Ningún profeta es bien recibido en su patria ¡Cuántas veces había pasado ya en el Antiguo Testamento, y cuántas veces ha pasado también en la historia de la Iglesia! Verdaderos santos queridos en todo el mundo, pero criticados en su propia patria. Y es que un santo no tiene porque ser espectacular hacia afuera, aunque muchas veces se note realmente su unión con Dios por el amor que tiene a los demás; basta con que sea espectacular hacia dentro: en su amor, en su entrega, en su humildad, en su sacrificio escondido y discreto.
Jesús no quiere hacer la exhibición, el "milagrito" que le pedían. Prefiere la naturalidad: santificar la vida corriente, las relaciones de amistad, el trabajo ordinario. Que aprendamos a seguir el ejemplo de su vida ordinaria en Nazaret: trabajando, sirviendo, siendo amable con todos, buscando hacer la voluntad del Padre en cada momento, en vez de buscar el aplauso humano.