
"Si eres Hijo de Dios dile a esa piedra que se convierta en pan": una tentación de utilitarismo, que también hoy nos empuja a buscar solamente comodidad y apariencias. Y no sólo de esta cosa se vive. Para ser personas, para ser cristianos, necesitamos amor y capacitación. Con frecuencia, los objetos ahogan la posibilidad de diálogo, la capacidad de servicio, el sentido de comunicación y de entrega al otro y perdemos definitivamente la alegría.
"Si te arrodillas delante de mí, todo esto será tuyo": una nueva forma de idolatría que hoy nos acosa. Somos adoradores del dinero, de la posición social. Entonces, la autoridad deja de ser servicio y se convierte en tiranía, mientras los otros enferman de rebeldía y ambición.
"Si eres hijo de Dios tírate de aquí a abajo": somos tentados de temeridad y nos hemos expuesto a peligrosas aventuras. Creemos que se puede cosechar sin sembrar. Nos distanciamos de los amigos, de los hijos, por el mucho trabajo o diversiones. Dejamos el hogar indefenso, sin oración, sin vida de Sacramentos. Les encargamos la felicidad personal a los compromisos sociales o a las terapias psicológicas. No educamos para el amor y la libertad, y enseguida nos destruye la carga negativa de la sociedad contemporánea.
Hemos separado sexo y amor, a lo que Dios unió desde el principio y nos asustan luego la paternidad irresponsable y el egoísmo que nos acerca.
En este tiempo de cuaresma, tratemos de superar estos problemas. Los venceremos teniendo más en cuenta las personas que las cosas; traduciendo a Dios en nuestra vida de una manera amable, que contagie y atraiga a los que nos rodean a una vida evangélica, viviendo con más intensidad la vida de familia.
Así nuestro mundo actual podrá cambiar de rumbo hacia mejores puertos.