Ser feliz

Hoy más que nunca el egoísmo se ha hecho presente en nuestras vidas. El estar tan ocupados por resolver nuestros problemas nos hacen permanecer insensibles ante las dificultades de los otros, de aquí entonces que muchas veces no tengamos tiempo para ocuparnos más que de nosotros mismos olvidando incluso hasta a nuestras propias familias, las cuales son las que nos recuerdan que tenemos un papel primordial en nuestro caminar por esta vida.

Creo que si de algo debemos preocuparnos todos es de saber aprovechar del modo más inteligente y productivo cada momento. Qué triste debe ser darnos cuenta al final del camino, cuando hacemos un recuento de nuestra vida, de que ésta fue estéril, que no dejamos huellas y que sólo quedaron sombras de lo que hicimos. La muerte, a la cual siempre vemos lejana, está por el contrario llamando a nuestra puerta, y si hay algo en este mundo de lo que nadie puede tener certeza ni escapar es precisamente de ese momento. Por eso siempre he creído firmemente en que todos los días debemos trabajar, vivir y disfrutar como si fuera el último.

El mundo actual nos ofrece todo tipo de distracciones, los enormes avances científicos y técnicos que ha logrado el hombre durante este siglo hacen que podamos comunicarnos al instante con personas que se encuentran a miles de kilómetros de nosotros. Podemos ver las noticias de otros países del mundo y buscar información de los más remotos lugares a través de la Internet, entre otros ejemplos, pero a su vez, en muchas ocasiones son estas mismas posibilidades las que agobian nuestra realidad cotidiana, sumergiéndonos en un mundo materializado e insensible que no es capaz de dar respuesta a los gritos de quienes son víctimas de las injusticias, la violencia y el desamor.

Hay riquezas que son carísimas y otras que son baratas; las primeras son las que comúnmente se buscan e incluso hay quienes pasan la vida llorando por no poder alcanzar los bienes caros, dejando a un lado la riqueza que está al alcance de la mano y que algunas veces es despreciada.

¿Cuánto vale la sonrisa de un hijo, un buen amigo o un abrazo solidario en momentos difíciles? Hay cosas que en la vida no tienen precio y que en sí mismas valen la propia vida y ni siquiera todo el dinero del mundo bastaría para adquirirlas, entre ellas se encuentra el amor, el cual está a disposición de ricos y pobres, sanos y enfermos, niños y adultos.

No hay que olvidar la sabiduría milenaria que nos recuerda que la felicidad duradera la encuentran solamente aquellos que hacen como los niños, que saben desprenderse de todo y que "viven como si no lo tuvieran" y encuentran en los momentos difíciles la más sublime manifestación y oportunidad de amar.

Ser felices es algo que tendríamos que saber todos los hombres y mujeres de este mundo, puesto que no nacemos felices o infelices sino que lo aprendemos a través de nuestras elecciones y actitudes con las cuales vamos construyendo o destruyendo día a día las posibilidades de lograr este objetivo. No existen recetas mágicas para alcanzar esta dicha.

Es descubrir aquellas manifestaciones que me invitan a actuar y a decidir de una u otra forma. Hay un proverbio ruso que nos recuerda que "el dolor embellece al cangrejo". No cabe duda de que hay dolores que transforman el alma, por lo que debemos valorar las fuerzas y debilidades de nuestra propia naturaleza.

Indudablemente, nos ha tocado vivir una época en donde los valores materiales van imponiéndose cada vez con mayor fuerza sobre todo lo demás. Por eso, tengamos la certeza de que hoy más que nunca es necesario inculcar en nuestras familias y en nuestra sociedad una auténtica escala de valores en donde el "ser" tenga primacía sobre el "tener", porque la vida es corta, y vivirla sólo como medio de placer y diversión, para satisfacer nuestros propios egoísmos, es la peor tragedia que nos puede acontecer.