Su vida oculta: durante treinta años no se escuchó la palabra del hijo de Dios. Los evangelios quisieron guardar silencio sobre sus dichos y hechos. Pero Jesús habló en silencio y sus hechos hablaron más que los discursos.
Jesús asumió todo lo humano menos el pecado: la familia, el trabajo, la lengua, las costumbres de un país... El nombre que le dieron, el de “Jesús de Nazaret”, que vive en aquel pueblo conocido por todos.
Es entendible la sorpresa de los que oyeron a Jesús al comenzar su vida pública hablando palabras llenas de sabiduría y haciendo milagros. Sorpresa que manifiesta expresiones como esta: ¿no es éste el hijo de José? Esos treinta años que Jesús vivió con su gente se llama la vida oculta, al contrario de los tres años de vida pública donde apareció su mesianidad y divinidad.
¿Acaso esos treinta años fueron un tiempo de preparación para el tiempo de predicación que vino después? No parece así porque habría quedado de ellos una huella aunque sea pequeña; más bien, la reacción de la gente que lo conocía y le escuchó hablando y haciendo cosas extraordinarias fue sorpresiva. Entonces, ese tiempo no era ni tiempo de preparación ni de espera, ni un tiempo perdido, sino más bien una manera silenciosa donde Dios habla calladamente en la vida oculta de Jesús.
El Concilio Vaticano II dice sobre esto: para captar lo que el Hijo de Dios ha querido revelar no se debe mirar solamente sus palabras sino su vida entera. Los silencios de Jesús y trabajo callado, también sus gestos más sencillos, son reveladores: nacer, ser niño, comer, dormir, trabajar...... El hijo de Dios con su encarnación se unió con todos los hombres. Trabajó con manos de hombres, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre.
Para alcanzar la meta del hombre, que es la vida eterna, hace falta fijarse bien en los detalles de como vivió Jesús y en lo que dijo. La vida oculta de Jesús nos muestra el camino de la humildad, la pobreza,la obediencia y del trabajo en la vida ordinaria y familiar de Nazaret. Los tres forman en este mundo como una trinidad que conduce hacia Dios....Ir a la trinidad del cielo a través de la trinidad de la tierra que forman Jesús María y José. Jamás ha existido una comunidad humana con un amor tan grande con todos sus efectos: mutuo, entendimiento, servicio, alegría.....Y todo de manera tan sencilla e imitable por cualquier ser humano. En la sagrada familia, Jesús ama como perfecto Dios y perfecto hombre que es; María, como llena de Gracia, corresponde de una manera total; José es el hombre justo, santo, que recibe la ayuda divina por dosis y está a la altura de las circunstancias.
Jesús, María y José, siempre con los tres. Así nuestra vida ordinaria será ocasión de encuentro con Dios y de auténtica santificación del mundo, de la familia y de uno mismo.
El inicio de su vida pública: Jesús llega al Jordán para ser bautizado por Juan, pero éste se resiste diciendo: “Soy yo quien necesita se bautizado por tí, ¿cómo vienes tú a mi? Y el bautista dirá más tarde que no lo conocía como Mesías y portador del bautismo de fuego y Espíritu Santo, pero sí lo conocía como pariente, al menos del oír por las palabras de su madre Isabel. Sabe que Jesús es Justo, que no hay pecado en Él, que reza, que ama a Dios y a sus padres.
Y Jesús cumple toda justicia. Y en aquellos momentos, el inocente de pecado, asume todo los pecados del hombre como si fueran suyos sin serlo. Esta decisión le costará sangre, amor difícil y total hasta dar la vida por todos. Al salir Jesús del agua, sucede el gran acontecimiento. Dios se manifiesta. Los dos son uno en unión de amor. Jesús baja al agua como hombre por la libertad humana de entregarse por los hombres y por amor al Padre. Y el Padre se complace en este hombre y ve a todos los hombres saliendo del pecado y les ama en el Hijo.
Jesús es ungido por el Espíritu Santo. Jesús es así el Cristo. El rey del reino del Padre. Antes los reyes se ungían con aceite y la gracia les daba fuerza. Pero la unción de Cristo es diferente. Ahora el Espíritu mismo unge a Cristo, o sea: la divinidad por completa caerá sobre Él. Y el Espíritu Santo podrá actuar en plena libertad en Él. Y conducido por el Espíritu sale del Jordán al desierto para un gran combate: asumirá su vocación de Mesías con toda su plenitud humana. Jesús vive la experiencia religiosa en una forma de espiritualidad extrema. Muchos se han sentido llamados al silencio para entrar en relación íntima con Dios sin que nada distraiga esa tensión. Y ahí se dan las tentaciones que permanecen durante toda la vida de Jesús, pero aquí se plantean con gran dureza. El diablo como enemigo lúcido que plantea los verdaderos problemas, será el padre de la mentira que intenta alejar a Jesús de su misión.
En sus tentaciones no tratará de investigar quién es Jesús sino de plantear su propia tentación al hombre que ha sido llamado el hijo amado, que trae el bautismo de fuego. El diablo no cree que un hombre puede amar más allá del amor propio y se lo va decir claramente a Jesús.
Las tentaciones:las tentaciones se dan después de cuarenta días de ayuno. Siente hambre, se agota, experimenta las limitaciones del cuerpo. También la mente está influída por el cansancio, el hambre y la soledad. El enemigo elige el momento más adecuado para tentarle, donde la humanidad está debilitada. Y ahí está la situación extrema donde se verá si Cristo acepta el reto que le va a plantear.
Es posible que creyendo en la divinidad de Cristo creamos que las tentaciones son externas, pero no es así. Eso fue real. Jesús experimentó las tentaciones, ve el lado positivo de cada tentación, que la victoria es real y el resultado final confirma al diablo que se puede ser fiel al proyecto amoroso del Padre, que es posible cumplir la voluntad de Dios como hombre a pesar de todo.
Muchos ven en las tentaciones: el desorden de la sensualidad y la carne, la soberbia y el orgullo, y la inquietud del dinero y el poder.
Las respuestas de Cristo aciertan las soluciones, el espíritu está sobre la materia y debe dominarla, la humildad lleva a confiar en Dios y el poder es para servir a Dios y a los demás. Las tres tentaciones intentan quebrar el mesianismo de Cristo, pero hay un nivel más profundo. Veamos la primera tentación.
Jesús tiene un cuerpo, o sea: de sentido y afectividad, tiene necesidades sensitivas. La tentación le dice: “si eres hijo de Dios, convierte esta piedra en pan”; es decir, haz un milagro con tu poder de hijo de Dios para satisfacer tus necesidades. La respuesta de Jesús es clara: Esas necesidades no son malas pero no sólo de pan vive el hombre...... Si el diablo le hubiera puesto algo ilegal, Cristo lo hubiera rechazado de forma directa. Pero en esta primera tentación, Jesús rechaza algo que en sí mismo no es malo, pero se trata de vivir un amor que se va más allá del amor propio y de la satisfacción que dan cosas buenas. Jesús responde con una palabra del libro de la sabiduría, que señala que el placer de los sentidos no es malo dentro de su función natural, pero no es todo. Existe un amor espiritual que supera las atracciones de lo sensible sin decir que sean malas, aunque pueden serlo por desorden o exceso. La primera lucha terminó aunque la tentación seguirá a Jesús toda la vida, especialmente en la Cruz, donde el dolor será máximo. Pero el amor era más.
La segunda es más profunda y complicada. El diablo cita el salmo 91 diciendo: si eres hijo de Dios arrójate abajo...... Jesús es hijo de Dios y confía en el Padre; por eso el diablo le plantea la posibilidad de la salvación de la humanidad a través de un milagro. Eso es posible para Dios tanto como para quien confía en Dios. Pero se trata de dejar asombrados a los hombres ante la manifestación de un poder sobrenatural, o sea: le oculta con engaño que se puede introducir la vanidad de ser admirado por el hecho y el prodigio y se abandona el camino de la humildad.
Jesús podía usar su poder pero quedaría oculta la manifestación del amor. La tentación es contra el mismo Dios como se ve en la respuesta de Jesús. ¿Es posible tentar a Dios? Sí. No porque puede pecar es imposible sino en el sentido de que Él se decida cambiar el proyecto de la Salvación, a que Jesús rechace el camino más difícil que es el dolor, y le propone utilizar el de la salvación sobrenatural, y Cristo rechace el camino del triunfo humano, lejos de la humildad y del amor al Padre. No tentar a Dios es confiar en su misericordia y su decreto de salvar al hombre a través de un sacrificio perfecto.
La tercera es aún más profunda. Jesús será llamado rey de justicia, de paz y ahí viene la seducción. De nuevo el diablo le muestra los reinos del mundo y le dice: todas estas serán para tí......Le propone un reino donde reina la justicia, la paz,o sea, le dice: se puede organizar un reino de justicia. Toma el poder político y haz un reino donde todos puedan y deban ser justos y así podrán alcanzar la salvación que tú quieres. No está fuera de tus posibilidades hacer un movimiento que llega de cualquier hombre que lo ha hecho y antes de tí desfilarán todos los reinos humanos y además un reino religioso es mucho mejor, será nada menos que el reino de Dios entre los hombres.
Pero no en vano, el diablo será llamado príncipe de este mundo. Es fácil que los poderosos con el poder se cieguen, se sirvan a sí mismos. Y la respuesta de Jesús es más fuerte que en los casos anteriores. Le dice Jesús: apártate de mí satanás....y se ata a la sabiduría amorosa del Padre. Dios sabe más; el reino será realidad en los que quieran. No será quitada la libertad a los hombres. Cierto que la pueden usar para burlarse de Dios pero siempre tendrán al alcance su misericordia. El reino será en el corazón de cada hombre, en su actividad humana. El pecado obstaculisará la justicia y el progreso pero al final vendré como Juez para los que quieren –mal o bien- vivir en libertad. Es difícil aceptar la libertad pero sin ella es imposible el amor. Todo el engaño de la tentación está ahí: suprimir el amor de la creación y rechazar el amor de Dios, cuya gloria es la vida amorosa del hombre, no un engreimiento soberbio del que quiere ser admirado, pues escrito está: al Señor tu Dios solo adorarás....Esto es el reino de Dios: la justicia de Dios entre los hombres y el que ellos veneren la perfección del amor divino.
Entonces, lo dejó y vinieron los ángeles a servirlo. Es el primer triunfo. Pero las batallas seguirán durante todo su vida hasta el final, especialmente en la pasión.
