Nosotros andamos con frecuencia enfermos del alma, con errores y defectos que no acabamos de arrancar. Jesús espera que seamos humildes y dóciles a las indicaciones de la dirección espiritual. No tengamos soluciones propias cuando Jesús nos indica otras, quizá contrarias a nuestros gustos y deseos. En lo que se refiere al alma, no somos buenos consejeros, ni buenos médicos de nosotros mismos. En la dirección espiritual el alma se dispone para encontrar al Señor y reconocerle en lo ordinario.
Jesús nos pide una confianza sobrenatural en la dirección espiritual; sin docilidad, ésta quedaría sin fruto. Y no podrá ser dócil quien se empeñe en ser obstinado e incapaz de asimilar una idea distinta de la que ya tiene: el soberbio es incapaz de ser dócil.Disponibilidad, docilidad, dejarnos hacer y rehacer por Dios cuantas veces sea necesario, como barro en manos del alfarero.