LA RESURRECCION DE CRISTO


La fuente de nuestra esperanza, coraje, es que Cristo ha resucitado.

Vivimos en una sociedad de miedo y cobardía, miedo a la enfermedad, a la devaluación del dinero, miedo al vecino, al que va al lado de nosotros en el autobús, miedo a la calle, no nos vayan a atracar. Hoy nadie se fía de nadie, todos tienen miedo a todos. Antes, la fe en Dios y el temor a Dios hacían que no nos tuviéramos miedo. Se vivía una civilización de mutua confianza. Hemos perdido el temor a Dios y ha comenzado el miedo a los humanos. El miedo alimenta el dolor. Muchos hacen de sus emociones un depósito de basura. No saben manejar sus problemas sino que se encierren en sí mismos generando angustia y estrés. Hacen su velorio antes de tiempo. No han sucedido aún los problemas y ya los están sufriendo anticipadamente. Es humano sentir miedo pero es de hombres superarlo.

Vivimos en una sociedad donde el ser humano aprende fácilmente a manejar sus éxitos pero tiene una enorme dificultad para manejar sus fracasos; una sociedad tan acelerada que no hallamos tiempo ni para nosotros mismos; una sociedad donde es Grande el que tiene a muchos bajo su mando, puede exigirles que le sirvan sin tener que servir él a nadie, donde es grande la nación que tiene derecho de veto en la ONU, que tiene suficiente dinero para sobornar conciencias, que tiene arsenal de armas modernas, que tiene poder de derivar las noticias hacia su molino de verdad.

¡Que mal vive una sociedad sin Dios¡ ¿Dónde queda la importancia del ser humano, la alegría de vivir, la felicidad que busca toda persona?

Cristo ha resucitado y sin la fe en la resurrección toda la religión seria una droga para la humanidad. Lo más necesario en la vida del hombre es encontrarle sentido a la vida. si la vida no tiene un sentido, una meta, un más allá de la muerte, esto es absurdo. El hombre no es un medio, un objeto de felicidad para el hombre, es un fin en sí, ha sido creado para dominar las cosas pero no para dominar a otros hombres. El hombre no es una cosa, es persona. De ahí la dignidad de cada persona. La vida no es así, banal, es algo sumamente importante, en ella se juega la eternidad de cada uno. Nunca la vida es tan seria y tan llena de responsabilidades terrenas como cuando uno mira al cielo y sabe que en su trabajo se juega la eternidad.

Es hora de despertar, hay muchos cristianos dormidos y aún muertos por el pecado, el sueño de la muerte. Necesitamos predicadores valientes. Abundan los cobardes que mutilan el Evangelio para que no caiga antipático, que tienen miedo de hablar de la verdades eternas, del pecado y la confesión, de la abnegación. Miedo a no parecer suficientemente modernos. Necesitamos que suene el despertador hoy. Hay escasez de despertadores en la Iglesia y sobran serenatas que invitan a dormir la vida. Es una lucha. Dios nos ha dado un espíritu de fortaleza y no de miedo y timidez. Hemos de luchar por el Evangelio sin avergonzarnos pero siempre con caridad, no con el fusil sino con el ejemplo, con la vida, dando parte de nuestro tiempo. Si cada cristiano luchara por el Evangelio, que distinto sería el mundo, que bella la sociedad.

El día de la resurrección es el día de pensar que la meta de la vida es: vivir eternamente con Cristo en la gloria del padre. El cristiano sabe que él es divino porque se alimenta de su Dios pero también sabe que no podrá ser divino a costa de dejar de ser humano. A través de la resurrección nos damos cuenta que el Reino de Dios no está en otro mundo sino en el nuestro que será otro y nuestra misión es estar en la primera fila con aquellos que están construyendo en el mundo la civilización del AMOR. Seamos gente de esperanza. No tengamos miedo; Cristo ha vencido al mundo