todo lo que se debe quemar para reinar Dios en nosotros”. El dolor no es un acontecimiento pasajero sino es el camino. Y así se convierte el dolor para el creyente no en la ausencia de Dios, sino en una presencia amorosa .Y si el dolor es un misterio, el amor es un misterio más grande que Él.