El cuento de la tentación en el comienzo de la vida de Jesús no es sino la explicación con un escenario trágico de la lucha interna y externa que vivía Jesús entre Él y sí mismo, y entre Él y los demás, durante toda su vida. Los Judíos disfrutaban al soñar dominar todas las naciones de la tierra. Querían un mundo extraño, fácil. “Que sea esa piedra pan”. Piden señales del cielo y el maná bajando sobre ellos, etc. La tentación no era un acontecimiento extraño en el comienzo de la vida del Señor, sino una guerra constante diaria contra la facilidad y el amor de lucir, contra un mesianismo falso. Jesús tenía que renovar diariamente esa elección, que la tomó en contra de ese huracán para enfrentar los deseos humanos y la avaricia que nacían en la ocasión de su presencia o sus palabras. Jesús no era una persona sin sentimientos. Al respecto de todas esas tentaciones ofrecidas para Él, de todo lado, su naturaleza humana se afectaba, y eso apareció más de una vez en los evangelios, en especial cuando Jesús se alejaba de un público animado, peligroso, para encontrarse con su Padre en la oración y la soledad. El rechazo a las tentaciones y aceptar el plan de Dios no se cumplen sin lucha verdadera, guerra profunda y desgarro interno trágico.
Jesús anuncia el reino de Dios:En los primeros meses, Jesús tiene una gran aceptación entre los que lo oyen y a los que le llega el mensaje. ¿Qué será lo que Jesús predicaba para ser tan alabado? Nada más, nada menos, que el reino de Dios. Juan había preparado el camino, pero ahora está en la puerta y Jesús es quien lo trae. Todas las miradas se dirigen hacia Él y las esperanzas despiertan. Y esa esperanza no era instantánea sino venía de siglos en la historia de Israel. Todos anhelaban una organización donde reinara la paz y la justicia, y donde el hombre pudiera relacionarse con Dios con libertad, a pesar del fracaso que lleva a considerarse ese reino como una utopía. Pero en Israel esa esperanza es fuerte porque está relacionada con la promesa de Dios. Esa esperanza del reino tomó fuerza en la secta de los esenios y se vistió de carácter político y nacionalista. Y también entre los fariseos. Y Jesús llega, anunciado ya por el bautista, y dice que ha llegado el reino. Entonces, el entusiasmo era lógico. Jesús lo anuncia como Buena Nueva. El mensaje religioso es claro: deben convertirse, cambiar de mente, estar dispuestos a ver y aceptar en que modo se manifiesta el cumplimiento de las promesas. Y después aclarará en qué consiste el reino de Dios. Pero ahora el anuncio está hecho. Y la primera aceptación es buena señal para ese nuevo reino de Dios en la tierra.
Jesús entra en acción:Son muchas las acciones que aparecen pero mucho más la oración. Jesús goza en la oración, ve al Padre cara a cara. La acción va a ser muy importante en la vida de Jesús, pero ahora prefiere retirarse a solas para hablar con el Padre, para expresar sus reacciones sobre lo que está pasando en el libre juego de la libertad de los hombres. Da gracias por los bienes que llegan desde el cielo y pide por los que le piden. Aunque siempre vive en la presencia del Padre, busca la noche para descansar un rato bajo su luz.
Los discípulos lo buscan, no saben sus costumbres y cuando lo encuentran, le dicen: todos te buscan. La gente quiere oírlo, pedirle cosas, verificar con sus propios ojos lo que otros dijeron. Quieren llevarle sus problemas, sus dolores. Por eso lo buscan. Y Jesús los atiende con fuerza, yendo de una parte a otra, sin perder el tiempo. Y esos hechos serán repetidos en cada pueblo y lugar haciendo curaciones de todo tipo, hablando y predicando a todos, pero siempre se retiraba a lugares solitarios para orar.
El inicio de la oposición a Jesús:los primeros meses han sido de aprobación casi general. La gente lo busca, los milagros se multiplican, se acepta el anuncio del reino, pero la expulsión de los vendedores del templo dio el pase a una oposición, la cual se ahoga rápido frente el entusiasmo de la multitud ante Cristo, pero pasado el entusiasmo, comienza la oposición en Galilea y luego pasa a Judea. En el fondo de esa oposición, están los fariseos, quienes fueron los que causaron la rebelión macabea. Antes se llamaban los piadosos. De ahí el nombre de fariseos, que quiere decir los separados. Venían de la clase baja y de los intelectuales (Escribas), no eran sacerdotes ni luchadores de la ocupación romana. Eran rigurosos y se consideraban defensores de la ley, tenían prestigio y vivían a su sombra. La raíz de todo pecado es el orgullo y ahí estará el problema. La ley será una excusa para el enfrentamiento. No se trata de ir para ver quien la cumple mejor sino de refugiarse en legalismos y tradiciones humanas que oscurecen la verdadera voluntad de Dios, que es el amor y la salvación de los hombres a través de su Cristo.
Dudas sobre Jesús: muchos admiraron las palabras de Jesús y Él las enseñaba como quien tiene autoridad, no como sus escribas. Eran conscientes de que Jesús no bebió agua de la fuente natural del saber. Y no todos tampoco aceptaron su doctrina, especialmente por parte de los fariseos, que de momento sólo critican internamente. La multitud se inclina por Jesús.
La fe exige una conversión de corazón. Las señales externas ayudan pero no son suficientes. La fe es un don de Dios, pero exige ser aceptada libremente. El que cree tiene voluntad para aceptar lo que le muestra la inteligencia, y el que no cree, aunque hablen los cielos, no va a creer. Y así, los que creyeron fueron formando un núcleo de discípulos en todas partes y también comenzó a tomar fuerza el núcleo de la oposición. Y el balance de esa predicación es que todos se sorprenden, otros se alegran, son indiferentes o dudan.
Jesús da el primer anuncio de su pasión: desde entonces comenzó Jesús a decir a los discípulos que debe ir a Jerusalén, donde sufrirá, morirá y resucitará al tercer día. Jesús hizo una declaración profética que rompió el esquema de los doce de un triunfo fácil. Todo lo que hizo Jesús no fue capaz de tumbar el muro del pecado en los corazones de muchos y la consecuencia fue una resistencia a creer en Él. Ese anuncio debió perturbar a todos. Se trata de una lucha con el pecado mismo y la victoria se producirá por una muerte que sea sacrificio, donde el amor triunfe sobre el pecado. Esas palabras cayeron más duras que el discurso del pan de vida. Y ahí Pedro le dice: “no te pasará nada de eso”, y esa piedra pasa a ser piedra de escándalo por su poca fe y Jesús lo corrige con fortaleza y firmeza, con palabras parecidas a las que usó en el desierto. Sin duda Pedro será roca, pero también piedra de escándalo. Por su debilidad personal duda de la capacidad de realizar la misión, pero por la gracia de Dios y no por sus fuerzas personales, será capaz por un especial don de Dios.
Jesús rechazó la propuesta del demonio, que le proponía un reino humano y no espiritual y Jesús rechaza y corrige a Pedro, que le propuso algo parecido sin darse cuenta de que no sufriera Cristo. La consecuencia de las dos son iguales: apartar a Cristo de su misión, de cumplir la voluntad del Padre. Y Jesús rechazó las dos tentaciones.
La ignorancia de Pedro disculpa su falta de fe, pero no se puede pasar por alto el error, y Jesús no lo consiente sino talla a la piedra para que sea dura, sólida.
Las condiciones para seguir a Jesús: después de una fiesta y cena, Jesús le dice a la multitud: quien no carga con su cruz y me sigue no es mi discípulo, y el que no deja a sus padres......hasta a su propia vida, no será digno de mi. Ahí Jesús aparece pidiendo o exigiendo demasiado, pero lo que pide es todo amor, que debe ser menos intenso que el amor a Dios y a Cristo. El apegarse a las cosas de la tierra debe ser superado, no porque las cosas sean malas, sino porque pueden impedir el amor pleno a Dios si se ponen en el primer lugar de la vida del hombre. Y así, los pecadores se alegraban por escuchar. Los fariseos y los escribas, por sus malas voluntades y su envidia, no entendían el corazón de Dios y se llenaban de envidia y furia.
Acción de gracias: y Jesús viendo los frutos de su acción apostólica se llenaba de gozo sobrenatural. Piensa en el Padre y en los hijos dispersos, piensa en los peligros y en la victoria difícil pero segura, y ese amor pleno de Cristo se transparentaba en su rostro, en su palabra y en todo su ser.
El comienzo de la conspiración: al terminar la comida, Jesús sale triste por la dureza de corazón de esos hombres importantes. No podía hacer otra cosa, la caridad exigía claridad y fortaleza. Los escribas y fariseos se irritaron y decidieron usar toda su influencia para matarlo. Y comienza una conspiración. Jesús, rodeado por la gente, comenzó a decir a sus discípulos: “cuidado de la levadura de los fariseos”, que es la hipocresía. Nada sea oculto porque se descubre. El que quiera acercarse a Dios debe hacerlo con sinceridad, porque Dios lee los corazones de la gente. Seguro Cristo pensó en este momento en los fariseos y todos aquellos que seguirán sus caminos a lo largo de los siglos. Pero no hay que tener miedo porque Dios protege a los sencillos. La lealtad del hijo debe ser parte importante de la conversión: “quien reconoce a Cristo ante la gente, el hijo lo reconocerá ante su Padre”. Además, la valentía para confesar la fe debe superar cualquier dificultad.
Jesús, signo de contradicción: Jesús les dice a sus discípulos: “vine a traer fuego a la tierra y cuanto quiero que éste arda”. “No vine a traer paz sino división”. No es paz de indiferencia, ni de tranquilidad, sino lucha contra el mal, cueste lo que cueste. Por eso Cristo será signo de contradicción, y los que están con Él también lo serán.
El sanedrín decreta la muerte de Jesús: muchos Judíos vinieron a la casa de María a ver a Jesús y lo que hizo. Nunca se había visto nada igual. Es una reacción lógica, natural. Y al no cerrarse, la fe en Cristo entra en sus corazones. Pero algunos contaron a los fariseos el hecho de Jesús, no para que crean sino para echar aceite al fuego. En ellos el milagro no despertó la fe y el amor. Entonces, los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron al sanedrín y dijeron: ¿Que hacemos con este hombre que hace muchos milagros? Si le dejamos todos creerán en Él y así vendrán los romanos y nos destruirán. “Una excusa política”. Uno de ellos, Caifás, era sumo sacerdote y un político que ganaba dinero por el culto al templo. Era apoyado por Roma y quería defender la situación del momento sin importar los signos que prueban que Jesús sí es el Rey prometido. Y comenzaron a buscar un motivo para que Pilato, el procurador romano, condenará a Jesús. Pensaron en como detenerlo y en la traición de uno de los suyos. Entonces Jesús ya no caminaba entre los Judíos, se fue a una ciudad que se llama “Efraín”, cerca del desierto y ahí se quedó con sus discípulos. Y cuando estaba próxima la Pascua, los Judíos dieron órdenes de si alguien veía a Jesús, que les avisaran para atraparlo.
