Una Navidad distinta

Diciembre es un mes equívoco e incierto. No sabríamos asignarle un color, una precisa dimensión, una ortografía espiritual.
Es tiempo de recoger a Dios que se hace hombre. Pero muchos de nosotros nos esforzamos por excluirlo de nuestra vida.
Es tiempo de intimidad en familia. Pero nuestras diversiones conspiran contra esa paz y esa unidad.
Es tiempo de ternura y alegría. Pero azuzamos la violencia y fabricamos dolor con nuestros comportamientos paganos.
Hemos convertido a Diciembre en feria de barajitas. Regalamos cosas a granel, cuando sería más cristiano darnos en la amistad sincera. Lo volvimos un tiempo de irreflexión y de cansancio, cuando pudiera ser época de recogimiento y de descanso.
Se nos pide estar preparados ante la venida de Dios que es inminente.
¿En qué consistiría esta preparación? Consiste en 3 actitudes:
1) Vida de familia: podemos programar nuestras actividades y diversiones para que nos reúnan. Que haya lugar para la integración y el compartir.
2) Sencillez de vida: nos dejamos manipular por la sociedad de consumo y gastamos irracionalmente. Muchas familias necesitan lo que para nosotros es superfluo. No profanemos los aguinaldos haciendo de ellos un insulto a nuestros hermanos más necesitados.
3) Acercamiento a Dios: al hacerse hombre Él se puso a mitad de camino y aguarda que nosotros recorramos lo que falta. Nos acercamos a Él cuando ponemos en orden nuestra conciencia. Cuando hacemos un balance sincero y humilde de nuestro año. Cuando contamos a los hijos la historia que sucedió en Belén aquélla primera Navidad. Cuando perdonamos y buscamos el perdón. Cuando celebramos los sacramentos.
Todos podemos construir una Navidad nueva y distinta. Para que Dios se haga visible en cada institución, en cada hogar, en cada conciencia. Descubriremos entonces una forma inédita de alegría, más sincera. Nos sentiremos más capaces de comunicarnos y más comprometidos con nuestros hermanos.
Así escucharemos mansamente a Dios que habla con nosotros de temas de amistad y de progreso.