Sacramentología

El Bautismo

Indica la idea de comienzo. Como sacramento, es para el cristiano un comienzo. La puerta para entrar a la iglesia. Puerta de salvación. Puerta a los demás sacramentos.
¿Por qué es un comienzo? Porque regresamos al principio.
La primera palabra de la santa escritura nos devuelve al comienzo de todos los tiempos y de manera especial a la fuente de todos los seres: "al amor poderoso, al creador" (gen 1:1). El Espíritu de Dios vuela sobre las aguas. Entonces, desde el principio hay un Dios Padre que prepara el nacimiento de su hijo. El hombre y su ternura fraterna está disponible para cada creatura, para quien pertenece a esta humanidad que creó Dios a su imagen y semejanza. Y así, cada persona queda ahogada en su cariño y vive de su Espíritu. Él no creó al hombre sino para amarle y así se mete en esta historia, que la inauguró presentándose a sí mismo para el hombre, poco a poco, que es su hijo. Y Él no creó al hombre y no se metió en su historia sino para hacerle vivir en su vida, vivir "vida divina". Eso es lo que llamamos "salvación". Que no es algo o dirección y tampoco nos da nada, sino nos transforma a seres nuevos divinos. No existió la primera creatura sino para la segunda que con ella se hace el hijo del hombre "hijo de dios": esta verdad es la participación en la vida divina. Somos llamados a ser uno con Cristo, en su vida, su muerte, su resurrección. Por Él conseguimos el perdón de los pecados, la reconciliación con Dios y el prójimo, la adopción divina, el don del Espíritu Santo, vencer la muerte y con pocas palabras, la vida nueva, o sea, "la gracia". De ahí la importancia del encuentro con Cristo. Este será en la Iglesia y en el bautismo primero, que es el nacimiento a la vida nueva. Este nacimiento lo explica Jesús a Nicodemo en (juan 3): El hombre si no nace de arriba no podrá ver el reino de Dios, o sea, "vivir vida de Dios". El nacido del cuerpo es corporal, es decir, esa es la primera creación y el nacido del Espíritu es espiritual, es decir, esa es la segunda creación. El Espíritu o el viento sopla donde quiere y se oye su voz, pero no se sabe por dónde viene ni hacia dónde va. Así es quien nace del Espíritu. Así evangelizó Cristo sobre el bautismo. Habla del nacimiento no corporal sino de arriba, que en éste se hace el hombre "hijo de Dios". Jesús habla sobre la salvación.
El Espíritu que está representado por el viento es libertad absoluta. Se puede amarrar el agua pero no el Espíritu. No se puede amarrar el hecho de Dios hasta en los sacramentos ni en la iglesia. Entonces, el bautismo es poco de agua y mucho de Espíritu Santo, que sopla donde quiere, quiere salvar a todos y no duda soplar en un sitio, deseando crear en él un poco de fe, esa fe que llamamos la buena voluntad. La salvación es un don para todo el mundo. No está mostrada a lo mejor para todos, pero fue para cada persona.
¿Qué le pasará al que no se bautice y tampoco escuche a Cristo en esta vida? Santo Tomás de Aquino se pregunta y se responde a sí mismo diciendo: ¿Cada persona está obligada a recibir el bautismo? "SI". ¿Sin el bautismo no hay salvación para el hombre? Tambien "SI" ¿Contradicción? "NO"; pero hay tres maneras para el bautismo: bautismo de sangre, que es el bautismo que vivió Cristo en su pasión (luc 12: 50),el cual es la cumbre del amor y el testimonio de la fe; bautismo de agua, como lo sabemos y bautismo de anhelo, el cual no exige ningún conocimiento claro de Cristo o de la Iglesia. Es el bautismo donde el Espíritu Santo sólo sopla donde quiere y se revela a cada persona de buena voluntad y en especial a quien no niegue con terquedad lo que le llega de luz.
¿Qué es el bautismo de anhelo? Bautizar en griego significa: ahogar. La carta de San Pablo habla de eso (1 cor: 10). La gente de Dios escapaba de Egipto y había un poder espiritual, un amor divino que le llevaba con la mano a través de señales. Y antes de que naciera Cristo, muriera y resucitara, Él brillaba sobre ellos, y fueron bautizados en el mar, con el agua y el Espíritu, y la gracia del bautismo trabajaba en ellos desde entonces a través de símbolos. Todos comieron comida espiritual y bebieron bebida espiritual, que es "Jesús" bajo esos símbolos. La gracia de la Eucaristía les revivía secretamente. ¿Qué significa eso? La salvación total está en Cristo muerto, resucitado y por su muerte ha sido el centro del universo para los que estaban antes y después de Él, de adán hasta el fin del mundo. Todos los hombres por ser humanos como el Cristo resucitado se han ahogado en el acontecimiento de la salvación. Eso, lo que es Cristo personalmente, ¡se dieron cuenta o no! Y ese es el primer significado del bautismo. 1) por su creación: todos son creaturas de Jesús, el salvador, que comenzó cuando en el principio el Espíritu de Dios volaba sobre las aguas. 2) por su humanidad: todos son socios de la humanidad de Jesús, que murió y resucitó, y con Él subió al cielo. Ese es el misterio brillante que se debe aclarar en el bautismo del agua, y aceptarlo y celebrarlo todos los que llegaron a conocer a Cristo y su Iglesia. Pero eso no es de su dominio: el acontecimiento de la salvación es el bautismo de la sangre de Cristo que fue derramada por muchos. Muchos en esta vida se parecerán a Cristo en sus dificultades, y ahogarán en su muerte por sus muertes, y le encontrarán en su resurrección, y eso no es solamente a los que creen en Él, sino para toda la gente de buena voluntad, que trabaja la gracia en sus corazones de manera invisible. Tenemos que creer que el Espíritu Santo presenta a todos de manera que conoce Dios Padre la posibilidad de su participación en el "sacramento pascual". La mayoría de la gente no conocerá a Cristo en esta vida y estamos en una salvación libre; seguro donde esta Dios ahí está el amor y donde está Cristo ahí está la libertad. Por eso hablamos del bautismo del anhelo, pero ese no es el anhelo al bautismo, para ahogar en el acontecimiento de la salvación. Para bautizarse en el anhelo, le basta un poco de conciencia nada más; nada menos la conciencia que llama a cada uno a hacer lo que cree que debe hacerlo. Cada persona que sigue con sencillez la luz de su conciencia está bautizada en el bautismo del anhelo, porque esa luz aunque es débil, es prácticamente la voluntad de Dios en su vida. "Su conciencia por el nivel de su entendimiento es su verdad" (rom11:33-36). Cada persona en un día responde "SI". Según la luces dadas para ella entra en la alianza de la salvación. Nuestro Dios es padre para todo el mundo, domina a todos, habita en todos y por su hijo les salvó a todos por el bautismo del anhelo, "¿Saben eso o no?".