Jesús entra a Jerusalén: la semana anterior a la pascua Jesús la vive en Betania. Habla con Lázaro, con los discípulos, pero más que todo, con el Padre. Serán unos días de oración intensa porque sabe lo que le va a suceder, lo ha anunciado varias veces. Además, era claro que iba a haber una confrontación total con las cabezas del pueblo. Los discípulos lo ven pero no todo y no saben el drama a fondo. Desconocen la fuerza del pecado y la violencia del diablo. Ellos no saben pero Jesús sí. Y en estos días Jesús reafirma su voluntad humana y divina de entrar en la lucha de manera muy sorprendente, al ser humilde hasta la muerte sin defenderse. Convertirá la confrontación en un sacrificio y demostrará que el amor es más fuerte que la muerte. Amará a todos a pesar de las dificultades. Y eso es el contenido de sus oraciones: dolorosa, amorosa y silenciosa. Ese día era un día especial de oración. Vela con su espíritu por lo que sucederá. Su mente ve, su voluntad quiere, su corazón ama. Siente el rechazo y la resistencia, es tentado más intensamente, pero sigue firme su respuesta amorosa al Padre y a los hombres. Entra Jesús a Jerusalén con miles de gente, al principio en silencio, animados pero vigilantes, no quieren que alguien dé un ataque a Jesús por parte de sus enemigos. Están dispuestos a defenderle. Jesús callado, sabe bien lo que vale esa valentía y como se va a necesitar mucho más en esta batalla que cualquiera entre los hombres. También era muy posible que en la mente de muchos, hasta en los discípulos, había la idea que por fin Jesús decide a lo mejor manifestar su mesianidad y reinado. Con la bulla se corre más la voz y Jesús acepta las alabanzas. En otras ocasiones había rechazado el entusiasmo del pueblo pero ahora lo quiere, más bien da pie: está declarándose rey ante el pueblo, en la misma Jerusalén. Ante ese espectáculo, Jesús se para y dirige su vista a Jerusalén y llora sobre ella. Sabía lo que tenía delante de sus ojos. Un fariseo le pide que calle a sus discípulos y Jesús le responde diciendo: “si ellos callan, las piedras alabarán”. No pueden aguantar las aclamaciones a Jesús. Era el movimiento más grande y temido que llega a arrasar toda la nación. Ya sabemos que el odio era muy grande de ellos hacia Jesús. Y las aclamaciones siguen en el templo y los fariseos y escribas se sienten indignados junto con los saduceos. Jesús entrando por la puerta sanó varias enfermedades y ahí comenzó a enseñar diariamente en el templo, y los fariseos....Querían matarlo pero no sabían cómo, porque todo el pueblo estaba pendiente de Él. No podían provocar una revuelta. Y Jesús una vez más tampoco aprovechó su éxito como una meta política. Podía aprovechar, con la gente que tenía dispuesta a todo, de tomar el poder, superando los abusos religiosos y económicos de los poderosos. Pero no lo hace así. Sigue con la predicación, tranquiliza los ánimos y en la tarde vuelve a Betania. Ante algunos parece que no explota el éxito de su aclamación, y más bien no actúa como ambicioso a un reinado humano.
¿Cuál era el estado de ánimo de Jesús? Él mismo lo dice: “mi alma está triste” de sentimiento, de dolor, de angustia, de conciencia, de lo que va a suceder. Hay lucha interna pero se crece ante esa perturbación; ¿y qué diré? Líbrame de esa hora, dice Jesús. No quiere la liberación de dolor, quiere la liberación de pecado. Sabe que éste es el momento crucial de la entrega y el sentido de su vocación. Sabe que Él es el único mediador. Y dice: “para eso vine”. Pide la glorificación del Padre porque la quiere por encima de todo y el Padre le responde. La multitud creía que era un trueno y Jesús les aclara que esa voz era para ellos no para Él. Y comienza a hablar de su muerte y resurrección y que la muerte y el diablo serán vencidos por la humildad y el amor. La multitud le dice que han leído que el Cristo permanece para siempre. Entonces, qué dice Él: Es necesario que sea levantado el hijo del hombre. Muerte y vida. Éste va a ser el hecho central de aquellos momentos. Aceptar ésto va ser el centro de la fe. Comenzó a hablar sobre la luz y las tinieblas. El hombre no debe confiar sólo en sus propias luces, sino debe crecer en la fe, entrar en la sabiduría de Dios. La falta de visión sobrenatural lo llevará a no entender nada y a huir del amor total, de Dios. El silencio es total entre los discípulos. Y Jesús en la noche sigue hablándoles de todo lo que va a pasar y su sentido. Pero entender no era fácil. Deben ocurrir estos misterios.
Jesús ataca a los escribas y fariseos: cuidado de los escribas que les gusta andar con vestidos lujosos.......No hagan sus obras. Él no niega la autoridad de uno u otro; desvela el fondo de sus intenciones que se manifiestan en vanidades. El amor verdadero es humilde y busca servir más que servirse. La humildad no tiene fuerza para decir que es humilde, porque eso sería orgullo espiritual.
Jesús vive con tensión el momento. Quiere dejar algo muy importante a los que le escuchan. No se trata sólo de sus discusiones con los fariseos y saduceos, sino de denunciar la raíz del pecado en los corazones de los hombres. Solamente cuando se descubre el rostro de la soberbia se puede vencer y vivir la vida del amor. Por eso Jesús expresa con su voz alta verdades que pueden doler pero que curan también. Va a denunciar el pecado interno de los fariseos y escribas que es “actuar para ser vistos, no guíados por el amor”. La soberbia espiritual lleva al engreimiento ante la propia perfección y su primer fruto es hacer las cosas para ser alabado por los hombres. Jesús no denuncia la doctrina de ellos, sino las motivaciones de sus corazones. Sus palabras van a sonar como látigos en el templo, que intentan convertir a los duros de corazón.
La reunión del sanedrín: en este día se reunieron las tres clases del sanedrín: los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. Todos los acontecimientos indican a que todo lo que fue decidido se ponga en acción. Ya antes habían decidido matarlo pero no consiguieron nada. Ahora lo quieren hacer con frialdad y un gran odio que su motor es el mismo diablo. Entonces acordaron agarrar a Cristo con engaño, pero que no sea en la fiesta para no producir alboroto. No pueden esperar pero no quieren alboroto, saben que los partidarios de Jesús son muchos, y en una situación de una guerra civil los romanos entrarán y así Jesús será liberado, pues su conducta es intachable. Y por otra parte quieren comprometer a los romanos para que ellos sean responsables de su muerte ante el pueblo. Deben calcular muy bien las cosas, no pueden fallar. Uno de ellos habla de Judas que hizo un trato con él pero pocos lo conocen.
La traición de Judas: se acerca la fiesta que se llama pascua, y los sumos sacerdotes, fariseos, buscan como acabar con Él, pero temían del pueblo. Entró el diablo en Judas, uno de los doce, y fue y habló con ellos sobre cómo entregárselos. El diablo entra si se le deja entrar. Puede tentar y tienta como hizo con Jesús en el desierto y lo hace con todos, pero para entrar necesita una puerta abierta. Él conoce las debilidades de los hombres, odia a Dios y sabe que el mayor daño que le puede hacer es destruir a los hombres. Conoce la debilidad de Judas, su amor por el dinero. Siguió su comportamiento durante tres años, y sobre todo sus resentimientos por no entender el modo como Jesús lleva las cosas adelante. Él no puede entender un amor tan grande que le lleva a la pobreza, a decir las verdades a los poderosos, contra el juicio político hipócrita. Su vida de fraternidad es difícil con los demás, ellos han dejado todo y decidido a hacer lo que les pida, por loco que parezca. Las peleas y los reproches no faltan. La misma paciencia y el amor de Jesús le llenan de odio. Ellos no tienen tanta paciencia como Jesús, los disculpa y los apoya. Él no quiere saber nada de ese reinado que no parece de este mundo. Es posible que los contratistas le hubieran dicho a Judas que si verdaderamente Jesús era el Mesías, pues se manifestaría con su poder. Era un engaño, pero cuando se peca, cualquier excusa puede servir de justificación. El hecho es que él era un traidor de quien más le había querido, del Mesías, del amigo, del Hijo de Dios Altísimo. Esa es la verdad de Judas. Después supo cuál iba a ser la paga de los traidores. Lo que es lucidez para la traición es oscuridad para el propio conocimiento. Los reunidos se alegraron. Se separan preparando todo aunque con un poco de miedo a que Jesús se escapara de nuevo de sus manos. Y así Judas entregó a Jesús por treinta monedas de plata.
Jesús fue llevado ante Anás y Caifás: cuando lo agarraron lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Ahí vivían Anás y Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año. Suegro y yerno. Caifás era el sumo sacerdote pero Anás tenía la autoridad y éste fue sumo sacerdote por doce años y consiguió que sus cinco hijos también lo fueran. Y Caifás era yerno suyo. Este puesto se había convertido en patrimonio familiar con todas las ventajas de honores y dinero. Ambos eran saduceos, es decir, religiosidad aguada. Eran muy criticados por el beneficio del sacrificio del templo. Sabían moverse en el mundo de la política y eso era lo que les interesaba. Al llegar Jesús se reúnen los conspiradores. Anás le pregunta sobre sus discípulos y su doctrina. Lo primero es lo que más le interesaba. Saber si alguien de los importantes estaba comprometido o era seguidor de Jesús. Sabía algo de Nicodemo, de José de Arimatea, de Lázaro y sospechaba de otros. Quería cortar la cabeza de una posible conspiración, no le importaban tanto aquéllos pescadores sino los que eran influyentes de dinero y posición en el sanedrín. Él ve a Jesús como un rebelde anunciando un nuevo reino, un fanático religioso que le hará perder las ganancias que obtiene del poder. Jesús no nombra a nadie de sus discípulos, los protege de la ira de ese hombre sin conciencia. Pero si responde a la cuestión doctrinal. Y Anás no tiene ninguna autoridad para interrogar a Jesús, quien se lo hace ver. Uno de los servidores lo golpea. Es un acto violento, es el argumento de los que carecen de razón. Y Jesús le contestó: “¿Porque me pegas? Jesús no responde con ira pero defiende la verdad y la justicia de sus palabras. La situación es tensa y todos se dan cuenta que no consiguieron atemorizar a Jesús ni doblegarlo. Anás lo envió atado a Caifás.
