Cristo Jesús, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que se hizo hombre en el seno virginal de María, está en el Cielo con aquel mismo Cuerpo que asumió en la Encarnación, que murió en la Cruz y resucitó al tercer día. También nosotros, contemplaremos un día la Humanidad Santísima del Señor, y mientras tanto hemos de fomentar el deseo de verle.
Además de estar en el Cielo, Cristo está realmente presente en la Sagrada Eucaristía. "La presencia de Jesús vivo en la Hostia Santa es la garantía, la raíz y la consumación de su presencia en el mundo. Cristo vive, y está también presente con su virtud en los sacramentos: está en su Palabra, está presente cuando la Iglesia ora y se reúne en su nombre. Dios habita en nuestra alma en gracia, está más cerca de nosotros que cualquier persona que esté a nuestro lado. No dejemos de tratarle.
Si contemplamos a Cristo resucitado, si nos esforzamos en mirarlo con mirada limpia, comprendéremos hondamente que también ahora es posible seguirle de cerca, vivir junto a Él nuestra vida, que entonces se engrandece y adquiere un sentido nuevo. Con el tiempo, entre Jesús y nosotros se irá estableciendo una relación personal, una fe amorosa que puede ser hoy, al cabo de veinte siglos, tan auténtica y cierta como la de aquellos que le contemplaron resucitado y glorioso con las señales de la Pasión en su Cuerpo.
Quien busca con sinceridad y constancia a Jesucristo acaba encontrándolo. Iniciemos nuestra búsqueda de la mano de la Virgen, nuestra Madre, a quien le decimos en la Salve: muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.