¿Qué significa el bautismo de Juan? Hay que hablar de ese bautismo porque Cristo mismo lo aceptó y sus discípulos lo usaron y ese bautismo no es de los judíos, ni de los paganos, ni el bautismo cristiano no comenzó el rito del bautismo cristiano con Cristo sino después de la resurrección. Vemos el bautismo de Juan en 5 puntos: 1) lo que diferencia el bautismo de Juan es que otra persona lo da. Nadie se bautiza a sí mismo. La gente reconoce que es un profeta. 2) Alrededor de ese tipo se reunen varios discípulos, es bautismo comunitario. 3) ¿Por qué bautiza? Porque los últimos tiempos están por comenzar, donde se mete Dios y se cumple la profecía de Ezequiel (36:25). 4) Significa arrepentimiento a quien lo acepta. Debe reconocer que es pecador y regresar a Dios definitivamente. Para aceptar ese bautismo debe pertenecer a la comunidad. 5)Todos están invitados a pertenecer a esa gente pecadora, judíos, paganos y Cristo es uno de ellos por cargar el pecado del mundo. Vemos en el bautismo de Juan la característica del bautismo cristiano: en el cristianismo, Cristo es el que bautiza siempre. Señal de arrepentimiento definitiva, ofrecida al mundo entero, que tiene sello de pertenecer a la comunidad, pero una comunidad que espera la pascua, el Espíritu Santo, el mundo nuevo y ese es el Pentecostés. Juan bautizó en el agua sin el Espíritu, porque Cristo no había muerto para entregar el Espíritu, en el Pentecostés. Los discípulos tuvieron el bautismo del Espíritu sin el agua, porque veían a Cristo, no necesitaban un sacramento para encontrarle. Vemos el libro de los hechos (2:37 y 20:14). La especialidad del bautismo cristiano esta en 5 puntos: 1) penitencia a Cristo en la fe y el paso a la vida eterna. 2) el llamado del nombre de Cristo: Juan ya no bautiza para el perdón de los pecados sino Cristo que da el Espíritu y la vida. 3) porque el bautismo se cumple por el Espíritu Santo que es el don de Cristo, el bautizado se ahoga en el acontecimiento principal que es "la pascua" de Cristo. 4) se cumple con la palabra que significa el don de Dios y del hecho simbólico "el agua". 5) se une el bautizado a la gente nueva que comenzó el día de Pentecostés.
El bautismo es la entrada a la familia de Dios: eso es lo más importante, entrar en la familia de Dios, en la comunidad de Cristo, la Iglesia. El Concilio Vaticano II habla quince veces sobre el bautismo sin pronunciar ni una sola vez el pecado original, dice: "En el bautismo el cristiano se hace uno con Cristo muerto, resucitado; se hace elemento para Cristo; acepta el Espíritu que en él será el hijo de Dios; en pocas palabras, se mezcló el bautizado nuevo por el hijo en la sociedad de las tres personas divinas y en la comunidad de los creyentes. Cuando decimos que el bautismo borra el pecado original no está de acuerdo pero no es error, pero si limitamos el bautismo del sacramento que borra el pecado original, ahí nos alejamos mucho de la verdad.
El significado natural del agua: desde hace mucho tiempo se usan los ritos de la purificación con agua. En cada civilización el sentimiento de una culpa exigía un rito de purificación y en el punto de vista de la santa escritura en especial, el agua es la materia principal. En los países orientales el agua es símbolo de vida y al contrario, ¿El agua a veces no es más terrible que el fuego? El ahogo en el agua está bajo órdenes psicológico profundo: la bajada a la subconciencia, esta parte oscura de nosotros mismos donde nuestras cosas están en la oscuridad que no atrevemos a reconocerlas, el ahogo psicológico del pecador es el "super yo" que botamos en el mar para nacer de nuevo. Entonces entre el bautismo y los símbolos universales existe una relación, hay que reconocerla, "pues el agua es el que mata y purifica y revive".
El agua de nuestro bautismo es rico de todos los símbolos y los acontecimientos que pasaron en la santa biblia: es la madre de la primera creación donde volaba el Espíritu de Dios. Es la inundación que ahoga el pecado del mundo y lo purifica. Es la fuente del paraíso. Es la fuente de la roca que es Cristo. Es el agua del jordán donde se bautizó Cristo. Es el agua brotada del costado de Cristo, que es el bautismo de Jesús y del mundo entero, y de aquí se explota la fuente de los sacramentos, en especial el bautismo y la eucaristía. Tenemos que entender que el bautismo es una cruz sangrienta, "su primera función es matar". Dice un teólogo: el encanto principal del bautismo es el ahogo en el origen de la muerte. El agua es símbolo de la muerte. En la biblia, el mar es el sitio del enemigo de Dios, expresa a la anarquía, a la enemistad con Dios y la salvación es vencer ( apoc:21:1). Entonces, el agua tiene dos símbolos: por presentar el mar es el símbolo de la muerte y la fuerza que lucha contra Dios y por su símbolo a la fuente, es la señal de la vida misma. Entonces, representa la muerte y la vida también, y los dos están mezclados de una manera extraña. Solamente el sacrificio revive; el bautismo que predica la iglesia " ES MORIR DEL PECADO PARA VIVIR EN DIOS."
¿Si muere el niño sin bautismo? El niño que no está bautizado que se convierte a hombre capaz de usar su libertad se encuentra en el estado del increyente; su buena voluntad es el bautismo del anhelo, o sea: "el amor de Dios", aunque no lo conoce. Y si muere antes de despertar sus responsabilidades, dice Cristo: dejen los niños que vengan a mi. AMEN.