Como a las tres de la madrugada se reúnen en casa de Caifás. Todos han esperado ese momento con ansias. Odian a Jesús. Han calculado todo para matar a Jesús pero no lo quieren hacer como un vulgar homicidio, sino por una apariencia de juicio y honorabilidad. Los juicios se hacen en el día pero no pueden esperar, y montan un juicio que se convertirá por la ocasión en una manifestación clara de Jesús. Usan diversos testigos pero la cosa no sale bien, faltan motivos, y Jesús callado. Trataron de buscar falsos testimonios pero no los encontraron. Después dos se presentaron y dijeron que Jesús dijo que Él destruiría el templo y lo edificaría en tres días. La acusación era falsa porque Jesús no había dicho eso sino: “destruyan el templo y yo lo reconstruiré”. Además era un lenguaje simbólico. Él hablaba de su cuerpo. Y Jesús callado. Entonces, el sumo sacerdote le dice: ¿nada respondes? Tampoco Jesús responde. Entonces por no obtener nada por los falsos testimonios, se levanta Caifás y centra el juicio en la cuestión religiosa, que en realidad no querían afrontarlo cara a cara y le dijo: “te hago jurar.....” Momento de silencio, se trata de un juramento ante Dios y por la máxima autoridad religiosa en Israel. Puede ser indigno pero es el representante de Dios en el pueblo. Jesús levanta la cabeza y responde: “YO SOY”, tú lo has dicho. Y verán al hijo del hombre venir con toda su gloria. Las palabras de Jesús cayeron como un rayo. Todos se agitan. Ha tomado el nombre de Dios para sí mismo. Se declara el Cristo, usando las palabras del profeta Daniel que vendrá a juzgar con todo el poder. Una respuesta clara mientras Jesús es atado, humillado. ¡Imagínense! Entonces se rompió la vestidura Caifás y dijo: ¡ha blasfemado! No creen en Jesús como hijo, ni como Mesías. El odio en ellos pudo más que el amor. Entonces comenzaron a escupirle en la cara y darle bofetadas. Los golpes caen de todos lados, parece un juguete en sus manos y no se defiende.
Se reune el sanedrín a asignar el día: el sanedrín, que forma setenta miembros y el sumo sacerdote, se reunen completos cuando la situación es grave. Después del encuentro con Caifás piensan que ya tienen una causa suficiente para matarlo: “la blasfemia de proclamarse Dios”. La cuestión que se plantean es puramente religiosa, y todos ellos están a prueba: creer o no en Jesús. Esa fe lleva una gran profundidad en el conocimiento de Dios y se trata de alcanzar niveles altos en la intimidad de Dios como amor. Se trata de ver y creer que Dios es Padre y que tiene un hijo, y ese hijo se hizo hombre y está ante ellos. Se trata de aceptar que el Dios de justicia se humilla en vez de aparecer con majestad. Eso es mucho pero no imposible. Lo que hizo Jesús durante tres años está ante sus ojos, no pueden decir que no han conocido a Cristo. Los jueces serán juzgados por su fe en Dios y en la palabra de Dios. Muchos recibirán la gracia de Dios para poder creer. Entonces, todos reunidos le dicen: “¿Eres tú el Cristo? Se trata de probar oficialmente lo que ya fue dicho en todas partes. Jesús no huye de la pregunta sino responde con claridad y en él mismo, descubriendo las intenciones de ellos. Y les dice: ¿Si les digo me creerán? Y se declara el Mesías, el enviado de Dios...Y les dice usando las palabras de Daniel: verán al hijo del hombre sentado a la derecha del Padre. Ya han llegado al centro. La cosa es clara. Al decir Jesús que es el hijo de Dios ya no se entiende como la condición de todos los hombres. Ahí entienden que Cristo es el hijo, igual al padre, uno con el Padre y Dios y hombre verdadero. Esta es la cuestión central. Se trata de aceptar que Dios ha entrado en la historia del hombre para salvarlo. Jesús les dice: “ustedes lo han dicho, YO SOY”. Esa palabra cae como una bomba para ellos. El nombre de Dios es usado por Jesús para señalarse a sí mismo. Ahí dicen: ya lo hemos escuchado nosotros mismos. Y lo condenan a muerte, aunque en realidad ellos fueron quienes se condenaron por negar al mismo Dios que salva. Al terminar el juicio en el sanedrín todo quedó claro. Jesús declaró la Verdad. Los que creen en Él están confundidos, no saben que hacer, y los conspiradores se alegran del éxito tan fácil que tuvieron. Pero deben darse prisa antes de que se provoque un alboroto en el pueblo. Por eso lo amarraron y lo mandaron a Pilatos para comprometerlo de la muerte de Jesús. Así, los seguidores de Jesús culparán a Pilatos. Y éste queda como quien tomó la decisión.
El juicio ante Pilatos: lo llevan pero no pueden entrar para no contaminarse y poder comer la pascua. ¡Gente hipócritas! Ven la tradición, mientras mienten y odian y buscan la muerte injusta. Sale Pilatos donde ellos están y les pregunta: ¿qué acusación tienen contra este hombre? Se da cuenta que están aquí por algo importante, por ver a grandes personajes del sanedrín. Ellos tenían juridicción religiosa y él, el poder militar y judicial. Por eso lo trajeron a él. Pero Pilatos quiere hacer un verdadero juicio y no ejecutarlo por ejecutar. Ahí los judíos sienten que se les está escapando el primer intento y que sus objetivos pueden fracasar si Pilatos hace un juicio. Entonces preparan una acusación. Y comenzaron a acusarlo. La mala voluntad y la deformación de la verdad es patente. Y por la cuestión del tributo las palabras de Jesús fueron: den al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios. No hay rebelión en ese punto. Es ilógico que Pilatos no sabía nada de eso. Él tenía un buen sistema de información, especialmente que era muy posible que algunos de sus funcionarios o soldados fueran más o menos creyentes en Jesús como era el caso del centurión de Cafarnaúm. Pero queda una acusación mayor y decisiva: Jesús se proclama Rey. Es cierto que no tenía un movimiento, pero podía hacerlo. Por eso Pilatos aceptó la acusación. Y el proceso comienza al modo romano. Llama a Jesús y le dice: ¿eres rey de los judíos? Primero había que escuchar al acusado según la ley romana y el sentido más elemental de la justicia, saber la verdad para poder juzgar; y ante ese interés de conocer la verdad Jesús no calla. Y le contesta: ¿dices ésto por tí o te lo han dicho otros de mí? Le dice Pilatos: ¿Acaso soy judío? ¿Qué has hecho? Quiere saber si es un rebelde o un aspirante a rey. No le importan las ideas judías. Jesús responde algo muy importante: mi reino no es de este mundo..... Si no es de este mundo ni de aquí, ¿de dónde es? No puede ser sino espiritual. Se trata de un reino religioso y no entra en el juicio de Pilatos. Y luego de un diálogo sobre si Jesús es rey y .....etc , le dice Pilatos: ¿y qué es la verdad? La única que entendía era la del poder y las famas....etc. Ahí terminó el juicio y puede dar la sentencia. Entonces sale a los judíos y les dice: no encuentro culpa en este hombre. La lógica era liberarlo. Lo que marca el derecho y la conciencia humana. Pero las cosas no eran tan fáciles y Pilatos fue débil ante las presiones de los judíos. Y Jesús estaba callado. Todo ha quedado claro ante el juicio de Caifás y el sanedrín. Todas estas trampas eran para engañar a Pilatos. Pilatos se sorprende con la paz de Jesús pero en vez de cortar las acusaciones, escucha las presiones. Tenía todo el poder judicial y militar pero no tenía el poder de parar al lado de la verdad. Al oír la palabra Galilea se le ocurre mandar a Jesús al rey de Galilea que era Herodes. Y comienza una nueva serie de injusticia.
Jesús ante Herodes: el factor sorpresa de la gente del sanedrín para matar a Jesús en secreto se ha perdido. Todos se enteran. Herodes al ver a Jesús se alegró mucho porque desde hacia tiempo deseaba verlo. Escuchó mucho de Él y deseaba verlo hacer algún milagro. La actitud de Jesús era la misma que tenía ante Pilatos. No respondió nada a pesar de que Herodes podía conseguirle la libertad ante sus acusadores. Herodes quiere convertir a Jesús en protagonista de un espectáculo. Quería ver un milagro para distraerse por algo maravilloso. Pero Jesús calla con su mirada dura a Herodes, que por sus actos sexuales pervertidos, llegó a asesinar a Juan, y éste capta la acusación silenciosa de Jesús. Herodes, junto con la gente que estaba con él, se burló de Jesús poniéndole un vestido como si estuviera loco, y lo devolvió a Pilatos y desde entonces Herodes y Pilatos se hicieron amigos porque eran enemigos entre sí, a causa de la injusticia cometida contra Jesús el inocente.
