La voluntad de Dios

¿Cómo será Dios? ¿Cuál su modo de ser? ¿Cuáles serán sus planes y su Voluntad? Es difícil saberlo. La teología nos enseña que todo lo que sabemos de Dios es imagen, sombra de lo que Él es: la Vida, el Bien, el Amor. Tampoco tenemos ideas claras sobre la Voluntad de Dios. Algunos la confunden con el sufrimiento del hombre. Otros imaginan a Dios como alguien caprichoso, que desea una humanidad sometida ciegamente a su mandato. Algunos más piensan en un Dios celoso, que impide el progreso del hombre, guardando con avaricia los secretos de la naturaleza y la historia. Pero el Evangelio nos enseña que la Voluntad de Dios es nuestro bien. Él, como Padre bueno, no quiere sino el Bien para sus hijos. No es lógico achacarle a Dios los efectos de nuestra ignorancia, de nuestros errores y pecados. No es Voluntad de Dios el accidente de tránsito producido por el alcohol. Los efectos de nuestros pecados no pueden ser Voluntad del Señor. Pensemos en las taras genéticas, en tantas enfermedades causadas por los vicios, en los dolores que producen en la familia y en la sociedad, el egoísmo y la violencia de algunos. Pero nuestro Dios es Bueno. Es capaz de sacar Bien de los mismos males. Aunque a diario destrocemos sus planes. El Evangelio lo llama “Agricultor” porque sigue regando, podando y arrancando las cizañas e inventa proyectos nuevos para lograr nuestra plenitud. Jesús se acercó bondadosamente al leproso y lo tocó, lo cual estaba prohibido por las leyes judías, y al instante el enfermo quedó sano. Entonces, ¿Seremos nosotros tan tercos para no dejarnos alcanzar por el señor, cuando Él se nos acerca?