La confirmación

¿Qué significa ese sacramento? ¿Qué incluye al bautismo? ¿A qué edad se debe aceptar? 1)La confirmación es el sacramento de los adultos. Es para el bautismo como el crecimiento para el niño.2) No es un segundo bautismo, sino fortaleza y renovación en la edad de madurez 3) Es el sacramento del mensaje y la misión católica.4) Es el de la fuerza, valentía y martirio. 5)Es el sacramento del Espíritu Santo, "nuevo Pentecostés". 6) Es el sacramento de la participación eclesiástica.
El sacramento es una señal activa en la Iglesia. ¿Cuál es la actividad de esa señal? Dicen: da la luz o la fuerza o el amor. Pero no se preguntan, ¿Qué indica? La Iglesia debe indicarse por la vida de sus elementos y los sacramentos se fundieron para ayudarles, sino, ¿Qué beneficio tienen? Cada sacramento da su significado; pues, ¿Qué significa la confirmación para el mundo? "Es la constancia del Pentecostés". Es la señal que la plenitud del Espíritu Santo se dió para la gente de Dios y para la plenitud de la Iglesia y esas dos plenitudes hacen de la confirmación un sacramento especial, sin separarse del bautismo o la eucaristía. "Derramo mi Espíritu a cada persona", dice Dios. Esa es la confirmación. Eso no significa que los demás sacramentos no dan el Espíritu. Cada sacramento sale de las tres personas divinas, da el Espíritu Santo, la vida, el perdón, pero la confirmación da la plenitud del don del Espíritu, no para gente asignada como los sacerdotes, sino para cada persona que fue bautizada. Pero, ¿Qué es el Espíritu? El no es un objeto para Cristo, sino es una persona. "Es el viento que habla y nos enseña el padre nuestro". Es el viento que cubrió la Virgen en el primer día de la salvación. La fuerza de ese Espíritu aparece sobre Cristo el día de su bautismo y la usa completa para su misión. Ese poder fuerte es todo "el poder del amor", porque el Espíritu es Dios y Dios es "amor". El poder del amor de ese, el invencible, lo transmitió Cristo para todos sus seguidores, pero ahora está en su persona y debe morir para que explote. Y así, en su agonia, Jesús entrega el Espíritu y lo da para toda su gente. "Ese es el Pentecostés, esa es la confirmación". El Espíritu que fue prometido lo predijo Cristo por el derrame del Espíritu Santo como cumplimiento a la promesa del padre (hech1:4) ¿Qué promesa es esa? En el Antiguo Testamento, a muchos profetas le dieron el Espíritu no para profetizar el futuro sino para anunciar la palabra de Dios, para llamar a la gente a la penitencia. Pero no todos los judíos eran profetas, o sea, no aceptaron todos ese Espíritu. Mientras que en el Nuevo Testamento, a toda la gente que nació de Cristo y del bautismo se dió ese Espíritu para todos: Será derramado sin avaricia o medida a todos, llenará a todos de su dones, creará en ellos corazones fieles para Dios, con amor al prójimo( ezq 36:26). Esa es la promesa del padre que se cumplió en Pentecostés y ese Espíritu no apareció a personas sino a una comunidad reunida rezando con la Virgen con una sola voz..... vientos y fuegos no tienen caras pero son verdades, Juan los había profetizado. Se llenaron del Espíritu Santo y comenzaron a hablar muchos idiomas, no extraños a ellos o a sus oyentes. El don de hablar idiomas es de verdad la misión de la iglesia para todo el mundo. Y porque el Espiritu es amor, el encuentra la gente en sus variedades y eso con idiomas equivale su numero, el numero de su cultura y los países. La Iglesia es universal y cada nación bajo el cielo está en la Iglesia y en ella oye su idioma, entonces la Iglesia es principalmente la Iglesia de la buena nueva. Es la promesa del padre y del hijo, es el don del padre y del hijo para quedar con nosotros para siempre. La confirmación en la Iglesia nunca era una adoración personal, ella es un hecho eclesiástico, un hecho de la comunidad cristiana presente, un hecho de la Iglesia universal. Debe ser una señal para el mundo. El misterio de ese Pentecostés que hizo salir a los apóstoles como testigos entre muchedumbre, significa que sobrepasa la comunidad cristiana que la funde porque ella se fundó para todo el mundo, para predicarle de algo y en especial cuando celebra un misterio como la confirmación, que es una señal de Cristo en su Iglesia para todo el mundo, y así los sacramentos no son un acto personal, espiritual, en la vida de las personas, sino antes de todo son acontecimiento de la historia de la salvación para la humanidad. La Iglesia que nació del Pentecostés es la Iglesia del Espíritu. Le dió Cristo el sacramento de la confirmación para hacer el recuerdo del Pentecostés. Así hace la confirmación del Pentecostés presente. El Pentecostés es como la pascua, comienzo de un movimiento que no termina sino con el fin del mundo.
¿Qué dice la Iglesia de sí misma? Cuando recuerda la Iglesia el Pentecostés en la confirmación expresa que ella no es una sociedad humana ni religiosa, sino gente de Dios. Declara que ella nació desde hace 2009 años y sigue naciendo del Espíritu del Pentecostés. Cuando celebra ese sacramento significa que ella como Iglesia es creatura nueva y que un ser nuevo nació: identidad: cuerpo de cristo nacido del padre en el Pentecostés, su vida: respirar ese aliento que es el Espíritu, su santidad: el don de Dios gratuito en el hijo y por el Espíritu, su herencia: ese mismo Espíritu que atestigua a nuestro Espíritu que somos hijos de Dios.
Cuando celebra la Iglesia ese sacramento declara la gracia que no la mereció, o sea: que ella no nació y no nacerá del hombre sino de Dios (jua1:13), y luego ve hacia el futuro y predica a la gente que Dios por la fuerza del Espíritu amoroso "es todo para todo". La confirmación fundamentalmente es el sacramento del crecimiento del reino de Dios.
¿Qué incluye la confirmación al bautismo? En el bautismo entramos a la familia de Dios, pasamos de la muerte a la vida; en la confirmación nos hace el Espíritu Santo fabricante de vida. En el bautismo estamos llamados y en el otro somos enviados. En el primero vestimos a Cristo y en el otro seremos capaces de llevarle luz para el mundo.
Si presentamos los jóvenes a la confirmación sin que acepten su transformación y darles responsabilidades, "no estamos sabiendo que estamos haciendo".

