El optimismo del cristiano
El optimismo del cristiano es consecuencia de su fe, no de las circunstancias. Sabe que el Señor sabe sacar fruto incluso de los aparentes fracasos; a la vez nos pide emplear todos los medios humanos a nuestro alcance. El optimismo del cristiano se afianza fuertemente con la oración: "no es un optimismo dulzón, ni tampoco una confianza humana en que todo saldrá bien. Es un optimismo que hunde sus raíces en la conciencia de la libertad y en la seguridad del poder de la gracia; un optimismo que lleva a exigirnos a nosotros mismos, a esforzarnos por corresponder a cada instante a las llamadas de Dios
El cristiano sabe enfrentarse a la realidad con los ojos bien abiertos y vigilantes, pero no queda atenazado por el mal que a veces contempla, ni su alma se llena de tristeza, porque sabe que en ninguna circunstancia su Padre Dios le deja de la mano, y que siempre sacará frutos desproporcionados de sus esfuerzos en su vida familiar, en su trabajo y en el apostolado.
Quienes seguimos a Cristo estamos unidos por un fuerte vínculo, y corre por nosotros la misma vida. La Comunión de los Santos nos enseña que formamos un solo Cuerpo en Cristo y que podemos ayudarnos, eficazmente, unos a otros. En este momento alguien está pidiendo por nosotros, alguien nos ayuda con su trabajo, con su oración, su dolor. Nunca estamos solos.
La Comunión de los Santos alimenta continuamente nuestro optimismo, porque contamos con la ayuda, misteriosa pero real, de todos los que participamos del mismo Pan, que el Señor vuelve a multiplicar para nosotros, que le andamos siguiendo. Como con el milagro de la multiplicación de los panes, el Señor vuelve a realizar milagros cuando ponemos a su disposición lo poco que tenemos.