San Juan Crisóstomo llama a Eleazar "protomártir del Antiguo Testamento". Él era un anciano de noventa años, que se mantuvo fiel a la fe de sus padres, y prefirió la muerte a participar en los
sacificios a los dioses griegos que habian remplazado a Yahvé por orden del rey Antíoco. Amigos le propusieron simular que había comido las carnes sacrificadas, según el mandato del rey, pero él se rehuso. No quiso dar un mal ejemplo a los jóvenes que pudiesen decir que se había paganizado con los extranjeros.
La actidud gozosa de Eleazar en el martirio, nos recuerda a nosotros la fidelidad sin fisuras a los compromisos contraídos en la fe, para ser leales al Señor, también cuando quizá nos sería más fácil ceder por la presión de un ambiente pagano hostil, o por una circunstancia difícil que hayamos de atravesar. El Señor nos hace experimentar el mismo gozo cuando, por ser fieles a la fe y a la propia vocación, padecemos alguna contrariedad.
Sé fiel hasta la muerte, se lee en el Apocalipsis, y Yo te daré la corona de gloria. Ésto nos pide el Señor a los cristianos de todas las épocas. Con esta promesa, ¿nos vamos a avergonzar de nuestra fe, que tiene consecuencias prácticas en el modo de actuar, en la que muchos quizá o estén de acuerdo? "Es fácil, recordaba el Papa Juan Pablo II, ser coherente por un día o algunos días. Difícil e importante es ser coherente toda la vida. Es fácil ser coherente a la hora de la exaltación, difícil serlo a la hora de la tribulación. Y sólo puede llamarse fidelidad una coherencia que dura toda la vida".
A veces los obstáculos no llegan de fuera, sino de dentro. La soberbia es el principal obstáculo de la fidelidad, y junto a ella la tibieza que hace perder la alegria en el seguimiento de Cristo, e idealiza otras posibilidades que están al margen del camino que nos lleva a Dios. Otras veces surge la oscuridad en el alma por la falta de lucha, o bien, Dios la permite para purificar el alma. Estos obstáculos se salvan si somos dóciles a la dirección espiritual, y si permanecemos cerca del Senor con un trato diario, mediante la oracion viva.
Muchos, quiza sin saberlo expresamente, se apoyan en nuestra fidelidad. En lo humano es la lealtad, virtud esencial para la convivencia, porque inspira confianza y seguridad. Muchas veces se echa de menos la honradez para cumplir la palabra dada y los compromisos libremente adquiridos en el matrimonio, en la empresa, en los negocios. En estos momentos urge que los cristianos, luz del mundo y sal de la tierra, procuremos ser ejemplo de fidelidad y de lealtad a los compromisos contraídos.
Algún día escucharemos dichosos: "Muy bien, siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu Señor".
La actidud gozosa de Eleazar en el martirio, nos recuerda a nosotros la fidelidad sin fisuras a los compromisos contraídos en la fe, para ser leales al Señor, también cuando quizá nos sería más fácil ceder por la presión de un ambiente pagano hostil, o por una circunstancia difícil que hayamos de atravesar. El Señor nos hace experimentar el mismo gozo cuando, por ser fieles a la fe y a la propia vocación, padecemos alguna contrariedad.
Sé fiel hasta la muerte, se lee en el Apocalipsis, y Yo te daré la corona de gloria. Ésto nos pide el Señor a los cristianos de todas las épocas. Con esta promesa, ¿nos vamos a avergonzar de nuestra fe, que tiene consecuencias prácticas en el modo de actuar, en la que muchos quizá o estén de acuerdo? "Es fácil, recordaba el Papa Juan Pablo II, ser coherente por un día o algunos días. Difícil e importante es ser coherente toda la vida. Es fácil ser coherente a la hora de la exaltación, difícil serlo a la hora de la tribulación. Y sólo puede llamarse fidelidad una coherencia que dura toda la vida".
A veces los obstáculos no llegan de fuera, sino de dentro. La soberbia es el principal obstáculo de la fidelidad, y junto a ella la tibieza que hace perder la alegria en el seguimiento de Cristo, e idealiza otras posibilidades que están al margen del camino que nos lleva a Dios. Otras veces surge la oscuridad en el alma por la falta de lucha, o bien, Dios la permite para purificar el alma. Estos obstáculos se salvan si somos dóciles a la dirección espiritual, y si permanecemos cerca del Senor con un trato diario, mediante la oracion viva.
Muchos, quiza sin saberlo expresamente, se apoyan en nuestra fidelidad. En lo humano es la lealtad, virtud esencial para la convivencia, porque inspira confianza y seguridad. Muchas veces se echa de menos la honradez para cumplir la palabra dada y los compromisos libremente adquiridos en el matrimonio, en la empresa, en los negocios. En estos momentos urge que los cristianos, luz del mundo y sal de la tierra, procuremos ser ejemplo de fidelidad y de lealtad a los compromisos contraídos.
Algún día escucharemos dichosos: "Muy bien, siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu Señor".