La Eucaristía

A lo que le decimos el sacrificio de la misa, lo hizo Jesús como una cena. “Mi cuerpo es comida y mi sangre es bebida”. Cena fraternal de pan y vino. Quiere Jesús a través de ella hacernos participes en verdades profundas: “su cruz y su resurrección , su cuerpo y su sangre, la unión con Dios y con nuestros hermanos, en el cuerpo místico único”. Este sacramento es vida, unión con Dios y con el universo. No podemos vivir sin relación constante con el universo. Nuestra relación de este mundo la sentimos más por parte del alimento y afortunadamente el creador nos puso una mesa, que comemos de ella. Comer el pan y beber el vino significa antes de todo la vida. Ellos amarran nuestra vida a quien es creador del universo, a quien es la vida. La aplicación sobre la eucaristía es clara: como que sin pan y vino los cuerpos más fuertes se ponen débiles, así sin el cuerpo y la sangre de Cristo se mueren las más santas almas. Así en la eucaristía el pan y el vino que están consagrados significan verdaderamente el cuerpo y la sangre de Cristo, como fuente de vida divina para quien los acepta con fe. Por la comida y bebida se une el hombre al universo y el universo al hombre y porque la creación material está llamada a unirse en el hombre, queda el hombre el ser más afortunado de levantar ese universo. Pero ese levantamiento hacia arriba llevará al universo y al hombre a lo que es mucho más arriba que el hombre, por la encarnación de Dios entre la gente y como cada hombre-Jesús, el hombre-Dios se unirá en el universo y el universo en Dios y eso significa: que Dios no se encarnó sino para ser primogénito para muchos hermanos en la divinidad, nada más, nada menos.
La vida en la eucaristía: en el libro sagrado, aparece Israel como toda la gente del ayer: hambriento, sediento, caminando de poso a otro y de cosecha a otra, pero como en la mano de Dios, y sus vecinos, los paganos, sentían eso. Todo lo que existe es un don de Dios y existió para aparecer la paternidad de Dios y hacernos saborearla y para hacer de la vida del hombre una unión con Dios. Frutos, agua, sol, son el amor de Dios que ha sido alimento para el hombre. Dios bendice todo lo que crea, o sea: hace de la creación una señal para su presencia y su amor y para descubrirse a sí mismo para el hombre. El llamado del hombre en el universo es distinto y así, Adán da el nombre a todos para dominarlo como un don de Dios, para agradecerle. “Se pide del hombre sólo bendecir a Dios, y del hombre sólo se pide de responder a la bendición de Dios por su propia bendición, la bendición del agradecimiento”. Esa bendición no es un acto de adoración, sino la manera para la vida para quien sabe que el mundo es un don de Dios. Dios bendijo el mundo y el hombre y toda la creación por el hombre, y bendijo el séptimo día, o sea: “el tiempo del hombre”. Eso significa que hizo todo bueno por amor al hombre. Por la apariencia del amor de Dios viene el agradecimiento del hombre como una respuesta. Dios se descubre a sí mismo al crear las maravillas y responde el hombre al bendecir a Dios por sus maravillas. “Esa es la eucaristía”. La bendición y la eucaristía significan lo mismo: “agradecimiento”. No es una casualidad que se concentre el sinario del pecado sobre la comida, es la imagen de un mundo económico que no conoce a Dios y tampoco reconoce que él aceptó todo de Él como un don. Es el pecado de muchos que viven sin agradecer. Es el pecado de quien trabaja el domingo en vez de presentar la eucaristía para quien nos da la vida. Dice un poeta ruso: tomamos el mundo entero con nuestra mano como si fuera una manzana no para comerla tampoco, para robarla, sino para presentarla con agradecimiento a quien tomamos de Él todo.“Eso, lo que no supo Adán hacerlo, la presentación”. La presentación es: agradecimiento para Dios y compartir con los demás. Después de bendecir y agradecer, comemos y presentamos para Dios, a nosotros mismos y al mundo, y por ser cristianos, presentamos por Cristo. “El agradecimiento único del mundo es Cristo, que es la única eucaristía. El sacramento de la eucaristía no es la presencia verdadera del cristiano sino comer a Cristo también. Dice Molier: vivimos humanamente con la comida y bebida con los demás en una participación fraternal, y vivimos divinamente por comer y beber a Cristo con nuestros hermanos. La cena del señor al final es un compartir porque es amistad. “El amor significa compartir”. Así, el compartir es un reconocimiento hacia Dios y los demás, es conocer a Dios y los demás, es el camino de la humildad y el agradecimiento, es el camino de la bendición y la eucaristía. La eucaristía descubre el significado para el hecho de la creación divina, y del llamado de toda la creación. Ese significado es el desarrollo de la materia hacia el hombre y el hombre hacia Jesús y de Jesús hacia el padre. El regreso de la creación hacia Dios, eso es lo quiere decir la eucaristía, de manera que sobrepasa todos los sacramentos. Ella es la que nos lleva a ésto y la Misa nos hace vivir adelantado el fin de los tiempos. La Misa es la que logra el destino divino para el hombre y el universo. La Misa es el hecho más grande en nuestra vida. La eucaristía es la participación en la celebración de todos los cristianos y el sacerdote único es Cristo y el sacrificio único es el sacrificio del gólgota y la Misa es la memoria de ese sacrificio y el sacerdote asignado es la señal de Cristo. Él celebra para y con la comunidad y ella celebra con él en la unión de la Iglesia universal. No hay sino una sola Iglesia, única y está construída sobre Pedro, o sea: el papa actual, y sin la obediencia no hay sino la anarquía. El domingo es la memoria y la presencia efectiva para la resurrección del Señor. Es entonces la imagen del otro mundo, el día octavo que no termina.

Reconciliación

Tiene que ver con perdón y redención. Su origen está en el plan de salvación de Dios y en la Iglesia. Desde el principio de la humanidad, cuando Adán y Eva pecaron, el ser humano sufre una profunda ruptura, tiene una profunda herida. Esta herida es la que hace que percibamos la distancia que existe entre el bien que deseamos hacer y el mal que realizamos; esta herida es la que torna dolorosa la relación con los demás, aun cuando se sienta como necesaria; esta herida es la que desdibuja a Dios y lo hace aparecer como un ser lejano, difuso, ausente de la historia. Sin embargo, Dios se vuelve hacia el hombre para salvarlo, para curar esa herida que le provoca la ansiedad y le sume en la desgracia. Esta mano tendida del Padre hacia su criatura se realiza en la historia, a través de la convocación de un pueblo. -En génesis 3,15 Dios hace la promesa de la redención por medio de su hijo Jesucristo-. El pueblo escogido es “Israel“, que tiene su inicio en la llamada de Abraham y en la respuesta de éste. A través de ese pequeño grupo de pastores nómadas, Dios comienza a realizar su proyecto de reunir a toda la humanidad en su Reino. Este designio Salvador de Dios respeta la naturaleza humana y, por eso, se realiza a través de etapas que se desarrollan en un espacio y tiempo concretos. Este pueblo elegido por Dios para ser semilla o germén, signo de la congregación final de todos los pueblos (Is 2,1-5; Miq 4,1-4), se apropió del regalo. Hizo de él argumento de orgullo y de soberbia, en vez de instrumento a través del cual Dios se hace presente en el mundo y en la historia de los hombres. El pueblo de Dios rompe la Alianza, llevada a cabo con los diez mandamientos por medio de Moisés, y cierra sus oídos a la voz de los profetas. Es en esta situación cuando Jeremías anuncia una Nueva Alianza que Dios va a establecer con un pueblo nuevo. Una Alianza que no está esculpida sobre piedras, sino que está inscrita en los corazones (Jr 31,31-34).La Nueva Alianza se inicia con Jesús, el Cristo. Él va a proclamar la llegada del Reino de Dios mediante su palabra y signos, convocando a su alrededor a un amplio número de discípulos que forman su comunidad, eligiendo a Doce para participar en su misión, su poder y su suerte. Una comunidad que sufre una dura prueba cuando ve a su maestro colgado de un madero, ajusticiado por las autoridades políticas y religiosas de la época. Parece que Dios le ha abandonado y que su pretensión haya quedado ahogada ante la realidad de los poderes de la tierra. Sin embargo, una experiencia singular va a transformar la comunidad desesperanzada y temerosa. Este acontecimiento es la Resurrección del Señor. Por la resurrección, los discípulos experimentan la profundidad del Misterio de Jesús: Jesús vive, Dios lo ha rehabilitado, es el Mesías, el Ungido de Dios, el Mediador de la Salvación, el Cristo, el Señor.
Toda esta realidad que ahora comprenden, les abre los ojos ante la misión que Jesús les encomendó: la nueva situación es continuación de la que vivieron antes de la muerte de Jesús. No ha habido ruptura entre los antiguos y los actuales discípulos, pero es indudable que la confesión de fe en Jesús, vivo y glorificado, les convoca de una forma renovada para seguir el camino, comenzando desde Galilea (Mc 16,7).
Estrechamente ligado al anterior e inseparable de él, se dio otro acontecimiento en el seno de la comunidad: Pentecostés. El Espíritu de Jesucristo, derramado sobre la comunidad apostólica, fue la vida que la hizo descubrirse como comunidad de salvación. Como en el relato de Ezequiel 37,1-14, un conjunto de personas cuya esperanza se había desvanecido, se siente revivir poniendo en práctica el estilo propio del Reinado de Dios: “perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones…“ (Hch 2,42-47;4,32-35;5,12-16).

