Dios no te enseña sino un solo himno que es: “el himno de la fe, la esperanza y la caridad”. Que sea tu fe fuerte en Él mientras no lo ves, para alegrarte después de la fe cuando veas su luz. Pues allá no se te dirá: cree de lo que no ves, sino alégrate de lo que ves. Y fortalece tu esperanza en Él, para que no se tambalee sino que sea construída sobre Dios que no se tambalea.
La paciencia ahora es necesaria hasta lograr las promesas, y en la esperanza nadie necesita la paciencia. Cuando se pide de ti tener paciencia es porque estás en una angustia, y cuando se te dice: ten paciencia, aguanta y espera, es porque estás bajo una tentación y Dios quiere que seas en ella fuerte.
Muchos son los sufrimientos de la vida, de adentro y de afuera, y son constantes: “las dudas son muchas y nadie se da cuenta de ellas sino el que camina en el camino de Dios. Y todas las páginas divinas en la Biblia te llaman a soportar el presente y esperar el futuro, y a amar lo que no se ve hasta llegar a abrazar lo que se ve. El amor que sigue a la fe y la esperanza está más arriba que ellas, porque la fe se especializa de lo que no se ve y se convierte verdad lo que no se veía cuando se ha visto. Y la esperanza es esperar el bien para el hombre que no lo obtuvo todavía, y cuando lo obtenga la esperanza será nula, no tiene sentido. Pero el amor no conoce la vanidad, más bien crece constantemente.
Si amas ahora a quien no ves, ¿Cómo lo amarás cuando lo veas?
No te prometas a ti mismo la paz ahora, para que no te invada el enemigo y tú creas que estás en paz. Eres como quien viaja en el mar y en peligro de los huracanes, en un barco lleno de las tentaciones diarias del mundo. Si crees estará contigo Cristo porque Él en la fe habita en nuestros corazones y en tu corazón. Mientras dormía Jesús en el barco, los discípulos tuvieron miedo cuando el barco estaba a punto de naufragar por el huracán. Así se conmueve tu corazón cuando soplan los vientos del mundo. Se conmueve porque Cristo está dormido en ti.
Soplan los vientos cuando tu ves los malos disfrutando de los bienes mientras los buenos están bajo las desgracias: “esa es la tentación y las grandes olas”, y luego dices: ¿Señor esa es tu justicia? Te responde Dios: ¿Esa es tu fe? ¿Acaso te prometí todas esas cosas? ¿O acaso te hiciste cristiano para divertirte en este mundo? ¿Y te duele ver a los malos que luego sufrirán disfrutando ahora?
Todas esas palabras te vienen porque Cristo está dormido y la fe que te viene de Cristo está dormida también en tu corazón. Despiértalo y dile que estás cayendo. Así se despierta Cristo, se te regresa la fe y te das cuenta que los bienes de los malos son vanos y que sus bienes serán quitados a ellos en este mundo cuando mueran, mientras lo que te fue prometido por Él quedará para siempre. El hombre sufre muchas veces sin querer esperar. Es mejor pensar en Cristo cuando se le presente una dificultad, porque lo que soportó Cristo nadie lo puede imaginar. Si olvida los sufrimientos de su maestro, duerme Cristo en Él y si lo recuerda se despierta, y si medita sus sufrimientos y ve en ellos algo que se parece a los de Cristo, se consuela y por ser consolado se alegra, porque Cristo se despertó y ordenó a los vientos y hubo un silencio grande.