San Marcos señala en su Evangelio que las gentes estaban admiradas de Jesús y su doctrina, pues les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas (1, 22). A través de su Santísima Humanidad hablaba la Segunda Persona de la Trinidad, y el pueblo que lo escuchaba percibió con claridad la seguridad y fuerza con que el Señor declaraba su doctrina.
Habla en nombre propio: Yo os digo... Jesús nos sigue hablando uno a uno, personalmente, en la intimidad de la oración, al leer cada día el Evangelio... Hemos de aprender a escucharle también entre los mil sucesos del día, y en lo que nosotros llamamos fracaso o dolor." En ese texto encontrarás la Vida de Jesús; pero además, debes encontrar tu propia vida. Toma el Evangelio a diario, y léelo y vívelo como norma concreta. Así han procedido los santos".
Las palabras de Jesús están llenas de vida, penetran hasta el fondo del alma, y cuando nosotros se la abrimos, también nos transforman. En el Santo Evangelio encontramos cada día a Cristo mismo que nos habla, nos enseña y nos consuela. En su lectura, unos pocos minutos cada día, aprendemos a conocerle cada vez mejor, a imitar su vida, a amarle. El Espíritu Santo, autor principal de la Escritura Santa, nos ayudará, si acudimos a Él en petición de ayuda, a ser un personaje más de la escena que leemos, a sacar una enseñanza, quizá pequeña, pero concreta para ese día.
El Señor nos habla de muchas maneras cuando leemos el Evangelio: nos da ejemplo con su vida para que le imitemos en la nuestra; nos enseña el modo de comportarnos con nuestros hermanos, y su predilección por los pequeños y pobres; nos recuerda que somos hijos de Dios y que nada debe quitarnos la paz; nos enseña a perdonar y que seamos misericordiosos con los defectos ajenos, pues Él lo fue en grado sumo; nos alienta a preparar con esmero la Confesión frecuente, donde nos espera el Padre del Cielo para darnos un abrazo; nos impulsa a santificar el trabajo, haciéndolo con perfección humana, como Él lo hizo en Nazaret.
Por todo esto, es recomendable que lo leamos a primera hora del día para tenerlo presente en nuestra jornada. Todos los días, mientras leemos el Evangelio, Jesús pasa junto a nosotros. No dejemos de verlo y oírlo, como aquellos discípulos que se encontraron con Él en el camino de Emaús. "Quédate con nosotros, porque ha oscurecido... ¡Qué pena si tú y yo no supiéramos "detener" a Jesús que pasa, si no le pedimos que se quede!"