Los sacramentos, instituídos por el mismo Cristo antes de partir, son los signos visibles de su presencia en la tierra, por medio del cual la Iglesia se alimenta y se nutre. Son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio. Por medio del sacramento de la penitencia podemos reconciliarnos con Dios y nuestros hermanos. Este sacramento tiene un puesto relevante en la vida de la Iglesia. Ésta es consciente de que Jesucristo le ha confiado, en los Apóstoles y en sus sucesores, el poder de perdonar los pecados. Por consiguiente, ha visto siempre en este sacramento el signo del perdón de Dios confiado a la propia Iglesia. Esta dimensión eclesial de la Penitencia se expresa sobretodo en las palabras de Jesús a Pedro: “Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mt 16,19). La reconciliación con la Iglesia es el camino de la reconciliación con Dios y es, fundamentalmente, una obra de Dios. Una obra en la que interviene tal como es:
-Padre que busca a sus hijos perdidos, que sale a su encuentro constantemente. Este es el significado profundo de toda la Historia de la Salvación: un padre que busca a sus hijos de formas diversas para otorgarles su propio hogar, su propia alegría, su propia vida. Ejemplo: Parábola del hijo pródigo y oveja perdida.
-Hijo, que en su Muerte y Resurrección, manifiesta lo que es la reconciliación: un proceso de lucha contra el mal, una entrega al servicio de los demás, un camino de dolor (via crucis) hacia una situación nueva de amor.
-Espíritu que es la misma vida de Dios derramada sobre los creyentes, que nos mueve a la conversión, nos transforma y nos renueva en la fe.

Antes de Cristo, Dios era el que buscaba al hombre y después de Él, lo sigue buscando, pero por medio de este sacramento, es el hombre el que debe buscar a Dios. Cristo nos dejó las bases: “amense los unos a otros como yo los he amado”, y en el Padre Nuestro, pedimos al Padre: “perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”; entonces, está claro que debemos perdonar y amar a los demás como Él nos amó, hasta la muerte, entregándonos y sirviendo desinteresadamente. No es fácil, pero con y por Cristo se puede lograr. Ahora y hasta la próxima venida de Cristo con toda su gloria, los cristianos somos quienes debemos buscar la reconciliación entre los hermanos y con Dios, y una manera de empezar es con nosotros mismos, dentro de la misma Iglesia, para poder llegar después a los no creyentes. Entonces, ¿tienes algún pleito o discordia con alguien? ¿Qué estás esperando? Ve a reconciliarte con él. No sigas alimentando ese rencor que te daña y daña a los que te rodean. Uno de los frutos de la reconciliación es la paz y la armonía en la convivencia humana. Es una liberación del alma, que se encuentra esclavizada por el pecado. Así que si quieres estar bien con Dios, reconciliate con tu hermano y vive en paz. Amén.

La unción de los enfermos

La nombraron anteriormente la unción final. ¿Qué significa eso? Se llama así porque se da al final de todas las unciones, que las encargó Cristo a su iglesia como señales místicas. Esa palabra no tiene un sello trágico sino simplemente es la última en la lista; pero los cristianos no entendieron esto, sino que se quedaron conservando el significado miedoso, el cual heredaron de los siglos medios. Según su opinión, la unción significaba el fin de la vida; pero la tradición de la iglesia es diferente, la iglesia antigua oriental nombraba ese sacramento: “aceite de oración”, sin pronunciar la muerte, y la iglesia occidental le decía: “aceite sagrado o unción de los enfermos”.
Jesús no frotó a nadie en el aceite. El importante y el significado principal para el rito de la unción regresa primero a que esa unción aplica el sobrenombre de “Cristo” mismo. Cristo significa: “el frotado”. Él es el que bautiza, perdona, confirma, sana los enfermos. Por Él se distribuyen los aceites sagrados. La unción no es un rito de consagración como el bautismo, la confirmación, sino por parte de Cristo, es un hecho que sana espiritual y corporalmente. La biblia nos hace ver la muerte amarrada por el estado de la humanidad pecadora. La enfermedad es el prólogo de la marcha hacia la muerte. “Es como la muerte que está amarrada por el pecado”. Eso no significa que “fulano” se enfermó porque ofendió a Dios personalmente. Cristo se enoja contra esa idea. La muerte no toca al hombre sino por el estado de su humanidad pecadora. Por eso vemos al salvador sanando los enfermos por docenas. Cristo vino compartiéndonos la vida de la carne para acabar por su muerte al que está en su mano el poder de la muerte (heb2:14). Esta mirada profunda da un significado para todos los milagros de Cristo. El mejor ejemplo es la sanación del paralítico de kafarnaum (mar 2:1-12) cuando le bajan del techo. Frente a esa gran fe le dice Jesús: “hijo, tus pecados están perdonados”. Tremenda sorpresa. Nadie le pidió eso. Y los fariseos que estaban ahí dudaron: está blasfemando. ¿Quién puede perdonar el pecado sino sólo Dios? Eso dijeron. ¿Pero acaso no hay relación entre el pecado y la enfermedades? La sanación de ese paralítico tiene tres milagros divinos: 1) hay una relación fuerte entre el pecado y la enfermedad: Trajeron a Cristo un enfermo. Él les habló del pecado. Desamarró esa cadena no por la fuerza de la medicina sino por la misma palabra que con ella mató en este hombre el estado del pecado. Así se desaparecieron los dos por la fuerza de Cristo. 2) Da cristo ese milagro como prueba al poder del perdón que Él tiene, o sea: sanar al hombre espiritual también. Él vivifica al hombre espiritual y corporal . “Quien escucha su palabra pasa de la muerte a la vida”. La vida del amor que vence a toda enfermedad y toda muerte. 3) Ese milagro habla la verdad segura: el salvador que lleva a la gente la sanación final a cada mal, o sea: “la resurrección de la muerte” y el hecho de la vida, esa se cumplirá por su muerte y su resurrección. Jesús no es un médico sino un salvador. Sin duda hizo el trabajo del médico, pero no separó entre las enfermedades del cuerpo y las del espíritu. “El tomó nuestras enfermedades y cargó nuestros pecados”. Por su sanación a los enfermos aparece que Él llevó a hombro todo el mal de la humanidad, corporal y espiritual y que Él quiso sufrir en su cuerpo y su espíritu hasta la muerte. “Aquí se esconde la fuente de este sacramento”. Unción de los enfermos, el sacramento de Cristo “pascual”. La penitencia espiritual y la sanación corporal son prácticamente la expulsión a la fuerza del mal y abrir el camino o dar la oportunidad frente el reino de Dios, y ese es el hecho completo del sacramento. Después de la resurrección de Cristo los discípulos siguieron en su nombre el hecho del amor, ese hacia los enfermos, con la oración por ellos y por la unción, y la carta de santiago es el testimonio inspirado a ésto. La oración de la fe es toda esta celebración, la fe de la iglesia. La de los sacerdotes y especialmente la fe de los enfermos, y si la hora de su ida ha llegado, pues la unción los sella para la resurrección, y si su conciencia esta pesada de los pecados, pues ya se le han perdonado. Puede el hombre estar enfermo sin que su conciencia esté pesada del pecado, pero el pertenece a la humanidad pecadora, y así Jesucristo sufrió por y con nosotros.
OBSERVACIONES:-Se considera el aceite consagrado un sacramento y lleva una fuerza divina.-Se le da esa fuerza por la consagración y el que consagra ese aceite es el obispo, y él es el que cumple ese sacramento. –Ese aceite consagrado es como los demás sacramentos, es para los creyentes, o sea: se debe prohibir a los excomulgados.- Ese aceite es para los enfermos y no solamente los curas pueden ofrecerlo sino los laicos también.
Finalmente, ese sacramento es como los demás; sacramento de fe primero, o sea: “creo que Dios me atiende y lo veo en mi dificultad intentando entregarme a Él”. Esa es la última palabra de este sacramento: la iglesia es para los enfermos y ellos son para ella en Cristo sufrido, muerto y resucitado de la muerte.
AMEN.

