La Revolucion del Amor


La revolución del amor cristiano es la más necesaria de las revoluciones.Cuando hablamos del amor no nos referimos a lo erótico, a lo sexual...Todos sabemos lo destructivo que fue el libertinaje, sino hablamos del amor cristiano.

Gran principio: amar a los enemigos: esa revolución comienza por amar a los antipáticos, los enemigos, a la gente mala. Hay que amar a los que no son simpáticos, más aún a los que nos odian. Este amor se funde por Dios y en Dios, porque sobre bases puramente antropológicas será imposible la revolución del amor y el que la pretenda se sentirá rotundamente frustrado; hay que superar los sentimientos nacionales, políticos, familiares y personales de antipatía, y superarlos, no fomentarlos internamente.

Hablar bien de los demás: basta abrir el periódico. El mundo está
dividido en dos bloques: capitalistas, socialistas, occidente, oriente. Los capitalistas no encuentran nada bueno en los socialistas y viceversa. Basta ser simpatizante de cualquier bloque para ver todo de ese color.
¿Cómo cambiaría el país si los de derecha comenzaran a hablar bien de los de izquierda y viceversa? ¿A qué viene ese afán de revancha, de desenterrar errores sino de la falta del amor?

A los niños se les enseña en cuanto nacen, con cantos y consignas, a odiar y
despreciar al que no es de la propia nación, ideología... Todas las
películas a base de pistola... Libros históricos declaran heróico el
grito de "guerra a muerte". ¿Todos los que perdieron la guerra eran
tan malos y los que la ganaron eran tan buenos? Aunque con el correr
del tiempo viene a resultar que los malos son la que la ganaron....

La revolución del amor se establece: en la familia, que es comunidad de amor. Hay hijos acomplejados por lo que le dicen en casa o por lo que
los esposos se dicen uno al otro.
Hablar bien: no enseñar a ser chismosos, no fomentar rencores, resentimientos y revanchas. Hay gente usando el Evangelio como linda fachada, se dedican a crear calumnias, sospechas, chismes y cuentos.

Amar a los enemigos no es amar sus obras sino en realidad lo que son "hijos de Dios".