Jesús vuelve a Pilatos: otra vez Jesús cruza Jerusalén. Todo el mundo se entera, amigos y enemigos, pero los amigos casi no se ven. El miedo es mayor que la fe. En cambio, los enemigos están activos. No eran muchos, pero un grupo que se hace notar por sus gritos. Jesús calla ante la injusticia, las burlas y las humillaciones. Sólo habla cuando se trata de declarar la verdad. Hay un propósito silencioso en el Corazón de Jesús: convertir esas injusticias en un sacrificio. Por eso no se defiende ni con su poder divino, ni con los medios humanos. Quiere que los hombres recuperen su identidad de hijos de Dios, que sean perdonados por el Padre. Pilatos no se alegra al volver a ver a Jesús, pero no hace que lo liberen y les dice a los sacerdotes: lo soltaré después de castigarlo. Hubo dos sentencias en dos tribunales distintos y la evidencia era la inocencia de Jesús, pero Pilatos no lo suelta, es débil ante las presiones de los sacerdotes Judíos. Y decide contra toda justicia castigarlo. No hay ningún motivo para que sea castigado. Esas declaraciones que dio Pilatos agitan a los judíos que querían matarlo y comienzan a presionar con sus gritos. El ambiente es cada vez más tenso y Pilatos lo aumentaba con su indecisión, y aprovecha la tradición judía de soltar a un prisionero por la pascua, comparando a Jesús, que es inocente, con Barrabás, que es asesino. Y en vez de salir Pilatos en defensa del inocente como era su deber y le dicta la conciencia, no quiso enfrentar a la gente del sanedrín, hizo esa jugada política: que el pueblo libere a Jesús. Parece que los medios de información de él le habían informado que Jesús es amado por el pueblo, pero desconocía la debilidad del pueblo que a pesar de todo lo que hizo Jesús no se atrevió a creer de una manera firme en Él. La gente entra en debate, que se ponía cada vez más tenso, mientras que la mujer de Pilatos le dice que tuvo un sueño y que debe soltar al justo y ahí Pilatos se inquieta. El tiempo pasaba y la gente, poco a poco, gritaban a favor de Barrabás, y Pilatos vuelve otra vez a preguntar: ¿A quién suelto? Y escucha a la gente diciendo: ¡Barrabás! La primera elección está hecha. Piden la libertad de un asesino en lugar de un inocente. Pilatos queda sorprendido. No puede creer lo que oye. Entonces lanza la inútil segunda pregunta. Es una manifestación de su debilidad. Y la gente con grandes voces de injusticia como tratando de callar la voz de la conciencia gritan pidiendo la Cruz. Pilatos descubrió que se había excedido mucho. Y a ahora está frente a una masa incapaz de entrar en razón. Podía llegar a usar la fuerza pero no lo hace, ha tenido muchas debilidades. Jesús experimenta el desprecio de los suyos. Jesús sufre el odio de aquéllos que antes lo amaron y un dolor entra en su corazón. Se ve despreciado por los hombres que amó, uno por uno y sufre de ver el abismo donde llegarán aquéllos que lo rechazan.
El juicio de Jesús: el complot de la gente contra Jesús llena las páginas de los Evangelios. Desde el punto de vista de los evangelistas y luego en el fondo de nuestra fe, “el crucificado no fue juzgado porque Dios lo juzgó sino porque la gente lo ignoró”. El juicio de Jesús fue un juicio humano. Su motivo es el mal entendido histórico y su comienzo, es la conducta y los dichos de Cristo. “Si la Cruz es un juicio Divino no significa que Dios juzgó al crucificado sino significa que Dios dejó que nuestras responsabilidades llegaran a esos resultados”. La crucifixión para el inocente, al ponerlo en la parte de los malos, es el juicio para el mundo que cometió ese crimen. Jesús no fue sino el juzgado religiosa y civilmente.
El juicio religioso: Jesús perdió toda su denuncia ante su gente religiosa. Sabemos las acusaciones y lo concluímos en una palabra: “profeta mentiroso”. Jesús criticó mucho a los fariseos como una clase dominante. Dicen que tienen el poder de explicar la ley e ignoran a los pobres. Hablan de la ley y no la conocen.
El juicio civil y político: pero la sentencia no se cumple sino a través de la ley política. Por eso lo llevaron ante Pilatos y no le presentaron sus acusaciones para que no se burlaran de ellos, sino inventaron de la nada la acusación de la rebeldía. Pilatos se dio cuenta de esas falsas acusaciones y declaró a Jesús inocente. “La cosa se sabe, Jesús no era una amenaza política”, y si fuera Pilatos, hubiera cumplido la ley por matarlo, y no hubiera Jesús aparecido en la dinastía de la ley por su muerte. Que la ley juzga a una persona por la muerte después que fuera declarada inocente. Eso aparece en la corrupción de la ley que dice que tiene el poder pero no a la justicia o a la verdad, y que tiene el derecho de decidir la muerte o la vida de una persona.
Entonces las leyes juzgaron a Jesús, porque dijo que es libre y vino a liberar a los sufridos. “El pecado del mundo, antes de todo, es el poder que aplasta al débil y acaba con el inocente”, el poder general o personal que domina en vez de amar, “y cada uno de nosotros llega a veces a ser un poder aunque particular”. Ante Jesús, Pilatos contó con su poder, pero Jesús niega que sea ese poder un “poder absoluto” y dirige los ojos de Pilatos hacia arriba, “hacia Dios”,la Fuente única para todo poder religioso o civil, y que no tiene poder sino el “Amor”. La gente ignoró a Jesús porque negó la fuerza, y la ley de Pilatos llena de corrupción no soportó ver a Jesús volteando los poderes, abriendo para el Amor todos los horizontes. “La Luz del Evangelio brilla sobre el pecado del mundo. El mundo lo lleva la violencia y su dinámica no actúa para salvar al inocente, al débil, sino para acabarlo”. Y así Jesús camina al gólgota y los discípulos pasan a momentos de desesperación. ¿Por qué se rindió Jesús tan fácil? Porque no hay ninguna ley en el mundo que puede borrar la ley errada satánica. “Toda ley humana es errada si no es la ley del Amor”. Si Jesús hubiera llevado una batalla terrenal contra la tiranía y la dinastía del poder religioso y civil que lo mataron, no hubiera enfrentado al mal en el fondo. “El sufrido del ayer si lo libera una batalla que la reconozca, llega en el futuro a ser tirano y escoge a Dios como fiador para sus tiranía”. Así, Jesús no entró en la lucha de clases. “Es un error hacer de Jesús un revolucionario en el sentido natural de la palabra. Jesús no agarró ese camino para liberar al hombre, porque mientras sea ese camino legal, no borrará lo que causa el mal en la historia. “El único remedio era la humildad de Dios. Ese remedio único que mató al odio en nuestros corazones”. La Cruz es un descubrimiento: matar la justicia para los buenos es una tragedia que descubre para nosotros quién es el hombre. El hombre no puede soportar al bueno. Quien era el amor puro hizo de Él un loco y lo hizo sufrir. Ese es el hombre: malvado, tirano, que necesita excusarse en los demás para sentirse disculpado, y la persona que le prohíbe esta excusa debe ser eliminada. Pero también la Cruz nos descubre a Dios: Dios llegó a ese abismo y juzgó al hombre para salvarlo. En el abismo de la perdición humana aparece una imagen profunda que es “la imagen del Amor Divino”.
La flagelación: ese fue un castigo muy cruel. Los judíos lo limitaban a cuarenta menos uno, mientras que los romanos no tenían límite. El dolor es muy grande porque la carne se abre y sangra todo el cuerpo hasta convertirse en una sola llaga, y muchos podían morir. Jesús fue azotado en el pretorio romano. Pilatos es consciente de su inocencia. Sabe que lo han entregado por envidia. El que sufría eso se amarraba a una columna y de dos a seis hombres se turnaban los golpes. Esos azotes rasgaban la piel y podían, a veces, llegar a abrir las entrañas. Y la gente se desmayaba con frecuencia a causa del dolor. Jesús padeció ese dolor con todo su horror y más aún por la sensibilidad de su piel porque en esa misma noche había sudado sangre y ésto está aprobado científicamente que el hombre en estado de alteración máxima se le rompen las venas y en vez de sudar normal comienza a sudar sangre. Por el resultado de los golpes la sangre chorrea hasta el suelo y comienza el vértigo donde las piernas ya no pueden sostener el cuerpo hasta que cae en su propia sangre. La ley judía prohibía más de cuarenta latigasos, pero en esta ocasión nadie los había contado. A Jesús le quedaban muchos tormentos por venir. Eso sólo era el comienzo de la pasión física de nuestro Señor Jesucristo. Jesús se solidariza con todos los que han sufrido tormentos por otros hombres. Si alguno padeció dolor de ese nivel, le va consolar el saber que Jesús padeció algo semejante y mucho más aún. Es un paso en la humillación voluntaria de Jesús. Sufre el dolor de forma intensa, y ese dolor se convertirá de algo cruel a un modo de amar. Jesús cae en su propia sangre. El centurión da la orden de parar los latigazos. Jesús lleno de sangre es toda una llaga. Le echan agua para volver a sí mismo. Sin embargo, no sale ni una queja de Él. En su interior, la decisión de entrega sigue firme y fuerte. Cuando lo vieron, la gente del sanedrín, gritaron pidiendo la cruz. Ahora menos van aceptar a Jesús como Mesías, Rey y como hijo de Dios, cuando sólo ven a un hombre derrotado. Pilatos les dice: pues llévenselo y crucifíquenlo porque yo no encuentro culpa en Él. Y ellos le dijeron, por nuestra ley lo vamos a crucificar porque Él ha dicho que es el hijo de Dios, y ahí aparece el motivo verdadero del juicio. Hasta ahora todo era inexplicable y las mentiras de los judíos ocultaban el verdadero motivo de su envidia y odio, y Pilatos se sorprende de ese nuevo giro sorprendente que toman los acontecimientos. Al ver ésto se lava las manos y dice: soy inocente de esta sangre, hagan lo que quieran. Un gesto falso. Cada pecador tiende a justificar su conducta. Nadie quiere hacer algo malo diciendo que es malo. No bastan las intenciones para justificar las conductas, son necesarios los hechos a los que conducen nuestra voluntad. En este juicio han actuado muchas manifestaciones del pecado que Jesús vino a redimir: el odio, la lujuria, la debilidad, el amor al poder, la violencia y la brutalidad. Por eso, son los pecados de todos los hombres que condenan al inocente. A pesar de todo, Jesús sigue amando a los que lo odian. Cuando ellos oigan eso todos dicen: que su sangre caiga sobre nosotros.
La cruz: Pilatos les entrega a Jesús para que sea crucificado. No es una condena normal sino muerte en la Cruz. Era una muerte lenta, exasperante, una tortura cruel. Era el peor dolor que podían encontrar para matar a alguien. Al colgarse, el cuerpo se consumía en la asfixia. Al desangrar se sufría de sed y fiebres, acompañado con dolores intensos. Jesús va a dar un paso en esta humillación para salvar al mundo. Podía haber sido de otro modo, pero no se hubiera descubierto el pecado y su gravedad, ni la profundidad del amor de Dios. Después de reírse de Él, le quitaron la ropa y lo llevaron a crucificar. Las heridas de los látigos, ya infectadas y sangrando, le dejan la corona y cada movimiento le hace sangrar y el color de la sangre se confunde con la túnica. Cargó la cruz y salió al calvario llevando con Él dos ladrones para ser ejecutados, y avanzan entre la gente que no todos insultan sino algunas mujeres lloran. Jesús se detiene ante ellas y les habla, y muchos lo seguían llorando, lamentándose por Él. El dolor de esas mujeres es grande. Lloran pero huyen. Siguen creyendo. Su amor no les permite dudar en lo que creyeron en momentos de luz. Pero ahora todo está oscuro, no hay milagros. Parece que Dios se puso mudo, pero no dudan de Jesús. Y Jesús con todo su dolor les explica la gran tragedia del pecado. Si al inocente lo ven tan destrozado, ¿Cómo será entonces la condición de los pecadores? Leña seca para el fuego eterno que Jesús intenta apagar con las lágrimas de un amor verdadero, por los que no pueden ni a veces quieren rectificar. Esas lágrimas son sinceras y dolorosas. Nadie puede dar consuelo a su dolor. Jesús lo sabe y se los agradece, y les enseña cuál es el sentido de su Cruz.