El sacerdocio cristiano

El domingo es el rey de los días porque hace la iglesia en la eucaristía y ésta es la reina de los sacramentos porque es un sacrificio divino, pero el sacrificio exige un sacerdote. Entonces, ¿Qué es el sacerdote cristiano? Debemos comenzar por Cristo. Hay sólo un sacerdote que es Él y sólo un sacerdocio que es el suyo; sin embargo, para cada religión hay un servidor para la adoración. En el tiempo de Cristo, los sacerdotes de la semilla de Aarón se turnaban en el templo de Jerusalén las celebraciones rituales y las presentaciones de sacrificios. No se sacrificaban a sí mismos sino a animales. No eran sino empleados para el hecho de la adoración. Una adoración externa ritual se repite siempre porque era incapaz para santificar al hombre. Rituales humanos aceptados por Dios hasta el tiempo de la reformación. El dueño de la reformación es Jesús, el salvador, que no cumple el sacerdocio de Aaron sino al contrario no será sacerdote sino como melquisedec, para siempre. Jesús en su juventud iba al templo de Nazaret como creyente normal. Un día leyó el libro de Isaías y lo explicó. Lo hizo por ser laico. No tomó el sobrenombre sacerdote para siempre, más bien en vez que apareciera como una persona consagrada y pura lo vimos recibiendo los pecadores, comiendo con ellos, sin parar a la ley de impureza. Y tampoco pensaron ellos darle el sobrenombre sacerdote, en excepción la carta de los hebreos y sin embargo, Él es el sacerdote único. Jesús no hizo nunca una celebración ritual, pues no se cumple su sacerdocio por las celebraciones sino por su misma persona. Él se nombró a sí mismo: “ese es el que santificó el padre y lo mandó al mundo”(juan 10:36). Esa santificación y consagración son el sacrificio de su misma vida y la presentación de su misma muerte. Vida y muerte se glorificaron en la resurrección para santificar el mundo entero. La carta de los hebreos está especializada para aparecer que el sacerdocio judío ya se acabó para estar en su lugar el de Cristo, el verdadero y el único. Hasta entonces las palabras sacerdote, sacrificio, han dejado de tener el mismo significado. Pasamos a la verdad: se dejó de pedir de nosotros dar vueltas alrededor del altar, sino de llegar a ser hijos de Dios. Lo que está pedido ya no es lo ritual sino el amor. No el sacrificio de algo sino renunciar a nosotros mismos. Por eso Él es el mediador de la alianza nueva (heb 9:11-15). Mediador, esa es la palabra grande. Recordamos que el pecado es separación mientras la salvación es la unión de la fuente que es Dios y esa es la vida. Solamente el padre y el hijo pueden reunir los elementos de esa unión. Sólo Jesús puede ser el servidor de esa vida y ese amor activo y así, ha sido el hijo de Dios el mediador perfecto cuando se encarnó. “El Dios perfecto y el hombre perfecto unido así en su persona divina y humana”. El único sacerdocio de Cristo es esa mediación trinitaria: 1) lo mandó el padre a encontrar la gente (mediación apostólica), 2) para unir toda la gente en un sólo rebaño (mediación pastoral) y 3) para caminar con ellos en su pascua hacia el padre (mediación de sacrificio).
LA MEDIACIÓN APOSTÓLICA: comienza el servicio de Cristo el día que lo mandó el padre. “El es nuestro apóstol y nuestro papa”. Cristo, el apóstol, es el samaritano que viene de lejos, se acerca a esa humanidad agonizada después que se alejó el sacerdote, la atiende (luc10:25). Eso exige dificultad y mucho más tiempo de sacrificar un cordero y presentarle como un sacrificio. Cristo, el apóstol, es el buen pastor que no puede quedarse en el cielo porque su pobre oveja, “la humanidad”, se ha perdido. Baja a la tierra. La busca hasta encontrarla. La carga y regresa con ella feliz. En el hombre Jesús se derrama todo el amor de Dios entre la gente porque Dios nos amó primero. “Jesús es la presencia de Dios de una manera tangible”(quien me vio, vio al padre).
LA MEDIACIÓN PASTORAL: sabemos el ejemplo del buen pastor. Nombre mediador se expresa como se debe a esa idea. Los sacerdotes son pastores o mediadores, a condición que esa mediación nos significa: la reconciliación con Dios y el prójimo. Jesús reune toda la gente en la mano del padre de una manera divina. Ese es el significado de la parábola de Cristo sobre sólo un pastor y sólo un rebaño. Esa paz ganada se queda para que la gente la acepte libremente como una gracia y ponerla entre ellos. El sacerdote que reune y es “Cristo”, empezó ese trabajo con el comienzo de su vida; no se perdió en teorías sobre la iglesia, sino fundó la primera comunidad principal para que esté con Él y les dejó el sacramento de la unión, que será después de la resurrección, que hace la iglesia, o sea: la comunión, el sacramento de la eucaristía, de la alianza: la alianza con Él, “coman mi cuerpo y beban mi sangre” y el uno con el otro: “compartan el pan”, y les dió la ley: “amense unos a otros”, rezó por ellos: “para que sean uno”, dió a los responsables su último ejemplo: “lavar pies” y la señal del cristiano: “saben que son mis discípulos por el amor” y el símbolo de su propaganda: “amen a sus enemigos, váyanse al mundo entero”. Así comienzan las primeras intenciones para el cuerpo místico, único y comienza a crecer. “Él es el reino en su extensión”.
LA MEDIACIÓN COMO SACRIFICIO: su regreso al padre y con Él la humanidad entera a través de su sacrificio. Nuestra esperanza aquí es no caer en una teología estupida y en una compensación. El sacrificio de Cristo no es un plato de dolor, lo presentamos para calmar a un Dios vengador. Dios no necesita un calmante, más bien Él nos calma y nos da la serenidad. El sacrificio de Cristo es su amor y su obediencia hasta la muerte y esa la comenzó en su encarnación, pero no llegará a ser sacerdote sino en su muerte, esa muerte que la acepta el padre y la convierte en resurrección. Entró sacerdote al cielo y ha sido papa para siempre y Él vive para siempre intercediendo por nosotros. “No había sacerdote antes de Él y no habrá. Él es único para siempre”.
Por decir que Cristo es el único sacerdote es una aseguración que solamente Él logra la unión perfecta, completa, entre Dios y la gente. Él no es un camino entre muchos caminos, sino Él es el camino; no nos trae una verdad asignada, sino Él es la verdad y Él no es para nosotros un vivo entre los vivos, sino Él es la vida.
La comunidad cristiana, desde el principio, quiso asegurar todo esto al decir: CRISTO ES EL ÚNICO MEDIADOR.
AMEN.

