
La aceptación rendida de la Voluntad de Dios trae necesariamente el gozo y la paz: la felicidad en la Cruz. Seguir a Jesús no es un camino fácil: no coincide siempre con lo que nos apetece hacer, ni
siquiera con lo que humanamente parece que sea lo mejor. A veces cuesta aceptar rendidamente su voluntad. A Él le costó sangre decir: "no se haga mi voluntad sino la tuya" (Lucas 22,42). Pero también es cierto que la aceptación rendida de la Voluntad de Dios trae necesariamente el gozo y la paz: la felicidad en la Cruz. Aún más, la capacidad de sacrificio es la medida de la capacidad del amor y de la felicidad.
La medida de poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor (Santa Teresa). Esta es la razón profunda de la alegría cristiana: Dios no nos deja solo, porque nosotros estamos buscando hacer su voluntad, porque intentamos comportarnos en todo momento como un hijo fiel.Dios es nuestro Padre, y está siempre pendiente de nosotros.