Llegaron al lugar llamado gólgota. Jesús le queda poco de vida a causa del dolor físico y del alma. Pero sigue firme y no se queja, y muchos gritos a su alrededor: los ladrones por su desesperación, los soldados haciendo su triste tarea, los que odian a Jesús, todos gritan y Jesús calla y reza. Ahora más tarde sabremos el contenido de sus pensamientos y oraciones. Le dieron vino mezclado con miel. No quiso beberlo. Esa bebida era como calmante para el dolor, un dolor terrible, absurdo, sin esperanza. Pero Jesús no bebe, no quiere disminuir el dolor, quiere apurar ese Cáliz. El acto de la crucifixión era terrible. El cuerpo se cuelga por tres clavos y los gritos del dolor, por la dificultad para respirar, eran inmensos para los crucificados. La crucifixión de los ladrones está llena de lucha e insultos, mientras que cuando llegan a Jesús, Él no se defiende, ni ofrece resistencia. Y desde el cielo el Padre observa el amor del justo y une su dolor al dolor del hijo. Cuando lo levantaron, toda la respiración se hace difícil y asfixiante, y la sangre de las heridas chorrea hasta el suelo. Cada respiración, cada palabra, intensifica el dolor. La mente se nubla por la falta de aire, y las moscas acuden a la sangre sin que nadie pueda apartarlas. Así pasarán esas tres horas interminables.
La muerte de Dios. ¿Qué misterio es éste? Entre su detención y su muerte pasó Jesús la noche en la prisión con un criminal conocido. Se llama “Barrabas” y al amanecer, en pocos minutos, la vida del hombre-Dios estaba por compararse con la vida de ese criminal, pero la vida de Dios no inclinó la balanza. Así, tomó el criminal de Dios su libertad y tomó Dios de él su crimen. Morirá en vez de él y eso no es por casualidad. Se cumplió la sentencia en tres personas sobre el gólgota: Jesús y con Él ¡Qué pena! dos ladrones. Entonces, formalmente son tres ladrones. Y si Jesús fue puesto por la parte de los ladrones, eso tampoco es por casualidad sino es antes que todo por la “Elección del Amor”. Y en la hora de su muerte dijo: “se cumplió todo” o sea: “Padre no quisiste un sacrificio sino que me preparaste un cuerpo y dije, ahí vengo Padre a hacer tu Voluntad”. O sea: cumplí todo lo que se refiere a mi en los libros. “Cumplí mi misión”. Esa es la vida ejemplar, la vida de la Santidad, porque es el Amor mismo. “Hice todo lo que esperabas de mí”. No quedó para Cristo sino morir. “Ante el Sagrado Corazón, la ley Judía la sobrepasamos y no quedó de ley sino la del Corazón abierto que derrama la Sangre por muchos. Adán, el nuevo que es Jesús, creó la imagen del hombre nuevo: “el hombre nuevo es el hombre por los demás”. “Yo soy cristiano, o sea: soy hombre cumpliendo en mí mismo el ser humano que es el ser para los demás y el ser para Dios”. “Ir al Padre, amar infinitivamente, esa es la muerte y esa es la vida”.
Las siete palabras de Jesús sobre la cruz: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”. Es la primera palabra de Jesús. Ahora sabemos lo que ocurre en su interior. Habla al Padre. El Padre está callado pero no está lejos o indiferente, sino padece una verdadera pasión impasible como dolor de amor, que decide desde su paternidad no usar el castigo sino el perdón y la misericordia para quienes se arrepienten. Jesús pide al Padre que perdone a los hombres. Él clama perdón porque perdona, y pide al Padre su amor superior. Antes los ojos de Jesús desfilan todos los pecados del mundo: matanzas, violencia, robo, falsedades, blasfemias, que son ofensas a Dios. Cada pecado es golpear al mismo Dios. Jesús está perdonando y pide al Padre que los perdone también. Y para pedir ese perdón, da una excusa: “porque no saben lo que hacen”. Algo saben, pero no todo. No saben el horror profundo que significa el pecado. Jesús no piensa en su dolor sino en el perdón. Pide la paciencia divina, ama con plena lucidez. Está dispuesto a pagar todo y por los que no pueden pagar. Sólo quien ama puede captar la gravedad del desamor. Jesús busca una excusa que no saben lo que es pecado. Sólo Dios puede juzgar el grado de inconsciencia que hay en el hombre. Jesús no está cerrado en sí mismo, concentrando en su dolor, sino que está viviendo en medio de la angustia de la muerte esa forma de amar que es el perdón. Esa petición de perdón que luego llenará el mundo de gracia.
La dureza de la condena no impidió a sus enemigos reprocharle e insultarle, tratando de herir su alma. El tema de fondo de todo eso es el fracaso de la misión de Jesús. Le decían sálvate a tí mismo, y la salvación se estaba realizando ante sus ojos, pero el demonio les había cegado sus mentes. Es el peor insulto y la peor blasfemia.
La conversión del buen ladrón: Jesús que había callado ante las burlas, hablará ante esa palabra de su compañero en crucifixión. El había dicho: “la alegría de un pecador arrepentido es muy grande en el cielo. Pero la reacción de Jesús respondiendo al ladrón era como si quisiera bajar de la cruz y abrazar a ese hijo que vuelve a la casa del Padre. La palabra del buen ladrón es una confesión. La conciencia tantos años callada le clama diciéndole que es culpable, y en lugar de rebelarse, buscar excusas, reconoce sus pecados. Al principio insultó al señor, llevado por el dolor, pero al escuchar a Jesús pidiendo perdón por sus matones...Esas palabras de Jesús actuó en su mente como una luz, y también puede ser que sabía algo de Jesús que era un hombre bueno y con su mirada arrepentida ve con más claridad la inocencia de Jesús, o por ver a la madre de Jesús llorando recordó su infancia, y que hubiera hecho su madre viéndolo ahí colgado, y por fin habla a Jesús y le dice: acuérdate de mi”, una palabra tan humilde y clara. No le dice perdóname, ni tampoco ayúdame, sino “acuérdate, no te olvides de mi”, que soy un desecho entre los hombres, pero ante Dios mi vida tiene un gran valor, desconocida antes para mi. Luego concreta el recuerdo diciendo: “cuando llegues a tu reino”. Y la respuesta no se hizo esperar, Jesús le dice: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Esas palabras de Jesús suenan fuertes y perdona como Dios. Dimas le pidió el recuerdo y Jesús le dio el cielo. Pero hay una verdad muy importante en las palabras de Jesús. Primero, la meta “el paraíso”. Luego, la compañía “conmigo”, y después el tiempo de espera, “hoy”. Los dolores de Dimas fueron consolados por la esperanza y por las palabras de Jesús.
María bajo la cruz: en medio de las tiniebla hay un consuelo, está su madre consolando al hijo como ella puede hacerlo. La acompaña Juan el apóstol amado. En la oscura soledad, María ofrece a su hijo la ternura, la comprensión, el afecto y la fe. Ahí Jesús dirige su tercera palabra, y le dice: “ mujer”, pensando en la primera mujer que e través de ella entró el pecado al mundo. María será la mujer nueva portadora de la promesa divina y la victoria contra el mal. Jesús le encomienda la nueva misión de extender su maternidad a todos los hombres, representados por Juan. Y Juan fue elegido porque estaba ahí: Jesús no podía llamar a nadie, ni señalar a nadie; sólo miró a quien tenía delante y vio a Juan que siempre estaba donde debía.
Dios mio por qué me has abandonado: en las primeras tres palabras se manifiestan la caridad infinita que brilla del dolor de Jesús, donde parece olvidar sus torturas, pide perdón por sus matones, ofrece el paraíso al ladrón, entrega a su madre y la cuida. Pero las dos palabras siguientes expresen la intensidad de su dolor. Con ese grito fuerte se manifiesta el hondo dolor de Jesús. Dios parece derrotado, distante, permitiendo el dolor de su hijo. Ahora Jesús experimenta el abandono. Es el momento de la total desnudez de quien ya no tiene a nadie en quien apoyarse. Parece como si Jesús estuviera a punto de quebrarse. Parece que la humanidad de Jesús no experimenta el consuelo de la presencia del Padre, de Dios, como si no se sintiera hijo siéndolo realmente. Es abandono, no desesperación. El sol se había ocultado, todo es oscuro. Es la hora de las tinieblas. Jesús está realmente sólo y gritó, que no lo hizo en la flagelación, ni en la crucifixión, pero ahora sí porque está asumiendo los pecados de los hombres, se hace pecado. El dolor del alma es intenso, mayor que el del cuerpo. Jesús baja hasta experimentar como una ausencia de Dios en su alma humana, a pesar de que Él mismo es Dios, pero como hombre experimenta la soledad infinita de esa ausencia. La angustia de la agonía era poco al lado de la realidad actual, pero no se separa de la voluntad del Padre y sigue pensando en los que serán redimidos del infierno real. Dios se nos revela aquí sin ninguna manifestación de poder. Su única potencia es amar con corazón de Padre y con corazón de hijo a los hombres.
Tengo sed: después, sabiendo Jesús que todo estaba cumplido, para cumplir la profecía dijo: “tengo sed”. la cuarta y la quinta palabra habla de un exceso de dolor. En ese grito de sed vemos que el cuerpo de Jesús se ha desangrando gota a gota. Jesús había dicho: “quien beba del agua que le doy no tendrá sed”. ¿Por qué tiene sed? Es una sed verdadera, física, la lengua y la garganta están secas. Es la prueba definitiva de que está muriendo una muerte verdadera. El que está aquí es un hombre, no un fantasma. Y Jesús tomó el vinagre que le dieron. Es una gran humildad de Jesús al dejarse ayudar cuando el dolor es supremo. Tantas veces Él cubrió las necesidades de los débiles, y ahora pide que sean misericordiosos con Él. Y no las necesidades espirituales solamente sino las materiales también. Pero más allá de la sed física está la del alma. Siente sed de amor de todas las almas.