El matrimonio

Los cristianos que entendieron el Evangelio, ven al matrimonio con una mirada nueva y profunda: ven el misterio de la unión de Dios con la humanidad en la persona del hombre Dios encarnado y el misterio de la unión de Cristo en la Iglesia en un solo cuerpo. Con este significado podemos hablar del matrimonio cristiano. Pero es mejor hablar del matrimonio de los cristianos que es para los creyentes “un sacramento”. El Concilio de Trento prohibe quien dice que el matrimonio ni lo fundó Jesús, pero debemos entender esto primero por el matrimonio de la creación: en el principio donde todo era por la palabra (juan:1:1-3) y luego por el matrimonio de la redención “del costado de adán, el nuevo hombre, nació su novia la iglesia con la sangre y el agua de los sacramentos y entre ellos el matrimonio”, pero este matrimonio no es sino el matrimonio natural que lo fundó Dios cuando creó al hombre (varón y hembra). No vemos a Cristo nunca fundando el matrimonio cristiano o hablando de él. Cuando los judíos le preguntaron del matrimonio, Él les dirigió su respuesta devolviéndolos al plan de Dios principal y cuando aseguró con su palabra: “lo que unió Dios no lo separa el hombre”, hablaba del plan total de Dios “del matrimonio natural”. Por eso declaró Leon XIII: “el matrimonio desde el principio era imagen para la encarnación de Dios, el verbo”. Entonces, sin ninguna confusión y con todo derecho el misterio del matrimonio existe entre los creyentes y no creyentes.
La iglesia no hacia los matrimonios sino recibirlos y bendecirlos y el acuerdo entre los dos novios era el único lazo, y el derecho civil sólo lo legalizaba y se quedó así durante el primer milenio, y en el siglo XII ha sido el matrimonio de los cristianos un permiso eclesiástico con la liturgia, y ahí ha sido la iglesia el responsable del matrimonio (lo hace y lo deshace) y debió enseñar lo que hace ese compromiso eterno. ¿Acaso es el acuerdo entre los dos o incluyendo a ésto debe ser cumplido corporalmente? El acuerdo hace el matrimonio pero cumplirlo lo hace inseparable. Entonces, dos siglos eran necesarios para madurar la idea de que el matrimonio es un sacramento; desde entonces ha sido el sacramento más de un intercambio de acuerdo la unión de la vida, y la mirada hacia el futuro que lo inaugura el acuerdo “es la unión de la vida y el amor” y lo que afecta no es el matrimonio segundo sino el divorcio mismo, “separar lo que unió Dios” como sacramento de la unión del amor y la vida.
¿Por qué el matrimonio? ¿Se casan para traer niños? ¿Para apagar la pasión? Dejamos la respuesta para el libro sagrado: el nos habla sobre dos historias para la creación. La primera nos habla de un hombre soltero que vive solo. Dios creó para él un apoyo parecido a él. ¿Un apoyo para qué? Para la tristeza, la soledad. Y ese apoyo será la mitad de todo nuestro ser. Por eso deja el hombre a sus padres y se hace con su esposa una sola persona (la unión de los pensamientos íntimo y también la unión de los corazones y los cuerpos). En esta historia no hay insinuación de traer niños. La segunda historia que la metieron en el primer capítulo, el hombre en singular significa: los dos sexos, “el hombre es la imagen de Dios única en varias personas” y Dios incluye diciendo: "crezcan y llenen la tierra”. Ahí está el llamado del hombre universal: “la santísima trinidad crea a los esposos creadores. De ellos sale el trinitario de amor: padre madre, hijo”. Dios descubre para nosotros que es amor y amor creador, pero vino el pecado: antes estaban desnudos sin sentir pena, después supieron que estaban desnudos. “Lo más bello en el hombre se corrompió”. Su poder al amor se corrompió por el pecado. Se transformó el amor a una pasión sexual. El placer no es el que se instaló de una manera torpe, “es un don de Dios”, sino la esclavitud de la pasión y el placer, “la pasión del cuerpo”. Ni Jesús ni Pablo ni el Antiguo Testamento hablan sobre los niños como objetivo para el matrimonio y para la unión corporal.
Vemos a través de la historia las actitudes de la Iglesia al respecto del objetivo del matrimonio: - para traer niños: era el único objetivo que excusaba el matrimonio y las relaciones sexuales según los padres santos del siglo dos y tres. Dice Juan boca de oro: había dos motivos para el matrimonio: la vida con castidad y traer niños, pero después de la venida de Cristo ya el hombre puede engendrar hijos espiritualmente; entonces, se quedó un solo objetivo para el matrimonio y es: evitar el adulterio.
El Concilio de Trento demuestra los motivos que llevan al hombre y la mujer a casarse y dice: 1) el instinto natural que lleva a las dos personas a unirse para apoyarse el uno con el otro deseando conseguir en este intercambio de apoyo una gran fuerza para soportar las dificultades de la vida. Y los dos otros motivos son como dijeron los padres santos: el deseo de engendrar y para evitar el adulterio. Bernard Haring dice en su libro “la ley de Cristo”: el sexo está dirigido hacia el amor y el hijo no es extraño de los valores personales del matrimonio y en vez de borrar los valores de la persona humana, él le da su valor verdadero y su belleza verdadera por hacer de la relaciones personales en el matrimonio una imagen a la relaciones trinitarias. Y eso es lo que concluye el Concilio Vaticano II por ver en las comunidades matrimoniales y familiares, una comunidad de amor, unión y vida. La familia salió de Dios. El matrimonio cristiano es como el hombre mismo una extensión para el misterio de Dios y una manera para transmitirlo.
El hombre y la mujer forman la semilla de la humanidad y su semejanza como la quiso Dios. En la noche de cada día de la creación decía Dios: “eso es bueno”, y en el sexto día, dijo Dios: “no es bueno dejar al hombre solo, le haré un apoyo”. Pues si hubiera quedado el hombre solo no hubiera podido lograr su llamado, el llamado de la imagen de Dios para ser “amor”. El hombre debe ser varias personas. El necesita a un compañero para parecer a Dios que es amor “Dios trinitario”. Debe formarse el hombre original de dos personas parecidas, iguales y dirigidos el uno hacia el otro por un amor fuerte de manera que los dos no lleguen a ser sino una sola persona y donde nace y crece de su unión la tercera persona, “el hijo”. Esa tercera persona es el elemento de su unión visible. Es más lejos de ellos, es “el amor vivo de ellos”. Así los novios son el misterio de Dios que no lo descubre exactamente sino la fe sola y que lo celebra la Iglesia de Cristo.
