Si quieres vivir feliz ama lo que Dios te promete más de lo que el mundo te promete. No hay que prometernos sino lo que nos prometió de Él la Biblia, y ella no nos prometió sobre esta tierra las molestias, persecuciones, dolor, tentación. Y si es así, prepárate para todo ésto y nunca trates de buscar la alegría en esta tierra. Ella es algo muy grande pero no es de aquí, y si así es, entonces elevamos nuestros corazones hacia arriba.
Hemos experimentado nuestra vida aquí en la tierra: llena de dolor, cansancio, peligro, pasiones. De su ganancia nos alegramos y por perderlas sufrimos. El humilde anhela la altura, el grande teme caerse. ¿Quién no tiene envidia a quien tiene? Y quien tiene, ¿ignora a quien no tiene? Sin embargo, ponemos nuestras esperanzas en este mundo. “La alegría falsa es una verdadera miseria”. Cuando obtenemos algo nos parece tonto, pedimos otra cosa deseando que sea mejor, y si llegamos a obtener todos los bienes, pierden su valor y se convierten en algo vacío. Muchas veces deja el hombre todo por su vida presente, corta y al final llega para nada.
El mundo te dice: “feo soy yo”, y tu lo sigues; “duro soy yo”, y tu lo abrazas; y luego te dice: “no me quedaré contigo, y si lo estoy ahora es para un tiempo, pero no para siempre, soy capaz de quitarte todo e incapaz de hacerte feliz”. Nosotros por ser cristianos tenemos que pedir a Dios que nos dé la fuerza para vencer las tentaciones y amar la belleza de la vida que no vio ojo ni escuchó oído, que es “Dios mismo”. Y si nuestra vida es vapor, que aparece un poco y luego se acaba, pondremos nuestras esperanzas en Dios, pidiendo lo que es eterno, escogiendo la vida buena para llegar a la vida eterna. Aquí hay vida buena, pero no feliz y quien la vive prepara para el futuro una vida feliz, eterna. Si preguntas a una persona: ¿Quieres algo malo? Te dice: ¡No! Y si no pide sino el bien, entonces tiene que ser bueno en sí mismo. Y si la verdad nos promete una vida eterna, que es “Dios”, no hay que preferir nuestra vida terrenal a esa vida eterna.
Cada ser humano quiere vivir feliz, pero nadie lo será aquí. Si desea algo y no tiene la capacidad para obtenerlo, “sufre”, y si obtiene lo que no debe buscar, “pierde”; el cansancio al final lo está siguiendo y no hay alegría con el cansancio. “La alegría es un “bien” muy importante, que lo busca el bueno y el malo, y no es extraño que la tenga el bueno por su virtud, pero lo extraño es que los malos sigan libremente haciendo el mal buscándola. El que busca en su pasión su alegría se considera miserable: El avaro, el que desea la venganza, el que abusa del poder, el que calma su maldad con la desgracia de los demás... Todos éstos buscan a través de sus crímenes su alegría. Toda esta gente vuelve al buen camino si escucha la voz divina que dice: “se condenan sin darse cuenta, ese no es el buen camino; sus deseos en la alegría son seguros, pero los caminos que están agarrando son peligrosos. Si quieren de verdad buscar ese “bien” grande, vengan y caminen por aquí. El que está caminando en el mal no es feliz. Él se alegra por la esperanza, pero no lo es todavía en la realidad. No es feliz por el dolor sino porque sabe que tiene el reino de Dios que se conserva para él. Entonces pedimos a Dios para que sea nuestro y así seremos felices. Si tienes oro, sé su dueño y no su esclavo porque Dios los creó a ustedes dos y les dió dominio sobre él. ¿Qué te falta y Dios está contigo?.
Hay dos ciudades diferentes una a la otra: Jerusalén y Babilonia. Una, desea la eternidad y la otra, lo terrenal. Una, nacida del amor de Dios y la otra, del amor del mundo. Mira el amor que está en ti para que sepas a qué ciudad perteneces. Eleva tu corazón hacia arriba y dile a Cristo que niegas todo lo que te dé si no te da a sí mismo y que te dé el don del anhelo hacia arriba siempre para que crezca a través de la Iglesia y te haga ver lo que no vió ojo, ni escuchó oídos, ni ocurrió en la mente lo que Dios preparó a su gente. Amén.