Todo está cumplido: cuando bebió el vinagre dijo: “todo está cumplido”. Y el diálogo vuelve con el Padre. Sólo Jesús sabe que esa voluntad del Padre es amor total. Jesús ve como la sabiduría del Padre respeta la libertad del hombre. Jesús siempre obedeció venciendo la desobediencia del pecado. De ahí la paz profunda de quien sabe que el Padre está satisfecho de quien consuela al Padre. En la sexta palabra se nota la paz. Jesús obedeció y venció al mal y al pecado. Ya el camino de la nueva vida está abierto. Y ya todo está cumplido. Jesús da un grito fuerte diciendo: “Padre en tus manos entrego mi espíritu”. Esa gran voz indica que aún tiene mucha fuerza física cuando la muerte por crucifixión era por agotamiento. Jesús muere porque quiere, entrega su vida cuando Él quiere. Jesús ha dado su luz, su afecto, su querer, pero le queda por dar la vida entera y experimentar la muerte, esta muerte que entró por el pecado al mundo. Jesús tiene que vencer a ese enemigo del hombre y lo va a vencer pasando por ella. Esa palabra última llena de sentido, revela la libertad de la entrega en el sacrificio. El cuerpo se despoja del alma. Lo ha dado todo por la salvación de los hombres, y en la cruz sólo queda el cuerpo colgado y la cabeza caída. Jesús es ya un cadáver entre los hombres. Jesús da el Espíritu Santo al mundo. Esa presencia se hará efectiva en Pentecostés. Una nueva época de la historia de la humanidad ha comenzado, y esta historia es ahora la de la acción del Espíritu Santo y la de las respuestas libres de los hombres. Entonces, Jesús ya se puede marchar, bajó la cabeza y expiró. Esa redención alcanzará su plenitud en la resurrección.
La lanzada: para que no se quedaran los cuerpos en la cruz hasta el sábado, los judíos rogaron a Pilatos que les quebraran las piernas a los crucificados. Y así fue, pero cuando llegaron a Jesús ya había muerto. Entonces, no le quebraron las piernas sino un soldado le abrió el costado con una lanza y al instante brotó sangre y agua. Fue entonces cuando el soldado abrió la quinta herida en el cuerpo de Jesús. Esa lanzada no es para matar o hacer sufrir, sino un acto de compasión. La costumbre era asegurar y acelerar la muerte del condenado al romperles las piernas. Eso era terrible para todos. El centurión quiso ahorrarle a María su último sufrimiento. Y así cumple sin darse cuenta la profecía.
La resurrección: al día siguiente se reúnen los jefes de los sacerdotes ante Pilatos y le dicen que Jesús había dicho que iba a resucitar al tercer día. Así que le pidieron guardias y sellar el sepulcro con una piedra grande. Y ocurre el gran acontecimiento temido por los judíos. ¡Jesús ha resucitado! Entonces, llaman a los guardias y los sobornan de dinero para que digan que los discípulos de Jesús vinieron y robaron el cuerpo mientras ellos dormían. Y ese es el cuento entre los judíos hasta el día de hoy. La resurrección es la gran victoria. Jesús ha bajado hasta el último grado de humillación y cuando llegó al fondo donde está el hombre, lo tomó y lo elevó hacia la vida divina, y que todos los que se unen a Cristo resucitado y vencedor serán participes en esa vida nueva. Luego de la resurrección, Jesús se quedó con ellos durante cuarenta días y les dio el mandato de ir a todo el mundo a predicar y bautizar en el Nombre del Padre, el Hij y el Espíritu Santo.
Ir y predicar: mientras todos estaban reunidos, llega el Señor y les da una misión importantísima de ir a predicar al mundo. Esta misión no tiene límite en el espacio, es para todos los pueblos de todos los tiempos. Ellos deben abrirse a todas las culturas de todos los hombres. El mundo se hace pequeño. La salvación ya no es sólo para los elegidos, sino para todos. Los discípulos saben que sus vidas no pueden ya reducirse a vivir una vida interior intensa, sino abrirse al mundo y difundir la verdad de Jesucristo. Esa misión tiene límite en el tiempo que concluirá en el fin del mundo, cuando Jesús venga con su gloria. No se debe sentir miedo ante la grandeza de esa misión porque nunca estarán solos, aunque en ocasiones tendrán que experimentar la Cruz como Jesús. Es una verdadera aventura interior y exterior. Luego ascendió al cielo.
Jesús,¿quién es?
Es una pregunta que se hicieron los discípulos a sí mismo cuando vieron a Jesús ordenando al mar que callara (Mateo 8: 23-27).
Es una pregunta que se la hizo a sí mismo el rey Herodes: ¿Quién será ese de quien escucho todas estas cosas? (Lucas 9: 7-9)
Jesús, ¿quién es? Es una pregunta que el mismo Jesús hizo a la gente: Preguntó a los fariseos qué dicen del Mesías (mateo 22: 41-45) y a sus discípulos qué dice la gente de Él (Mateo 16: 13-16).
Jesús, ¿quién es? Una pregunta que era la gran ocupación de los discípulos después que arrancó la Iglesia en Pentecostés. Doy a todo perdido ante la gran ganancia que es el conocimiento de Jesús (Hechos 2: 22..,3:15..,10:38..).
Jesús, ¿quién es? ¿No debe ser esa pregunta la gran ocupación de nosotros también?
El conocimiento es la puerta de la luz, la luz es la puerta del amor y el amor es la puerta de la paz y la alegría eterna.
Jesús hombre como lo demás:
Tiene ascendencia que la devuelve Mateo hasta Abraham (Mateo 1: 1...) y Lucas hasta Adán (Lucas 3:23..) y es de la semilla de David (Romanos 1: 3, 2 Timoteo 2: 8). Su madre es María, mujer comprometida para un hombre que se llama José. Sus primos conocidos son Santiago y José, Simón y Judás (Mateo 13: 55, 27:56, Juan 19: 25).
Nació en Belén y al octavo día fue circuncidado como todos los niños donde los Judíos (Lucas 2:21). Creció en Nazaret (Lucas 2: 52). A los doce años subió con sus padres a Jerusalén (Lucas 2:40). Era carpintero y fue conocido como el “hijo del carpintero” (Mateo 13:55).
Fue examinado en todo como nosotros menos en el pecado (Romanos 4: 15): se cansaba mucho hasta quedarse dormido en plena tormenta(Mateo 8: 24), siente hambre hasta explotar su poder para tapar su hambre (Mateo 4:2), sintió sed hasta para pedir un trago de agua de una samaritana, que los judíos no trataban a su gente (Juan 4:7) y sintió miedo, como le pasó en Nazaret cuando quisieron arrojarlo de un sitio alto para matarlo, después de dar un sermón muy franco (Lucas 4: 27-30).
Se puso alegre en las bodas de Caná (Juan 2:1..) y se emocionó hasta lagrimear frente a la tumba de su amigo Lázaro (Juan 11: 33..). Sintió gran tristeza y melancolía en la noche de su agonía hasta al punto que dijo: “mi alma está triste hasta la muerte” (Mateo 26: 38), lo cual lo alteró mucho hasta sudar sangre. Fue traicionado, negado, dejado, acusado, atacado, burlado, sufrido, juzgado, muerto, crucificado y sepultado en un sepulcro prestado.
Era De buenas características:
Valiente: no temía a los sabios de su época cuando se inclinaban por la verdad o tiranizaban a la gente (Mateo 23: 13-33). Hasta sus enemigos reconocieron su valentía (Marcos 12:14). No complació a la gente de su pueblo sino les reprochó por su poca fe (Mateo 13: 58). Entró un día al templo, vio a los vendedores y los sacó con el látigo (Mateo 21:13). Apareció su valentía por decir la Verdad, toda la Verdad (Juan 18:37) hasta el punto de que sus discípulos se echaran para atrás (Juan 6:65), el rencor de los fariseos (Lucas 11:53) y su propia muerte (Mateo 26: 66).
Se controlaba a sí mismo: no responde a las acusaciones vanas dirigidas hacia Él personalmente ni hacia su misión salvadora (Marcos 14: 56,61). Tampoco a ninguna de las preguntas de Herodes (Lucas 23: 9), a las burlas de los soldados (Mateo 27: 27-30) y al cinismo de la gente mientras estaba colgado sobre la cruz (Marcos 15: 30).
Paciente y sólido: le dieron latigazos hasta la muerte y nunca aflojó (Juan 19: 1). Después de dieciocho horas de agonía y sufrimiento cargó su cruz hasta el gólgota (Juan 19:17). Por perder mucha sangre se quejó de la sed, pidió agua, le dieron vinagre y no quiso tomarlo (Marcos 15: 23).
Cariñoso: quiso reunir a los hijos de Israel como la gallina que reúne a sus polluelos (Lucas 13: 34).
Servicial: vino para servir no para ser servido (Mateo 20: 28).
Compasivo: siente compasión hacia los enfermos, los doloridos, los hambrientos (Mateo 14:14, 15:32) (Lucas 7:13).
Conservador: no se mete en lo que no le corresponde, como repartir la herencia entre los hermanos, por ejemplo ( Lucas 12:14).
Fiel: su gran preocupación fue cumplir su misión como estaba planeada ( Lucas 13: 32-33).
Santo: como lo confirmó uno de los sabios (Lucas 18:18).
Inocente: de todo pecado o infracción, como reconoció Judas, el traidor, la mujer de Pilatos, el propio Pilatos, el delicuente de la cruz y muchos más (Mateo 27:4) (Marcos 15:10) (Lucas 23:42) (Juan 7:21).
Maestro inteligente: sabe que hay dentro del hombre (Juan 2:25).
Sereno: da a la gente una indicación correcta hacia el camino de Dios (Mateo 22:16).
Sabio: hasta causar asombro a quien lo escucha (Marcos 6: 2).
Simple: enseña la verdad por medio de cuentos y parábolas sencillas (Marcos 4:15).
Experto: a la gente le encantaba escucharlo (Lucas 19:48).
Gran predicador: pasaba de pueblo en pueblo, de zona en zona, predicando el reino de Dios y atendiendo a la gente (Marcos 1:38).
Comprensivo: para los problemas de la gente. Sabe como aliviar sus cansancios (Mateo 11: 28-30).
Obediente: a la voluntad de su Padre en el cielo y a María y José en Nazaret (Juan 4: 34, 6:38) (Lucas 2:51).
