Dios nos hace saber de muchas maneras que nos ama, que nunca se olvida de nosotros, pues nos lleva escritos en su mano para tenernos siempre a la vista (Isaías 49, 15-17). Jamás podremos imaginar lo que Dios nos ama: nos redimió con su Muerte en la Cruz, habita en nuestra alma en gracia, se comunica con nosotros en lo más íntimo de nuestro corazón, durante estos ratos de oración y en cualquier momento del día.
Dios nos ama con amor personal e individual. Jamás ha dejado de amarnos, ni siquiera en los momentos de mayor ingratitud por nuestra parte o cuando cometimos los pecados más graves. Su atención ha sido constante en todas las circunstancias y sucesos,y está siempre junto a nosotros: Yo estaré con vosotros siempre hasta el fin del mundo hasta el último instante de nuestra vida.
Como muestra de amor nos dejó los sacramentos, "canales de la misericordia divina". Nos perdona en la Confesión y se nos da en la Sagrada Eucaristía. Nos ha dado a su Madre por Madre nuestra. También nos ha dado un Ángel para que nos proteja. Y Él nos espera en el Cielo donde tendremos una felicidad sin límites y sin término. Pero amor con amor se paga. Y decimos con Francisca Javiera: "Mil vidas si las tuviera daría por poseerte, y mil... y mil... más yo diera... por amarte si pudiera.."
Dios espera de cada hombre una respuesta sin condiciones a su amor por nosotros. Nuestro amor a Dios se muestra en las mil incidencias de cada día: amamos a Dios a través del trabajo bien hecho, de la vida familiar, de las relaciones sociales, del descanso... Todo se puede convertir en obras de amor.
Cuando correspondemos al amor a Dios los obstáculos se vencen; y al contrario, sin amor hasta las más pequeñas dificultades parecen insuperables.El amor a Dios ha de ser supremo y absoluto. Dentro de este amor caben todos los amores nobles y limpios de la tierra. La señal externa de nuestra unión con Dios es el modo como vivimos la caridad con quienes están junto a nosotros.
Pidámosle hoy a la Virgen que nos enseñe a corresponder al amor de su Hijo, y que sepamos también amar con obras a sus hijos, nuestros hermanos.