El Señor se dirige a todos los hombres sin distinción de estado, raza o condición. Nos llama a nosotros, a cada uno en particular. Cristo nos dice: Sed perfectos..., y nos da las gracias convenientes. No existe en la doctrina de Cristo una llamada a la mediocridad, sino al heroísmo, al amor, al sacrificio alegre. El amor se pone al alcance de todos, porque la santidad es cuestión de amor, de empeño por llegar, con la ayuda de la gracia, hasta Cristo. La santidad implica exigencia, combatir el conformismo y la tibieza, y nos pide ser heróicos, no en sucesos extraordinarios, sino en la continua fidelidad a los deberes de todos los días.
Todas las épocas son buenas para meternos en caminos hondos de santidad. Dios nos llama en todas las circunstancias: una familia concreta, un trabajo, las personas con las que hemos de convivir, el país, la región, el sistema político imperante, nuestra propia manera de ser, y no otra. Nos llama en la guerra y en la paz, en la enfermedad y la salud, en el triunfo y cuando parece que hemos fracasado, en la abundancia o cuando apenas tenemos lo necesario.
Quienes no cuentan con la gracia y ven las cosas con una visión puramente humana, están diciendo constantemente: éste de ahora no es tiempo de santidad...Si contemplamos la vida de un modo humano, algunas circunstancias parecerían más propicias para la santidad y para el apostolado. Hay momentos difíciles durante los cuales necesitamos más ayuda y pondremos más atención y empeño en la oración, en el trato con Jesús Sacramentado, con la Virgen. Entonces, las virtudes se hacen más fuertes y toda la vida interior madura.
Así mismo, para hacer apostolado; todos los días y momentos son buenos. Sin embargo, es necesario el esfuerzo y poner en juego las virtudes humanas, con constancia y generosidad, para sembrar mucho, aunque no veamos los frutos. Si los primeros cristianos hubieran esperado circunstancias más propicias, pocos conversos hubieran llevado a la fe. Pidamos a la Virgen un efectivo deseo de santidad en las circunstancias en las que ahora nos encontramos, y de apostolado para que llevemos muchas almas al Corazón de su Hijo.
Todas las épocas son buenas para meternos en caminos hondos de santidad. Dios nos llama en todas las circunstancias: una familia concreta, un trabajo, las personas con las que hemos de convivir, el país, la región, el sistema político imperante, nuestra propia manera de ser, y no otra. Nos llama en la guerra y en la paz, en la enfermedad y la salud, en el triunfo y cuando parece que hemos fracasado, en la abundancia o cuando apenas tenemos lo necesario.
Quienes no cuentan con la gracia y ven las cosas con una visión puramente humana, están diciendo constantemente: éste de ahora no es tiempo de santidad...Si contemplamos la vida de un modo humano, algunas circunstancias parecerían más propicias para la santidad y para el apostolado. Hay momentos difíciles durante los cuales necesitamos más ayuda y pondremos más atención y empeño en la oración, en el trato con Jesús Sacramentado, con la Virgen. Entonces, las virtudes se hacen más fuertes y toda la vida interior madura.
Así mismo, para hacer apostolado; todos los días y momentos son buenos. Sin embargo, es necesario el esfuerzo y poner en juego las virtudes humanas, con constancia y generosidad, para sembrar mucho, aunque no veamos los frutos. Si los primeros cristianos hubieran esperado circunstancias más propicias, pocos conversos hubieran llevado a la fe. Pidamos a la Virgen un efectivo deseo de santidad en las circunstancias en las que ahora nos encontramos, y de apostolado para que llevemos muchas almas al Corazón de su Hijo.