
Tu rostro buscaré, Señor. La contemplación de Dios saciará nuestras ansias de felicidad. Y esto tendrá lugar al despertar, porque la vida es como un sueño. Cuando el Señor dice: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia, no se refería a una vida terrena cómoda y sin dificultades, sino a la vida eterna, que se incoa ya en ésta.
Es de tal valor la vida que Cristo nos ha ganado que todos los bienes terrenos deben estarle subordinados. El precio que Cristo pagó por nuestro rescate fue su propia vida. San Pablo nos recuerda: Habéis sido comprados a gran precio, y añade: glorificad a Dios y llevadle en vuestro cuerpo. ¿Cómo aprecio la vida de la gracia que me consiguió Cristo en el Calvario? ¿Pongo los medios para aumentarla? ¿Evito las ocasiones de pecar?
La Cuaresma es un buen momento para recordar que la Redención se realizó una sola vez mediante la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo y se actualiza ahora en cada hombre, de un modo particularmente intenso, cuando participa íntimamente del Sacrificio de la Misa. Se realiza también en cada una de nuestras conversiones interiores, cuando hacemos una buena Confesión, cuando ofrecemos el dolor en reparación de nuestros pecados, por nuestra salvación y por la de todo el mundo: nos hacemos corredentores con Cristo. Al terminar nuestra oración acudimos a la Virgen para que nos enseñe a vivir nuestra vocación de corredentores con Cristo en medio de nuestra vida ordinaria.