Humilde: vive en sitios humildes para evitar el ánimo de la gente (Marcos 1:45). Prohíbe a sus discípulos anunciar lo que vieron el día de la transfiguración (Mateo 17:9). Entra a Jerusalén, en el marco de un evento popular, montando en un asno (Mateo 21:5).
Apático: del mundo y lo que tiene (Mateo 8:20).
Amoroso: hasta su propio sacrificio (Juan 15:31). Su amor fue demostrado por sus actitudes hacia los pecadores y los hambrientos. Nunca cerró la puerta de su corazón a quien se lo pedía y hasta perdonó a quienes lo mataron.
Reúne las contradicciones en sí mismo: lo más extraño en Jesús, el hombre, es que se unió en Él la característica y su contrario en un equilibrio extraordinario. Por ejemplo:
Misericordioso hasta lo máximo: le traen un adúltera que merece la muerte según la ley y Él dice: “quien no tiene pecado que lance la primera piedra”(¬Juan 8:7) y
Exigente hasta lo máximo: “vete y no peques más” (Juan 8:11) y (Mateo 10:37).
Manso como el cordero: hasta en el momento más crítico, cuando fue golpeado en su mejilla frente a Caifás, no se molestó sino anduvo con mucha mansedumbre (Juan 18: 23) y prudente hasta la violencia: cuando las cosas van en contra del respeto de su Padre, su misión o el hombre (Mateo 21:12-13, 23:13:36).
Señor: sabe como ordenar, permitir y prohibir y Servidor, porque no se desprecia por lavar los pies de sus discípulos en la última cena (Juan 13:15).
Correcto: no pide la gloria para sí mismo sino para su Padre (Juan 7:18) y en su palabra no hay si y no, sino, sí, sí y no, no (Mateo 7:35) y Sagaz, Hábil, porque sabe como salir de las situaciones incómodas (Mateo 22:20...) (Juan 8:3-9).
Ascético: ayuna cuarenta días en el desierto (Mateo 4: 2) y Comelón (Mateo 11: 19).
Enérgico: pasa su tiempo o en la carpintería o en la predicación o moviéndose entre la gente y meditador: le gusta estar solo y orar por largas horas (Lucas 5:16, 6:12, 9:18).
Puro: nadie puede confirmar sobre Él un pecado (Juan 8:46) y no desprecia a los pecadores: sino los trata, come con ellos (Marcos 2:16) (Lucas 7:38).
Gran conferencista: hasta si el policía escucha su palabra, olvida que vino a capturarlo (Juan 7:32) y silencioso: no dio ningún sermón durante treinta años y tampoco abrió la boca frente a Caifás y Pilatos (Mateo 26: 63, 7:14).
Puede que la historia conozca muchos de los hombres políticos como César, Napoleón; muchos de los pensadores como Santo Tomás de Aquino, Sócrates; muchos Santos como Agustín, Teresa de Ávila; muchos de los hombres misericordiosos como Vicente de Paúl , Raúl Volero, madre Teresa de Calcuta; pero para que la historia conozca un hombre único en su personalidad como Jesús, hijo de María, Nunca.
Extraño lo que se dijo en Él: Jesús, hijo de María, es un hombre extraordinario, un hombre extraño: dicen los Evangelios que fue embarazado de Él, no de una manera milagrosa como Juan Bautista sino de manera virginal. Su madre no se embarazó de su esposo José sino del Espíritu Santo (Mateo 1:18). ¿Hay algo más extraño que ésto?
También se dijo que: “Él es el Cordero de Dios y el Salvador del mundo (Juan 1:36) (Mateo 2: 4, 16:16), resucitó de la muerte…(Mateo 28: 6) Dador de la Gracia...Y quien bautiza del Espíritu y fuego....(Juan 1:16-17) (Mateo 3: 11) El Dios de la gente....(Hebreos 7: 11-19) La vida de los seres y el Juez del mundo…(Juan 1:4) Quien cree en Él tiene la Salvación (Hechos 10:43) y Él es la Luz del mundo, el Alfa y Omega (Lucas 2.32) (Apocalipsis 1: 8).
También se dijo que es la imagen de Dios y el primogénito de todas las criaturas. En Él, por Él y con Él fue creado todo. Es el primero y el último. El comienzo y el fin. Él es el Misterio de Dios, la Palabra de Dios, el Hijo de Dios. Igual a Dios y Dios Mismo. Hasta la divinidad completa habitó en Él corporalmente (Lucas 2: 34) (Colosenses 2: 3) (Marcos 1: 24) (Juan 1: 1) (Mato 3: 17) (Hebreos 1:1-4) (Filipenses 2:6).
Extraño lo que hizo y lo que le pasó: los ángeles del cielo declaran su nacimiento para pastores. Magos desconocidos vienen del oriente para visitarlo. A los 12 años sorprende a los profesores de la ley por “su inteligencia y respuesta”. El día de su bautizo se abre el cielo y baja el Espíritu Santo sobre Él con forma de paloma y se oye una voz diciendo: “este es mi hijo amado”. Fue tentado por el demonio en el desierto después de cuarenta días de ayuno. Se transfiguró en un monte alto frente a algunos de sus discípulos y brilló como el sol. Perdona los pecados mientras nadie puede perdonar los pecados sino Dios. Corrige y completa la ley de Dios. Hace milagros y transforma el agua en vino... Hasta su muerte era extraña. Murió más rápido de lo que se esperaba (Juan 10:18) y hasta las cosas extraordinarias acompañaron su muerte (Mateo 27:45-51).
Pero lo más extraño de todo ésto es que los fariseos sellaron su sepulcro. ¿Y desde cuándo se sellaban los sepulcros? Es porque iba a resucitar al tercer día. Y resucitó en el tercer día y su imagen brillaba como el sol....Una reunión urgente por parte de los fariseos, una decisión rápida de sobornar con dinero a los guardias para decir que sus discípulos lo robaron (Mateo 28:11-15). Luego aparece a sus discípulos diciendo: “la paz esté con ustedes”, comió con ellos (Lucas 24: 36-43) y subió al cielo.
Extraño lo que dijo de sí mismo: dijo que es “el hijo del hombre” y en la Toráh esa persona es un rey celestial que aparece en el fin de los tiempos para juzgar a la gente (Daniel 7:13) (Mateo 26:64) y que es rey y su reino no es de este mundo (Juan 18:36) y que la mejoría es para Él hasta sobre los padres y las madres (Mateo 10: 37). Cambia el ritmo de la historia (Lucas 11:20) (Juan 9:39) (Marcos 3:31). Dijo también que es mucho mayor que el templo, que su cuerpo es el nuevo templo (Mateo 12:41-42) (Juan 2:21) (Colosenses 2.9). Dijo que es el buen pastor que conoce bien a las ovejas y que su cuerpo es pan de vida, quien lo come vive para siempre, y que Él es el camino, la verdad y la vida, y la resurrección, la luz del mundo, la vid, que nosotros somos las ramas y que sin Él no podemos hacer nada (Juan 10: 7-11, 6: 35-53, 14: 6, 11: 25, 8: 12, 1: 51, 15: 1-5) y dijo que es el Mesías y el enviado de Dios para salvar al mundo. Y finalmente dijo: quien me ve a mí, ve al Padre” y que Él es Dios. ¿Es posible?
¿Es posible que una persona diga que es divina y sea correcta? o ¿son palabras que se olvidan a la hora de la verdad?
La hora de la verdad ha llegado, la hora de la elección entre la muerte y la vida. Y ahí está Jesús en el tribunal, parado, frente a una pregunta clave: ¿“Eres el hijo de Dios”? ¿Qué diría Jesús? Si dice “sí”, se hizo igual a Dios y merece la muerte, y si dice “no”, lo perdonan y se salva de la muerte. Respondió: “yo soy, y verán al hijo del hombre viniendo en su gloria”. Ahí lo juzgaron y debe morir.
¿Qué podemos decir? ¿Es un hombre correcto o no? ¿Es Dios o no?
Sin duda: es un profeta: profetizó varias cosas y se cumplieron.
Sin duda: es el Mesías prometido: se cumplieron en Él todas las profecías.
Sin duda: es de Dios: sabemos que Dios no escucha a los pecadores (Juan 9: 1-33).
¿Jesús es Dios? es lo que creemos nosotros los cristianos, y a parte de todo, lo fue dicho en los evangelios y lo que dijo Él de sí mismo.
La gran prueba es: su resurrección de la muerte. (Juan 1: 14) (1Corintios 15: 19).
YA SABEMOS QUIEN ES JESÚS: Él es el Hijo de Dios que vino a este mundo a sembrar Amor, Verdad y Luz. Es el Hijo que se hizo hombre para hablar con los hombres y salvarlos de su miseria, “del pecado”.
Podemos decir que el Amor divino vivió entre los hombres. Jesús revela quien es Dios y hasta donde puede llegar a ser el hombre, pero para conocerlo de verdad hace falta amarlo como lo amó María y muchos de sus discípulos.
El himno de Pablo expresa todo el misterio de Jesús en pocas palabras. “cl”.
Sin Jesús no existiría el cristianismo y la historia humana carecería de ética, que la ha dirigido al bien. Sin Él, el mundo no habría respirado el aire de su mensaje a través de sus discípulos, que cambiaron la vida de millones de gente y hasta el curso de la historia. Jesús inspiró con su vida el sentir íntimo de cada hombre, especialmente del hombre frente a las grandes cuestiones de la existencia, el dolor y la muerte; mira hacia Él como a quien se hace respuesta, indicando una vía de esperanza que se hace Amor. Nadie ha sabido hablar como Jesús, ni actuar como Él. Todavía hoy, después 2000 años, su mensaje y sus palabras guardan su encanto original. Sus relaciones con la humanidad, sea quien sea, han llegado a ser “el emblema de la perfección moral”. Nadie ha dicho ser hijo de Dios y nadie ha tenido una historia igual. Su mensaje y su persona han influído las más grandes religiones del mundo.
Se ha podido afirmar que en Jesús la palabra ha alcanzado el máximo de su intensidad y capacidad expresiva: quizás por ésto los discípulos lo han llamado como “ el Logos”, la Palabra divina hecha carne para comunicarse a los hombres.
Y ahora después de 2000 años, en el lugar en que está la tumba de Simón Pedro, quien fue el “primero” de los discípulos de Jesús, Juan Pablo II ha lanzado al mundo la llamada: “no tengaís miedo de abrir las puertas a Cristo”.