
Somos miembros del cuerpo místico y si la cabeza es Cristo, hijo de María, los miembros lo tienen que ser también.
Jesús nos dio en el Evangelio a su Padre por padre, al Espíritu Santo para que sea alma de nuestra alma; nos dio su Cuerpo en la Eucaristía y en la Cruz nos dio a su madre por madre. ¿Por qué tener miedo entonces? Emprendamos el camino con nuestra Madre.