EL ESPIRITU SANTO NOS HACE SANTOS


¿De qué le sirve al hombre ganar al mudo, si luego pierde su alma? Hemos de fomentar en nuestra alma el deseo de ser santos, diciendo al Señor: "quiero ser santo", o al menos si me encuentro flojo y débil, "quiero tener deseos de ser santo". Los santos fueron hombres y mujeres que tuvieron un gran deseo de saciarse de Dios, aun contando con sus defectos. Alimentemos esos deseos con la virtud de la esperanza que se fundamenta en Dios.

La fuerza del Espíritu Santo no conoce límites ni barreras. Hemos de desear ser santos viviendo la virtud de la humildad que nos llevará a contar siempre y ante todo con la gracia de Dios. Vendrá luego el esfuerzo por adquirir virtudes, por vivirlas continuamente, preocupándonos por vivir la caridad con los demás, y por último, nuestro deseo de estar con Cristo en la Cruz.


Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. Es compatible esa sed de Dios con la experiencia de nuestros defectos e incluso de nuestras caídas, porque santos son, no los que no han pecado nunca, sino los que se han levantado siempre. Dios cuenta con el tiempo y tiene paciencia con nosotros. ¡Mantengamos vivo el deseo de Dios encendiendo cada día la hoguera de nuestra fe y esperanza con el fuego del amor a Dios!.