Tenemos que entender eso: Dios, el trinitario, hizo una alianza con la humanidad: “me casaré contigo, dice Dios”(ho:2:21). El hijo se casó con la humanidad cuando se encarnó, dejó a su padre y tomó la naturaleza humana y ahí está el Dios y el hombre Jesús en un solo cuerpo, ese cuerpo nacido de la Virgen María. Dios todo está en Jesús que forma con el padre y el espíritu un solo Dios y en Él es el hombre todo, que nos une a todos nosotros en Él en un solo cuerpo. Así circula en nosotros la vida de Dios en Jesucristo. Nuestra vida que ha sido purificada y transformada pasa por Jesucristo hacia Dios. “Entre los novios todo está compartido” y Dios se casó con la humanidad y ese es el matrimonio verdadero: “el matrimonio de Dios con la humanidad en la encarnación del hijo”. Lo ideal es esto: matrimonio único, por su novia presentó el hijo a si mismo su vida a la muerte y para ella se dió a sí mismo en la comunión. El Señor pide a través de su Iglesia que se den los novios a sí mismo el uno para el otro en el amor toda la vida, “pues aceptan ese honor y esa gracia y viven la alianza de Cristo y su Iglesia y la atestiguan, llevan a Cristo como un sacramento, o sea: una señal tangible que la vea todo el mundo”. ¿Cuál gracia? Lo que espera el hombre de la mujer y al contrario es “la alegría, la vida eterna, Dios”, ese hace el dar completo el día del matrimonio, pero ese dar es imposible, a menos, que ven los novios en la vida de sus compañeros toda la riqueza de Dios en sus corazones, todo ese amor, “el amor de Cristo”. El sacramento del matrimonio es ese encuentro divino.
El plan de Dios es matrimonio para toda la vida: nos devuelve Jesús al matrimonio original que lo vemos en el génesis. Un matrimonio entre un solo hombre y una sola mujer para toda la vida “se hacen un solo cuerpo”. Ese matrimonio, el único y el constante, no lo siguió el hombre en el principio. El cuento de la creación no es una historia sino un proyecto, es un objetivo que lo puso Dios para que se dirijan hacia Él los novios poco a poco. Después el gran amor en el libro del génesis, Adan diciendo a su mujer: “tu eres carne de mi carne”. Volteamos la página y vemos a nosotros mismos parados ante una tragedia familiar, donde el hombre trata a su mujer exactamente como la mujer trató a la serpiente y la acusa de manera que parece la blasfemia a Dios: “la mujer que me distes”. Y sin embargo, el libro sagrado alaba al amor matrimonial que es la imagen y semejanza del amor trinitario. ¿Nos sorprendemos si fuera ese amor difícil? Es difícil pero posible. La base de la palabra de Dios es ésta: “lo que Dios unió, no lo separa el hombre”y ante la dificultad, la única salida luminosa es una “salida divina, cristiana”, la salida del perdón y la reconciliación como amó Cristo a su iglesia. Se discute en la posibilidad de un compromiso para toda la vida y responden los miles de años de historia que “quien no puede comprometerse e intercambiar la confianza con los demás no es un ser humano”. Pues, el matrimonio en lo principal es un compromiso. La palabra que da el hombre a su mujer y al contrario es sagrada, fuerte, porque es una palabra de amor y es débil también porque es parte de la debilidad humana; por eso cuando digan la palabra del amor y hagan la alianza, quieren los novios que sus promesas echen raíces en la fidelidad de quien es sólo la máxima fidelidad, “Jesucristo, la palabra de Dios”. ¿Tiene derecho el hombre de divorciarse de su esposa? La respuesta está en marcos 10, 6-12 y ¿Por qué? Abre la puerta del divorcio, entran los casos trágicos y otros más... Muchas mujeres sin protección, muchos de los hombres fueron dejados e insultados, muchos de los niños fueron vagabundos o por lo menos rotos. ¿Los niños? No deja el ser humano a su familia sin pasar sobre el cuerpo y el alma de sus hijos y los deja destruidos. ¿Y las familias que no tienen hijos? ¿O acaso el desacuerdo constante no es más nocivo que la separación? Es verdad que el amor en sí mismo es eterno. Por decir a una persona: “te amo” es decirle: “tu no morirás”. El amor condicional, el amor temporal, el amor limitado, no es amor. El amor quiere llenar el tiempo y sobrepasarlo hasta llegar a la eternidad. “Si la base del matrimonio es el amor, el matrimonio no se rompe”. Por eso Jesús y la Iglesia no fundaron sus oposiciones invencibles para cada rompimiento de matrimonio sobre esas bases. Entonces, ¿Sobre que bases?“Este sacramento es grande”: cuando se casan los bautizados por la fe, sus matrimonios son un sacramento. Cuando los novios cristianos digan “sí”, se conviertan sus matrimonios en una misión y gracia matrimonial. “Llegan a ser el amor de Dios, el amor de Cristo a su novia la Iglesia”. Llegan a ser en el sacramento del matrimonio la imagen viva para la unión de Cristo en su Iglesia; más bien, son más de una imagen, son la verdadera unión de Cristo en su Iglesia. Por eso el matrimonio para los cristianos, que significa la unión de Cristo en su Iglesia no se rompe. No se permite al hombre separarse de su esposa, exactamente como no se permite a Cristo liberarse de su encarnación, separarse de la humanidad y traicionar la alianza del amor que lo amarra a su Iglesia. Además, “Jesús nunca dejará a su Iglesia”. Al igual que los esposos cristianos, quienes son pecadores y son perdonados por Cristo, que se atreven al lado de la cruz a negar a su esposa y ellos para ella representan el amor de Cristo, el fiel y el perdonador. Pero todo el mundo es pecador y el matrimonio une pecadores.
Dice Bernard Haring: Pueden los divorciados dar buen ejemplo en criar y dar a sus hijos una buena crianza. Pueden comprometerse en los hechos del amor en la Iglesia, pero si creemos que la Iglesia es el misterio de la reconciliación y la eucaristía es su base, no podemos huir de la pregunta sobre la práctica de esa gente para los sacramentos.