
Fue enterrado y durante 45 días salía luz intensa de su sepultura. El patriarca dio el permiso de abrir el sepulcro para revisar el cadáver y lo encontraron lleno de sudor y sangre, y en seguida, del costado derramó agua y sangre. En 1926 mudaron su cadáver a un sepulcro nuevo. En 1952 un comité inspeccionó el cadáver y lo encontraron en estado perfecto, mientras la sangre seguía cubriendo su cuerpo. En 1965, finalizando el concilio vaticano segundo, el papa Pablo sexto lo beatificó y luego lo canonizó el año 1977.